Son fechas de hacer balance y de proponerse nuevos desafíos. Fechas de darse un capricho. O dos, o tres, si son libros. Por eso triunfan tanto las listas de lo mejor del año. Porque permiten hacer ese repaso final y, quizá, prepararse para el año que entra de cara a preparar nuevas lecturas.
Hace unos días leía por Twitter que hacen falta más listas hechas por lectores y no tantas por medios de comunicación, editores, libreros o críticos especializados, como dando a entender que todos ellos se mueven por intereses particulares y recomiendan lo que les conviene, no lo que tiene más calidad. Alguien contestaba a esa afirmación diciendo que medios de comunicación, editores, libreros y críticos especializados también son lectores; y no faltaba quien defendía que esas listas hechas por lectores ya están hechas, que son las listas de los más vendidos, que en su soberana libertad deciden qué compran y qué dejan de comprar; pero, claro, no es solo que comprar no sea sinónimo de leer, es que basarnos en lo que más compran los lectores no hace sino devolvernos al núcleo del problema, al estar esas decisiones mediatizadas por listas previas.
La única forma de resolver el dilema es dejar que cada uno haga las listas que quiera, que nos inunden hasta que nos salgan listas por las orejas, y después que cada uno haga lo que buenamente le parezca, ya sea criticándolas o siguiéndolas a rajatabla como si fueran una receta de cocina. Tal vez esté diciendo todo esto porque estoy allanando camino para lanzar mi propia lista ‒o más bien una minilista‒. Porque me considero, ante todo, lector y todo cuanto he leído a lo largo del año, si mucho o si poco, responde exclusivamente al gusto personal. Así ha sido y así será siempre. Es por eso que las novedades editoriales se mezclan con libros publicados en tiempos inmemorables.
Hecha esta aclaración previa, diré que a lo largo de 2017 han caído 33 libros. Todos ellos ‒salvo los tres últimos, que tendrán que esperar al año que viene‒ están reseñados en La piedra de Sísifo. Habrá quien la supere de largo, pero personalmente considero que es una cifra que no está nada mal. De esta treintena de libros he querido hacer balance para entresacar los que me han parecido mejor. La inercia me llevaba a hacer una lista con los diez mejores ‒por aquello de redondear‒, pero con poco más de treinta libros me parecía que elegir diez era abrir el grifo demasiado, así que he limitado mi selección a cinco. Como he dicho, ya están reseñados, así que me limito a dar una breve explicación de por qué los he elegido y si alguien desea más información enlazo con la reseña.
Sin más, estos son mis cinco mejores libros del 2017.
Instrumental, de James Rhodes
La lista tenía que empezar sí o sí con este libro. Acercarse a algo con las expectativas altas ‒sea un libro o cualquier otra cosa‒ no suele terminar bien. Y decir que tenía las expectativas altas con este libro es quedarme corto. Desde que salió publicado no había parado de leer críticas que lo ponían por las nubes, tanto de medios prestigiosos como de personas cercanas en las que confío ciegamente. Pocas veces todo el mundo coincidía y pocas veces yo coincido con todos ellos. Este libro merece todos y cada uno de los elogios que se han dicho de él. Hay que tener en cuenta que es una lectura a ratos durísima, que muchas de las experiencias que Rhodes narra son para ponerte un nudo en la garganta, pero merece la pena el mal trago. Y su manera de escribir engancha incluso más que lo que cuenta. Su lenguaje es directo y sencillo, a veces algo barriobajero, pero al mismo tiempo tiene un ritmo y un lirismo que te encandila. Por último, decir que como acercamiento a la música clásica es excelente.
La caverna, de José Saramago
Sí, leer a Saramago es ir a lo seguro. La trama del libro te podrá gustar más o menos, pero sabes perfectamente lo que te vas a encontrar. A Saramago lo empecé leyendo con Ensayo sobre la ceguera, que es como empezar la casa por el tejado, porque es su mejor libro. Después, como es lógico, hemos ido bajando el nivel. Incluso me ha pasado que he leído algunos libros de Saramago que ni fu ni fa ‒me pasa lo mismo con Woody Allen‒, pero solo por la manera de narrar y por ese estilo, sin apenas signos de puntuación, ha merecido la pena el tiempo invertido en ellos. Con La caverna sabía que no iba a acabar del todo descontento, porque está entre sus novelas más aclamadas. Y no me ha decepcionado. Sobre la historia, de argumento mínimo, se levanta una reflexión de tintes filosóficos con un simbolismo que tal vez ‒y eso es lo único reprochable‒ fuera demasiado evidente. ¿Qué voy a hacer cuando me haya terminado todas las novelas de Saramago?
La armadura de la luz, de Javier Miró
Este año estoy haciendo una lista con mis cinco libros favoritos pero el año pasado hice la proeza de quedarme con uno solo como la mejor lectura del año. Aunque titubeé un poco, no fue demasiado, y elegí El nombre del viento de Patrick Rothfuss. Así que imaginaros todo lo que me gusta esta saga. Durante todo el 2017 yo, junto a infinidad de lectores de todo el mundo, hemos estado mordiéndonos las uñas esperando que Rothfuss sacara la continuación de El temor de un hombre sabio. Un año más, nos quedamos esperando. La armadura de la luz de Javier Miró me ha servido para acallar, al menos durante unos días, el gusanillo de la espera. Sé que me pongo muy pesado comparando el libro de Miró con el de Rothfuss, pero no lo hago queriendo dar a entender que uno sea una copia del otro. En realidad, si dejamos al lado algunos paralelismos, son libros muy distintos. No me lo tengáis en cuenta, es que el libro de Javier Miró es lo único que he leído de fantasía épica este año.
El síndrome del lector, de Elena Rius
Hasta el último momento he estado dudando si incluir este libro o si poner en su lugar Etílico de Carlos Mayoral ‒ya me vale haber limitado la lista a cinco en lugar de a seis‒. Son libros cualesquiera de los dos, tanto el de Elena Rius como el de Carlos Mayoral, que sintetizan a la perfección la esencia de La piedra de Sísifo. Si finalmente me he quedado con El síndrome del lector es porque es todavía más La piedra de Sísifo. Artículos muy cortitos pero llenos de enjundia sobre el mundo del libro y de los lectores, muchos de ellos publicados en su blog. El enfoque, aunque divulgativo, está lleno de referencias no solo del mundo del libro sino también del digital. Abundan las curiosidades y, ante todo, en cada página se deja entrever un amor infinito hacia los libros. ¿Qué más se puede pedir?
Roba como un artista, de Austin Kleon
Mi última recomendación es una pequeña trampa porque en realidad es doble. Es necesario leer Roba como un artista con su complemento, su continuación lógica, Aprende a promocionar tu trabajo ‒del diario no voy a hablar porque no lo he utilizado‒. Ambos libros están en un formato muy parecido, con unas dimensiones muy originales que destacarán en cualquier librería, y un lenguaje muy visual. Decir que estos dos libros, preferiblemente juntos, dan buenas ideas para cualquier persona que quiera desarrollar su creatividad y posteriormente quiera enseñar su obra al mundo es quedarse corto. No voy a decir que su descubrimiento supusiera un giro copernicano en mi manera de entender el arte y la escritura, pero sí que dieron forma concreta, en secuencias legibles de palabras, a distintas ideas que estaban en la nebulosa de mi pensamiento y que no acababan de aterrizar. Vuelvo a insistir: se lee en dos ratos y da un montón de ideas que son aplicables no solo al mundo del arte o de la escritura sino a cualquier faceta de la vida en general. De hecho, casi podría decirse que el libro de Austin Kleon ha abierto camino, habida cuenta de la cantidad de libros para desarrollar la creatividad que han aparecido posteriormente. Además, el buen gusto con el que están editados los convierten en un regalo ideal.
No hay comentarios