El gigante enterrado es la séptima novela del ganador del Premio Nobel de Literatura del año 2017, Kazuo Ishiguro, publicada en el Reino Unido en 2015 y en España a finales del año 2016, por la editorial Anagrama.
Conocí a Ishiguro, hace ya unos años, gracias a la insistencia de un buen amigo y lector voraz: «Lee Nunca me abandones y Lo que queda del día, es increíble la sutileza con la que narra, cómo hace que entiendas la historia casi sin darte cuenta. Bueno, en realidad lee cualquier cosa de Ishiguro, todo es excelente».
El entusiasmo de mi amigo me animó a comenzar a leer sus novelas, y desde entonces ya nunca lo he abandonado, tanto es así que casi todas sus obras han pasado a formar parte de mis libros preferidos. Desde Pálida luz en las colinas, su primera novela, hasta el libro que nos ocupa, El gigante enterrado (escrito 33 años después de su debut) su unidad y fuerza narrativas hacen difícil dejar de leer sus nuevos libros.
Un apunte sobre el estilo literario
A mi modo de ver, lo más característico del estilo de Kazuo Ishiguro es el punto de vista que utiliza en todas sus novelas. Suele tratarse de un narrador muy próximo a sus personajes, a menudo una primera persona, aunque no siempre, que va aportando información importante al lector, como de pasada, a través de una maraña de historias que se van entrelazando, con múltiples saltos temporales, pero que el buen arte del escritor consigue mantener en orden, de manera que el lector nunca pierda el hilo. Esta información se va acumulando poco a poco, para que, al final del libro, el sentido final de la historia se construya en la mente del lector toda su fuerza, y la emoción llegue a un punto álgido en el momento adecuado.
En este estilo juega un papel capital la incertidumbre, pues la información se nos aporta mediante recuerdos o rumores, a menudo confusos o incompletos, y por eso el lector nunca tiene la sensación de «hacer pie» en la trama. Siempre he pensado que Ishiguro es el mejor heredero de Henry James, el mejor lector de Otra vuelta de tuerca. Digo esto porque, aunque todos los libros de Kazuo Ishiguro juegan con la ambigüedad, con el doble filo de toda información, nunca dejan preguntas importantes sin responder. Tal vez por esta propuesta estilística, el autor inglés de origen japonés ha podido jugar con éxito con todo tipo de géneros: ciencia ficción, surrealismo, realismo… Y, en esta última entrega, con la fantasía y la novela cercana a la literatura artúrica.
En este sentido, El gigante enterrado es una novela típica de su autor: recurre a los mismos mecanismos narrativos que el resto de su obra. No encontraremos en ella grandes cambios de estilo, riesgos o evolución en la propuesta narrativa y estilística, sino más bien un refinamiento de lo que ya venía haciendo. No encontraremos ese salto al vacío apasionante (y, a veces, extenuante) que representa Los inconsolables, la que acaso sea su mejor novela hasta el momento.
Así pues, para el lector que ya conoce a Ishiguro, aquí nos da «más de lo mismo» con la misma calidad de siempre.
Una novela sobre el amor y el odio
El gigante enterrado es un libro que habla sobre dos temas universales: el amor y el odio. Para tratarlos en profundidad, se sirve de una trama que habla sobre la memoria: la necesidad del olvido y la responsabilidad de recordar. De cómo ambas partes se relacionan, del dilema moral que plantean y de cuáles son las consecuencias para los personajes, según qué decisiones tomen. Pero no debemos olvidar que lo que envuelve a todo ello es una historia sobre el amor y el odio.
Esta novela está emparentada con otras obras del autor, como Pálida luz en las colinas, por el tratamiento del horror de la guerra y sus consecuencias para los ciudadanos de a pie; o con Un artista del mundo flotante y Lo que queda del día por el análisis de la culpabilidad y la responsabilidad ante las acciones del pasado.
En El gigante enterrado nos encontramos en la Britania posromana, en plena Edad Oscura, en una pequeña aldea britana donde viven un par de ancianos. En este trasfondo de carácter artúrico (o post-artúrico), Ishiguro nos cuenta una historia llena de ogros y otras criaturas, hechizos, caballeros y casi todos los elementos del género fantástico.
No obstante, es necesario precisar que El gigante enterrado no responde fielmente a los cánones del género y, casi con toda seguridad, no es lo que esperan los amantes de lo fantástico.
Lo que es indudable es que nos encontramos ante una novela plenamente disfrutable, dotada de la sutileza propia de Ishiguro para captar los mínimos cambios emocionales de sus personajes y de transmitirlos a sus lectores sin aspavientos, pero con máxima efectividad. La trama, sin ser apasionante, también se lee con agrado y permite ir captando la historia con una profundidad creciente y, sobre todo, permite entender las implicaciones morales de todo cuanto se narra, a un ritmo agradable y sin trampas ni trucos narrativos.
En fin, tal vez no estemos ante la mejor novela de Kazuo Ishiguro, ni la más redonda, la más emocionante o la que recordaremos dentro de muchos años. No tiene esa tristeza abrumadora de Nunca me abandones; tampoco el riesgo, la ironía y la radicalidad asombrosas de Los inconsolables, ni la eficacia narrativa de Lo que queda del día; pero es sin duda un libro potente, digno de un flamante Premio Nobel de Literatura. Y lo que es más importante, da la sensación de que, por los temas tratados y la manera de hacerlo, puede abrir un camino muy interesante para el futuro del escritor y, sobre todo, para sus lectores.
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