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  La sospecha de plagio ha sobrevolado sobre la cabeza de multitud de grandes escritores a lo largo de la historia de la literatura. Pero en muchos casos cuando se habla de plagio no se hace exactamente en el sentido en que se copian partes más o menos significativas de otros libros, como sí ocurre en Amazon. A veces poner la frontera entre el plagio descarado y la influencia o el tributo no es fácil. Más, cuando los elementos que supuestamente se han plagiado no son secuencias literales de palabras sino conceptos mucho más amplios y ambiguos, como tramas, personajes u otro tipo de detalles más vagos. No siempre es fácil demostrar el robo de ideas y en ocasiones, cuando se intenta, se raya en lo ridículo, cuando lo que se reclama es el nombre de un personaje, una palabra o un tópico literario característico de un género. Para demostrarlo, Electric Literature ha hecho una recopilación con las cinco demandas más absurdas por plagio literario. Demandas de este tipo, más dirigidas a sacar tajada de un éxito literario que a salvaguardar los derechos de un autor, son en realidad un ataque directo contra la libertad creativa de todo escritor.

Nancy Kathleen Stouffer contra J.K. Rowling

Motivo: Robar algunas palabras, como «muggle» o el apellido «Potter»

   Casi desde el primer momento en que fue publicado, Harry Potter ha generado tantas demandas y disputas legales que incluso tiene su propia página en Wikipedia. La primera de ellas fue en 1999, cuando la escritora estadounidense Nancy Kathleen Stouffer denunció a J.K. Rowling asegurando que para crear a Harry Potter esta había copiado algunas de las ideas de sus libros de 1984, La leyenda de Rah y los Muggles y Larry Potter y su mejor amigo Lilly. Por aquel entonces Rowling solo había publicado tres libros, pero la franquicia Potter ya auguraba que iba a ser una mina de oro. Stouffer afirmaba que ella había inventado la palabra «muggle», una raza de humanoides mutantes, y que el personaje de Harry Potter era sospechosamente parecido al de Larry Potter, no solo en el nombre sino en el aspecto físico ‒ambos eran chicos con gafas y cabello oscuro‒. Stouffer hizo otras acusaciones de plagio bastante difusas, como la coincidencia de un castillo con lago. La obra de Stouffer fue publicada por Ande Publishing Company en 1986, una editorial fundada por la propia Stouffer junto a algunos amigos y familiares, que se declaró en bancarrota en septiembre de 1987, sin vender prácticamente ninguno de sus libros. En su momento, además, Rowling declaró que su primera visita a Estados Unidos había sido en 1998. Durante el juicio, se demostró que Stouffer había presentado documentos fraudulentos y ofrecido testimonios falsos, así que su caso fue desestimado y se la multó con 50.000 dólares por haber actuado de mala fe. Stouffer apeló la decisión en 2004, pero en 2005 el fallo fue confirmado. Además, si nos ponemos puristas, el nombre de Harry Potter ya es posible encontrarlo en un relato literario de 1972.

Henry Lincoln, Michael Baigent y Richard Leigh contra Dan Brown

Motivo: Robar una teoría sobre el Santo Grial

   En 1982 Henry Lincoln, Michael Baigent y Richard Leigh publicaron un libro titulado El enigma sagrado, en el que se expone la teoría de que Jesús de Nazaret se casó con María Magdalena, que tuvieron hijos que emigraron al actual sur de Francia, donde se mezclaron con familias nobles que se convertirían en la dinastía merovingia ‒y que una sociedad secreta conocida como el Priorato de Sion reclama el trono de Francia para ellos‒. Este libro se convirtió en un bestseller internacional y generó infinidad de réplicas por parte de historiadores y expertos en la materia, generalmente negativas. ¿Copió Dan Brown parte de estas teorías para El código Da Vinci? Brown no solo no negó la influencia de El enigma sagrado sino que la reconoció abiertamente, pero también mencionaba otros libros que le habían servido como influencia. ¿Que un libro te sirva de influencia convierte lo que escribes automáticamente en plagio? Según el juez del caso no. La novela de Brown simplemente era el resultado de una investigación histórica, interpretada de manera amplia, que se utilizó como base para una ficción. Además, los propios autores de El enigma sagrado había reconocido basarse en un libro anterior, L’Or de Rennes ‒publicado después como Le Trésor Maudit‒, escrito en 1967 por Gérard de Sède, en colaboración con Pierre Plantard. Tan poco en serio se tomó el juez el caso que en la resolución se tomó la libertad de incluir un código oculto, a lo Dan Brown, descifrable solo con la sucesión de Fibonacci, que el periodista Dan Tench sacó a la luz en The Guardian.

Jordan Scott contra Stephenie Meyer

Motivo: Plagiar algunas escenas, como una boda o una de sexo en la paya

   A pesar de que casi puede decirse que Crepúsculo inició un tipo de género adolescente, en el conjunto de la saga, escrita entre 2005 y 2007, hay un montón de tópicos que se repiten en una gran cantidad de novelas juvelines. Sin embargo, según la escritora Jordan Scott, son más que sospechosas las similitudes entre Amanecer, cuarta y última historia de la saga, y un una novela también de vampiros escrita por ella en su adolescencia con el título de The Nocturne. Scott comenzó a escribir su libro en 2003, cuando tenía 15 años, y lo publicó con una tirada de 5.000 ejemplares. En 2006 publicó fragmentos de la novela en Internet y, según ella, Stephenie Meyer los habría leído y los habría usado como base de Amanecer. En su demanda Scott argumentaba que los dos libros tenían semejanzas en el lenguaje, en líneas de la trama, en personajes y en otros aspectos. Como ejemplos de ello alegó que ambos libros contienen un pasaje donde se celebra una boda y una escena, después de la boda, de sexo en la playa. La editorial de Meyer, Hachette Book Group dijo que esas supuestas similitudes no se sostenían y que la demanda era «un truco publicitario para promover la carrera de la Sra. Scott». El caso fue desestimado.

Sherrilyn Kenyon contra Cassandra Clare

Motivo: Plagiar temas arquetípicos del romance paranormal y de la fantasía urbana

   A diferencia del resto de demandas de la lista, en este caso la demandante no era una desconocida ni mucho menos sino una autora de éxito, número uno del New York Times, al mismo nivel que la demandada. En su demanda Sherrilyn Kenyon alega que Cassandra Clare copió muchos de los elementos de su saga Cazadores Oscuros para utilizarlos posteriormente en Cazadores de sombras. No solo hay similitudes en los nombres de las sagas, los personajes de Cazadores Oscuros son guerreros inmortales que vendieron su alma a la diosa Artemisa, después de ser asesinados a traición, a cambio de un único acto de venganza, y que deben proteger el mundo de los Daimons, los demonios que devoran almas humanas; frente a ellos, los Cazadores de Sombras son seres mitad humanos y mitad ángeles, que velan el Mundo de las Sombras y protegen la tierra de los demonios. Kenyon, que publicó la primera novela de la serie en 2002 ‒Un amante de ensueño‒ defendía que Clare, cuya primera novela es de 2007 ‒Ciudad de Hueso‒, había copiado la idea de una banda de seres sobrenaturales que protegen al mundo de los demonios. El problema es que en la comparación de 15 páginas entre personajes de las dos series que incluye la demanda encontramos rasgos muy generales o tan repetidos dentro del género que ya se han convertido en tópicos. Como dice Laura Miller en Slate, el problema es que no es un «plagio palabra por palabra, sino que lo que intenta Kenyon parece ser la reivindicación de la propiedad de algunos de los temas más arquetípicos de la cultura popular ‒una élite de guerreros que debe proteger al mundo humano de la amenaza oculta paranormal, por ejemplo‒». Teniendo en cuenta el fenómeno actual de que cuando triunfa una fórmula esta se suele repetir en otros libros ‒a veces hasta el extremo de que sí parecen copias‒, esta demanda causó mucha preocupación entre los escritores, que vieron en peligro la libertad para utilizar cualquier tópico.

Christopher Janes Kimberley contra Chelsea Clinton

Motivo: Incluir citas e historias sobre grandes mujeres de la historia

   En mayo de 2017 Chelsea Clinton, hija de Bill y Hillary Clinton, publicó un libro titulado She PersistedElla persistió‒, con ilustraciones de Alexandra Boiger, en el que cuenta la vida de 13 mujeres estadounidenses que cambiaron el mundo y que «tuvieron que enfrentarse a una enorme oposición para cumplir sus objetivos». Desde la activista Harriet Tubman o la astronauta Sally Ride, la primera estadounidense que viajó al espacio, hasta la primera niña afroamericana en ir a un colegio de blancos, Ruby Bridges, la jueza Sonia Sotomayor o la estrella de la televisión Oprah Winfrey desfilan por las páginas de este libro publicado por Penguin Young Readers y dirigido a un público infantil. Cuatro años antes Christopher Janes Kimberley había publicado, en tres volúmenes, un libro ilustrado también para un público infantil titulado A Heart is the Part That Makes Boys And Girls Smart. Al igual que el libro de Clinton, el de Kimberley incluía una sección titulada «Quotable Questionnaire» que incluía las historias y citas de Helen Keller, Harriet Tubman y Nellie Bly. Kimberley había mandado una propuesta con su libro a Penguin Random House y cuando vio el libro de Clinton y descubrió la coincidencia acusó a la presidenta de Penguin Young Readers, Jennifer Loja, de haber recibido la propuesta, haberla leído y haberla robado para dársela a Clinton. La demanda, que exigía 150.000 dólares, no prosperó y She Persisted se convirtió en número uno en la lista de libros ilustrados infantiles más vendidos del New York Times y en la sección de biografías de mujeres para niños de Amazon.

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