La librería Bartleby (Calle Cádiz 50, Valencia). Comics, libros, vino y un buen ambiente para hablar de lo que más nos gusta.

¿De qué se habla en una tertulia literaria?

Alberto Torres Blandina (Cosas que nunca ocurrirían en Tokio, Con el Frío, Contra los Lobos…) organiza estas reuniones en la librería Bartleby de Valencia. Un grupo de escritores, un libro en común, todo por hablar, nada que esconder. En ocasiones —como ésta—, los autores del libro elegido se arriesgan a unirse a la tertulia.

Por fortuna, se han encontrado las crónicas de lo allí sucedido.

Noviembre 2017

Juan Miguel Aguilera

Nos citamos con Juan Miguel Aguilera para hablar de tres de sus libros, La Zona, Sinbad y el País del sueño y Viajes a las tierras del Ocaso (Rihla). Nos limitamos sólo a 3 obras porque si nos propusiéramos abarcar todas, especialmente con la saga de Akasa Puspa, no salimos (vivos) de Bartleby. Mientras llegaba nuestro invitado, aprovechamos para felicitar a nuestra compañera María, ganadora del Beatriz Civera de este año y, como no, de hablar de lo que todo el mundo habla últimamente, aunque enseguida lo llevamos a nuestro terreno; copio unas líneas de uno de los libros a colación en esta tertulia, La Zona:

«—Es una buena idea —sentenció Madi—. Vamos unos cuantos a por la furgoneta y la traemos hasta la puerta del bar. Abrimos, y os metéis dentro.

—¿Vamos a votar?

—Ya hemos votado —respondió el nigeriano—. Ha ganado el sí. En cuánto haya luz, nos vamos».

Yo no digo nada. Solo transcribo.

La zona

Es lo que tiene la ciencia ficción, que acierta más de lo que quisiéramos. Hablamos de otros ejemplos, donde no faltaron Verne y Asimov, pero me estoy adelantando, porque nos encontrábamos en el punto en que nuestro invitado estaba por llegar. Rebobino. Por fin llegó Juan Miguel Aguilera, y lo hizo acompañado de mocos y estornudos, congestión y gérmenes, y es que llevaba una semana en casa incubando. Su gripe nos dio pie a hablar del capítulo de los Cazadores de Mitos donde demuestran con una nariz de pega cómo prolifera el virus sin darnos cuenta, más por el contacto que por aire. Esta información aparece también en La Zona, que trata de una epidemia en los invernaderos de Almería donde los infectados se vuelven tremendamente violentos e insensibles al dolor. Esto nos dio pie a su vez a hablar de la documentación. Tema en que insistimos, ya que estos libros, que se pueden etiquetar de fantasía o tecno-ficción, están muy, muy bien documentados y cuentan con una base científica que pone los pelos de punta. Sin darnos cuenta pasamos al tema de escribir a 4 manos y no morir en el intento, ni matar al dueño de las otras dos manos, venidos al caso, ya que La Zona está coescrita con Javier Negrete. Su método de trabajo consistía en que los dos trabajaban el mismo capítulo, en vez de alternarse o distribuirse la producción de los mismos, que es lo que pensábamos todos. Me resultó muy interesante, me imaginé las correcciones y discusiones acerca de los personajes, de las tramas y de los diálogos, y todo intentando respetar el estilo del compañero sin profanar el propio. La Zona comenzó como guion de cine, y quizá eso ayudó a trabajar de forma más ordenada y sistemática, al contar con una escaleta bien definida, quién sabe. Si disfrutasteis con películas como 28 días después y su secuela, o con Tren a Busan o con el videojuego The Last of us, disfrutaréis con la novela de Aguilera, os lo aseguro.

Viajes a las tierras del Ocaso (Rihla)

También hablamos de los títulos de las novelas y las controversias que genera. Sobre Rihla, que en árabe significa «viaje», su editor español (vende más en Francia, cosa habitual entre escritores españoles que consiguen internacionalizarse, lo que nos tendría que preocuparnos y avergonzarnos) prefirió llamarlo Viajes a las tierras del Ocaso, con el nombre en árabe al final, entre paréntesis, porque al público le resultaba difícil buscar, retener y empatizar el título original, sobre todo por la «h», que la intercalan de cualquier manera menos donde toca. La Zona es otro título controvertido. Actualmente se emite una serie de televisión con el mismo título y que no tiene nada que ver, y nadie ha llamado a la puerta de nuestro autor para pedirle permiso. Se debe a que, al ser un nombre tan genérico, los derechos de exclusividad se difuminan. Lo mismo pasa con La Locura de Dios, también obra de Aguilera, que, al ser una referencia bíblica, nadie puede pedirle explicaciones sobre su uso, salvo Dios, claro está. Fuera del imaginario del autor invitado se me ocurre, por ejemplo, Californication; grupo de música y serie protagonizada por David Duchovny, el de ExpedienteX, con demanda judicial de por medio por parte de los músicos hacia la productora de la serie y que, por cierto, perdieron.

Sobre Sinbad y el País del sueño comentamos el detalle de incluir códigos QR al final de cada capítulo con interesantes hipervínculos a artículos. Buena iniciativa para expandir el universo de la novela y no sobrecargarla al mismo tiempo de historia y sobre-documentación. Me sé de algún tocho, sobre todo novela histórica, que le vendría muy bien.

Sinbad y el País del sueño

También hablamos de, como no, la reescritura. En un pasaje, Aguilera tuvo que reescribir toda una escena ambientada en México porque, al visitarlo, encontró sus descripciones imprecisas respecto a sus experiencias más cercanas. Se abrió el debate de si debemos sólo escribir aquello que conocemos y donde hemos estado o, por el contrario, podemos crear mundos con nuestra imaginación y documentación sin necesidad de conocerlos físicamente. Como casi todos los participantes de la tertulia se dedican a la ciencia ficción y a la fantasía, os podéis imaginar su opinión, reforzada en este debate con grandes ejemplos: No le hizo falta a Arthur C. Clarke darse un garbeo por el universo profundo para escribir 2001, odisea en el espacio ni a J.R.R Tolkien irse de mochilero por la Tierra Media para conseguir unas descripciones precisas y nada impostadas de sus historias. También se dice que la autora de 50 sombras de Grey se sirvió de Google maps para ubicar su historia en la ciudad donde la ubica. Si hay impostura o calidad en ese último ejemplo lo desconozco. Sí, lo he hecho, acabo de mencionar en un mismo párrafo a Clarke, Tolkien y E.L James.

En el lado de los detractores había quienes pensaban que conocer los sitios o los temas que describimos es fundamental para quitar la pátina de impostura que pudiéramos imprimir en caso de no conocerlos. Se citó a Dan Brown y sus errores geográficos de bulto (y de trama, y de ciencia, y de historia), a Sir Anthony Hopkins en Misión Imposible II, que asevera que aquí, en España, honramos a nuestros santos quemando figuras de madera que les representan (mezclando la Semana Santa y las fallas, de juzgado de guardia) o, por último, mencionar el caso de Cortázar, que confunde la marihuana con la heroína en El Perseguidor. Sí, lo he vuelto a hacer, he mencionado en un mismo párrafo a Dan Brown, Anthony Hopkins y Cortázar. La vida a veces puede resultar así de divertida.

Hablamos de más cosas, por supuesto, pero tampoco hay que apabullar. Al final y para seguir la costumbre, los supervivientes continuaron la tertulia una vez acabada la Tertulia, pero lo que ocurre fuera de Bartleby se queda en la conciencia de los asistentes y la incertidumbre de los huidos.

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