No se sabe con exactitud cuántos años han pasado desde que el poeta italiano Dante Alighieri se encontró «en medio del camino de la vida, […] errante por selva oscura, en que la recta vía era perdida». Algunos estudiosos estiman que escribió el Infierno a comienzos del siglo XIV y terminó el Paraíso poco antes de morir, en 1321. Lo que el autor llamó simplemente Comedia, el escritor Giovanni Boccaccio calificó con el adjetivo que en los tiempos que corren se antepone obligatoriamente a esta obra maestra: “divina”. Ha sido traducida a más de veinte lenguas y analizada en todos sus exquisitos matices con el fervor de quienes se saben delante de un texto que ha marcado un antes y un después en la literatura universal. La representación dantesca del averno y los castigos que allí aguardan a los pecadores se cuela en el vocabulario cotidiano de muchos de nosotros- quizá hasta de algunos que no la han leído- cuando hablamos de los «círculos del infierno», y es común ver en las puertas de las aulas de los institutos y universidades italianos carteles que rezan «Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza» pegados por los propios alumnos el día de un examen difícil.
A finales del año pasado se difundió por las redes sociales una propuesta tan interesante como innovadora: comenzar el 2018 con una lectura masiva y a nivel mundial de La divina comedia. La idea surgió de Pablo Maurette, un ensayista argentino que lanzó una convocatoria en Twitter con el hashtag #Dante2018. ¿En qué consiste este ambicioso proyecto? Los tres libros de La divina comedia están formados por treinta y tres cantos cada uno. Sumado el canto inicial, la obra tiene un total de 100 cantos. El viaje que Maurette emprendió el pasado 1° de enero- el mismo que emprenden Dante y Virgilio cada vez que un nuevo o viejo lector toma un ejemplar de La divina comedia– tiene estipulado durar una centena de días. Un canto por día durante cien días, y la inmediatez y eficiencia de las redes sociales para conectar a lectores en todo el mundo al servicio de tan peculiar travesía. Los días anteriores al año nuevo, Twitter y Facebook se llenaron de usuarios haciendo planes, como si verdaderamente un millar de personas alrededor del mundo hubiéramos estado a punto de tomar las valijas y partir, al mismo tiempo y al mismo lugar. En cierto modo así lo hicimos, nuestro único equipaje obligado un ejemplar del libro (en su versión digital o impresa, pues hay para todos los gustos).
La lectura de tan rica y diversa obra dio paso a toda clase de análisis en el marco de las redes sociales que convocó a personas de todas las edades, profesiones y nacionalidades a participar de un intercambio cultural valiosísimo. No solo se comenta el canto correspondiente a cada día: también se comparten obras que hallaron su inspiración en algún punto entre el camino del infierno al paraíso, se comparan ediciones y traducciones, artículos académicos o curiosidades. Se generan debates dignos de una clase magistral de teoría y análisis literario, y en algunas ciudades incluso se han formado grupos de lectura presencial (silenciosa o en voz alta, pues de eso también hay para todos los gustos) que se encuentran semanalmente para repasar, remarcar y comentar los cantos. Somos un gran curso de literatura universal desperdigado por los cinco continentes, entusiasmados por lo mismo y volcando el contenido de nuestro bagaje cultural en la mesa como quien va a un mercado de trueque y deja algo a cambio de lo que ha llevado otro.
En la era de las comunicaciones inmediatas, el síndrome de las múltiples pantallas y el exceso de oferta de información, la obra cumbre de la lengua italiana ha encontrado su espacio. ¿Lo harán otras? ¿Será la primera de otras lecturas colectivas y comentadas por Internet del producto de las mentes más brillantes que han tomado pluma y papel? Nos imagino dentro de unas semanas saliendo todos juntos del paraíso dantesco y sintiendo un vacío enorme al saber que hemos llegado al último canto y que no habrá otro encuentro (virtual o presencial) al día siguiente. Pienso entonces: ¿por qué no hacer lo mismo con La Ilíada? ¿Por qué no leer todos juntos El Quijote?
La divina comedia nos ha demostrado que no es solo totalmente posible este tipo de encuentro e intercambio cultural que no conoce de distancias o fronteras, sino que hasta debe ser fomentado. Puede que las lecturas colectivas sean la respuesta a muchas preguntas que los editores nos hacemos acerca del futuro del libro y su capacidad de competir con otras fuentes de entretenimiento y placer como lo son las redes sociales o la industria televisiva. Pienso también: ¿por qué competir? Miren en cuán maravillosa aventura nos hemos apuntado todos, y la estamos compartiendo a diario a través de una pantalla.
A las puertas de los años 20 del siglo XXI, siete siglos después del viaje emprendido por Dante y Virgilio, el gran aporte del poeta florentino a la literatura universal está más vigente que nunca. Somos muchos los que nos paramos junto a él «en medio del camino de la vida, […] errante por selva oscura, en que la recta vía era perdida». El 10 de abril nos despediremos del «amor que el sol mueve y las estrellas». En lo personal, espero que la siguiente gran aventura nos encuentre a todos (y a muchos más de lo que somos ahora), por ejemplo, «en un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme».
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