
La librería Bartleby (Calle Cádiz 50, Valencia). Comics, libros, vino y un buen ambiente para hablar de lo que más nos gusta.
¿De qué se habla en una tertulia literaria?
Alberto Torres Blandina (Cosas que nunca ocurrirían en Tokio, Con el Frío, Contra los Lobos…) organiza estas reuniones en la librería Bartleby de Valencia. Un grupo de escritores, un libro en común, todo por hablar, nada que esconder.
Por fortuna, se han encontrado las crónicas de lo allí sucedido.
Marzo 2018
La Acusación se compone de siete relatos de corte costumbrista y gran carga simbólica. Tratan de una sociedad subyugada por un sistema totalitario.
Todos los tertulianos estuvimos de acuerdo: esta obra bebe mucho de las sociedades distópicas de 1984 o Un Mundo Feliz, pero con leves diferencias que le confieren identidad propia.
En La Acusación, igual que en estas distopías, el gobierno administra todos los asuntos económico-sociales del país. Sus departamentos de propaganda, de cultura y de periodismo moldean la realidad a su conveniencia y censuran aquello que pudiera resultar subversivo. Esta tiranía consigue que el pueblo no sea consciente de su contexto; sin capacidad de comparativa del exterior, ellos piensan que su forma de vida es la única viable o, por lo menos, la menos mala.
Igual que en 1984, las personas pertenecen al estado, por lo que, si los estamentos superiores deciden trasladar a un ciudadano y a su familia a la otra punta del país debido a un mal comportamiento, o porque un familiar —incluso uno lejano— ha traicionado al régimen, o porque su bebé llora cuando ve la imagen de sus líderes, el protagonista de esta situación no pensará siquiera en sublevarse, lo aceptará, por norma, con estoicidad. Aprendí de otra tertuliana la expresión «indefensión aprendida», que es cuando el sujeto se comporta pasivamente porque asume que no puede hacer nada para cambiar su situación. La Wikipedia lo explica mejor aquí.
Para dar verosimilitud a estos relatos, se asegura que el autor nace y crece en esta sociedad, aislada del resto del mundo desde hace casi un siglo, y que crea este manuscrito no en el exilio, sino siendo parte de la maquinaria. Nos preguntamos qué bagaje literario y cultural habrá recibido una persona así en un mundo sin literatura ni cultura que no sea la oficial ¿Cómo puede un escritor serlo sin leer a sus predecesores, sin estudiar a los grandes? Bandi, que es el pseudónimo del supuesto autor, forma parte del sindicato de escritores del país; es decir, el estado lo ha formado específicamente para ello, por lo que se gana la vida escribiendo para este régimen totalitario y su lavado de cerebro. Esta dicotomía, la de escribir en pro de la dictadura durante el día y conformar sus cuentos sediciosos durante la noche, a escondidas, para que ni siquiera sus familiares o sus vecinos lo supieran, por miedo a ser descubierto, nos fascinó.
Y es que en esta sociedad también hay, como no podría ser de otro modo, una vigilancia exacerbada del comportamiento y de la actitud de cada ciudadano, solo que, en vez de estar apoyada por la tecnología que permite que Gran Hermano vigile —en La Acusación la gente vive y trabaja como se hacía en tiempos de nuestros abuelos—, el control es llevado a cabo no por cámaras de televisión sino por el supervisor de cada portal y de cada fábrica, extendiéndose a cualquier persona susceptible de poder demandar al otro. Pensándolo bien, es la forma perfecta de evitar asociaciones u organizaciones revolucionarias porque, al no fiarse nadie de nadie, las relaciones humanas se limitan al mínimo indispensable, no sea que acusen a uno, incluso para beneficio propio o por motivos personales. Sí, la corrupción a todos los niveles también aparece en estos relatos de forma constante.
Gracias a la propaganda ya mencionada, e igual que en Un Mundo Feliz, esta sociedad tiene la idea de formar parte del pueblo elegido, y cree que el resto del mundo vive en condiciones mucho peores, con guerras constantes, hambrunas e injusticias varias. Recordé otro concepto que aparece en la novela distópica de Aldous Huxley publicada en 1932 y de rabiosa actualidad, el de la «esclavitud percibida como libertad».
A partir de este punto y siempre comparándolo con estas dos novelas de referencia, imaginamos situaciones repletas de paradojas y de metáforas; el típico «y si…» que siempre nos viene a la mente a aquellos que no paramos de imaginar:
¿Y si, en alguna otra parte, hay una sociedad con una forma de vida diferente que sabe de nosotros y que piensa que vivimos en una realidad deformada por los que en verdad mandan?
¿Y si nuestra realidad no es en realidad la realidad? ¿Y si vivimos en una matrix? Este supuesto lo propuso el más pesimista, justo antes de sentenciar «A veces me gustaría que llegara el apocalipsis para dejar de humillarme». Me quedo con la frase, aunque no estoy seguro de querer utilizarla.
¿Y si esta sociedad de La Acusación se abriera de repente a nuestro mundo? Debatimos sobre este punto tan interesante. Colegimos que el ciudadano medio descrito en estos relatos no creería nuestra existencia, no podría concebirla; pensaría que somos pura fantasía, una ficción distópica. En definitiva: una sociedad esclava que piensa que es libre y que está subyugada a la tiranía del entretenimiento y del escaparatismo de sus vidas, encadenadas al estado mediante hipotecas, alquileres, plazos mensuales, facturas, trabajos basura e ideas vanas.
¿Y si tuviera razón? ¿Y si vivimos en una sociedad donde funcionamos como autómatas, donde escuchamos la música que nos imponen y accedemos a la cultura que nos imponen, donde nos vemos obligados a pasárnoslo bien, donde, peor aún, nos vemos obligados a demostrar a todo el mundo que nos lo pasamos bien? ¿Y si nos están dirigiendo, con esta esclavitud percibida como libertad, a dejar de pensar, a despojarnos de cualquier capacidad de decisión y emancipación personal?
En este artículo se menciona las obras distópicas 1984 y Un Mundo Feliz. Quiero meter en el saco a Fahrenheit 451, Rebelión en la Granja y la película Metrópolis, de 1927. Las recomiendo encarecidamente, e invito al lector a proponerme sus lecturas preferidas relacionadas a este tema; las tendré muy en cuenta.
Por supuesto, ahora recomiendo esta novela.
Ah, se me olvidaba, su titulo completo es «La Acusación, cuentos prohibidos de Corea del Norte», y no es ninguna ficción distópica, al menos no lo es desde aquí, desde nuestro lado de la realidad.
Acabo. Decir que, después de la tertulia, algunos nos fuimos de vinos y de cervezas y de aguas —sí, también bebemos agua—. Quisimos probar la hamburguesa de canguro o de cocodrilo, pero no nos dejaron. Da lo mismo, como viene siendo habitual, lo ocurrido fuera de Bartleby queda en la conciencia de los asistentes y la incertidumbre de los huidos.
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