La antigua ciudad desértica de Chinguetti, situada en el extremo occidental del Sahara, en Mauritania, ha cambiado muy poco desde que se fundó hace más de doce siglos. Las casas todavía están construidas de piedra seca y barro rojizo, con techos planos, de paneles de madera de palmera. Las paredes, de piedra, están perforadas con pequeñas ventanas y puertas talladas a mano, recortadas de grandes acacias antiguas, que desaparecieron hace mucho tiempo. Muchas de esas casas ahora están en ruinas, abandonadas por sus dueños para escapar de la arena invasora del vasto Sahara. Lo que una vez fue una próspera metrópoli de 200.000 ciudadanos, cuenta ahora con solo unos pocos miles de habitantes. Y a medida que la ciudad desaparece de forma lenta pero inexorable bajo la arena, algunas de las últimas familias se aferran desesperadamente a su más preciado tesoro, una de las mejores colecciones de manuscritos islámicos antiguos.
Situado en la encrucijada de varias rutas comerciales a través del Sahara, Chinguetti se convirtió en un importante centro comercial en el siglo XI. Las caravanas del desierto solían usar la ciudad como un oasis, deteniéndose para vender sus mercancías ‒dátiles y sal‒ y para descansar. Tiempo después pasó a ser un lugar de reunión para los peregrinos que se dirigían a La Meca. Miles de hombres cultos pasaron por este lugar, lo que produjo un intercambio de ideas religiosas y científicas e hizo célebre a la pequeña ciudad. Lo que una vez fue solo un punto de paso se convirtió rápidamente en un destino en sí mismo. Durante siglos, personas de todo el oeste de África viajaron a Chinguetti para estudiar religión, así como leyes, astronomía, matemáticas y medicina.
Hace medio siglo, se decía que había 30 bibliotecas con volúmenes antiguos y miles de manuscritos. En la actualidad solo sobreviven cinco, de carácter privado. Además, estas bibliotecas son salvaguardadas por las mismas familias que han estado manteniendo sus tesoros literarios durante generaciones. Pero lo cierto es que, almacenados en estanterías abiertas y expuestos al duro clima desértico, estas joyas históricas se están deteriorando poco a poco.
El gobierno de Mauritania ha gastado gran parte de sus recursos en seguridad y combatiendo a Al Qaeda en el Magreb Islámico. A pesar de no tener demasiado interés en el patrimonio nacional, ha intentado adquirir estos manuscritos para que puedan ser preservados en las condiciones adecuada pero las familias se niegan a desprenderse de su legado. Es un honor guardarlos. «¿Se separaría de una mano o de un pie? Son parte de nosotros», dice Seif Islam, el director de la escuela local, que tiene 700 volúmenes polvorientos en su colección.
Según The Guardian, se estima que en total hay unos 33.000 textos antiguos en el país, pero solo un par de miles se han limpiado y archivado como es debido en el Museo Nacional. Transmitidos de generación en generación, esos manuscritos, algunos de los cuales datan del siglo X, son propiedad de familias locales que están dispersas por las principales cuatro ciudades, Chinguetti, Ouadane, Oulatane y Tichitt, enclaves todos ellos que se encuentran dentro de la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco desde 1996.
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