Aventurero e intelectual casi a partes iguales, el estilo satírico de Mark Twain le granjeó alabanzas tanto por tarte de la crítica como del público, con un talento que le llevó a codearse con presidentes estadounidenses, artistas, industriales y miembros de la realeza europea y que ha hecho que hoy en día se considere no solo uno de los más grandes escritores norteamericanos, descrito por William Faulkner como «el padre de la literatura moderna», sino también uno de los mayores humoristas.
Su carrera comenzó como aprendiz de impresor antes de pasar a trabajar como tipógrafo. Su hermano Orión había comprado el diario The Hannibal Journal, y Twain, por entonces Samuel Clemens, contribuyó con artículos. Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que su verdadera vocación era trabajar en un barco de vapor, una dedicación que le valdría el sobrenombre por el que sería recordado, Mark Twain. Tras la Guerra Civil se trasladó a Nevada para estar con su hermano, que trabajaba como secretario del gobernador. Desde sus comienzos, la carrera de Mark Twain estaría vinculada a las bromas y al humor. Una de las primeras noticias que publicó en el diario Territorial Enterprise, de Virginia City, donde usó por primera vez su sinónimo, fue un texto titulado «El hombre de piedra», donde se informaba sobre la aparición de un hombre petrificado de unos cien años de edad. A pesar de que evidentemente se trataba de una broma ‒y para que fuera entendida así dejó varias pistas en el escrito‒, la mayor parte de los lectores del periódico pensaron que era real.
Poco tiempo después viajó a Hawai, conocido entonces como las Islas Sandwich, donde trabajó como reportero escribiendo artículos de viajes que tuvieron muy buena acogida entre sus lectores. Estos artículos, enfocados desde un punto de vista humorístico, tuvieron tanto éxito que se convirtieron en la base de sus frecuentes conferencias. Durante la década de 1860, las conferencias, en general, eran una forma de entretenimiento asombrosamente popular, muy parecido al cine actual. En sus conferencias Mark Twain narraba los graciosos relatos de sus viajes no solo a las Islas Sandwich sino a otros lugares como París, Egipto o diferentes puntos del Mediterráneo. Estas conferencias, además de proporcionarle un dinero extra para financiar futuros viajes, atraían la atención de más lectores hacia su trabajo. Esto permitió publicar una colección de sus artículos basados en un viaje a que hizo a Hold Land, titulada The Innocents Abroad, así como un relato autobiográfico de su época como minero en el oeste. Este último texto, Roughing It, es un ejemplo del humor que hay en toda la obra del autor ‒y, como curiosidad, añadir que sirvió de inspiración para la serie Bonanza‒.
Twain publicó su primera novela en 1873, The Gilded Age: A Tale of Today, escrita a dos manos con su amigo y vecino Charles Dudley Warner, como consecuencia de un desafío que les hicieron sus esposas. Si bien su humor y su sátira fueron elogiados, la novela no fue ningún éxito debido a su falta de cohesión, algo comprensible teniendo en cuenta que fue redactada en fragmentos separados por los dos escritores. Un crítico lo comparó con un aliño de ensalada mal mezclado. La novela satiriza a la sociedad y al gobierno de la era posterior a la Guerra Civil.
Decir que la siguiente novela de Twain, publicada en 1876, tuvo mucho más éxito es quedarse corto, porque Las aventuras de Tom Sawyer está considerado como uno de los libros más importantes de la literatura juvenil. Aplaudida por su uso del humor y por la representación que hace de la vida en Missouri a lo largo del río Mississippi, la novela continúa imprimiéndose de forma masiva hoy y ha sido adaptada a series de televisión, películas, obras de teatro e incluso videojuegos. Además, este libro inspiró una secuela que nada tiene que envidiar al original: Las aventuras de Huckleberry Finn. Aunque hoy en día la consideremos como una de las grandes novelas estadounidenses, en su época se consideró tremendamente vulgar, con un humor que fue calificado de muy poco apto para mujeres y niños. Ninguna de las novelas posteriores alcanzó un éxito parecido a las protagonizadas por Tom Sawyer y Huckleberry Finn, pero Twain siguió incorporando el humor y la sátira como señas de identidad de su firma. En Un yanqui en la corte del Rey Arturo toma un ingeniero de su época y lo traslada al Camelot mítico, donde derroca a Merlín y se coloca como consejero y mano derecha del rey Arturo y posteriormente lo destruye todo intentando modernizar la corte.
Hoy en día Mark Twain ostenta un merecido puesto dentro del canon literario universal, un lugar que se ha ganado no solo por su vertiente cómica sino también por sus trabajos serios, pero si echamos un vistazo a la Wikipedia veremos que, justo a continuación de su faceta como escritor se le recuerda como orador y humorista, lo que nos llevaría a imaginar a este autor como uno claro antecedente de los modernos monologuistas. Mark Twain convirtió el humor en una seña de identidad no solo de su obra sino también de su vida. Baste recordar, por poner un ejemplo, la broma que le gastó su amigo Robert J. Collier cuando le hizo creer que le había regalado un elefante por Navidad.
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