«Sé hospitalario con los extraños. Podrían ser ángeles disfrazados», es la frase que reza escrita por George Whitman sobre uno de los arcos de su legendaria librería, Shakespeare & Company, sucesora espiritual de la librería de Sylvia Beach. Whitman compró los fondos de la librería de Beach en 1963 y aunque para entonces ya tenía su propia librería, Le Mistral, decidió cambiarle el nombre y utilizar el de la librería de Beach para darle continuidad a su sueño. Whitman fue un vagabundo aventurero que cuando llegó a la veintena, después de aparentemente haberlo vivido todo, decidió establecerse en París y hacer realidad el sueño de tener su propia librería.
Como relata Jeremy Mercer en La librería más famosa del mundo, Whitman hizo de su establecimiento mucho más que un lugar al que ir a mirar o a comprar libros. Cumplió a rajatabla ese lema sobre una de las puertas, que daba la bienvenida a todos los visitantes. Durante décadas no solo acogió bajo su techo a toda clase de viajeros y amantes de los libros sino que alentó, y casi se podría decir que apadrinó, a infinidad de escritores. Muchos de ellos se convirtieron en voluntarios que trabajaban en la librería unas horas al día a cambio de un alojamiento espartano en la propia tienda.
En 1960, tal vez inspirado por una conversación con uno de esos voluntarios, Whitman escribió una carta a Ana Frank, que por aquel entonces llevaba ya quince años muerta y que, de haber seguido viva para visitar la librería, hubiera tenido 31 años. En aquel entonces Le Mistral era todavía Le Mistral. La visión que da Whitman de la barbarie que supone cualquier conflicto bélico no ha perdido un ápice de vigencia. Y eso a pesar de que él la Segunda Guerra Mundial le pilló muy de soslayo, enviado a una remota estación meteorológica en Groenlandia.
Le Mistral
37 rue de la Bûcherie
Querida Ana Frank,
Si mandara esta carta a la oficina de correos, ya no te llegaría porque has sido borrada del universo. Así que escribo una carta abierta a quienes han leído tu diario y han encontrado una hermanita que nunca han visto y que nunca desaparecerá por completo de la tierra mientras nosotros, los que vivimos, la recordemos.
Querías venir a París durante un año para estudiar historia del arte y, si lo hubieras hecho, tal vez podrías haber paseado por el quai Notre-Dame y haber descubierto una pequeña librería al lado del jardín de Saint-Julien-le-Pauvre. Ya sabes suficiente francés para leer el aviso de la puerta: Chien aimable, Priere d’entrer. El perro no es realmente un perro, sino un poeta llamado Francois Villon que ha regresado a la ciudad que amaba después de muchos años de exilio. Él está sentado junto al fuego junto a un gatito con un nombre muy inusual. Te gustará saber que se llama Kitty por el amigo imaginario al que escribías cartas en tu diario.
Esto, nuestra librería, es como una familia donde tus hermanas chinas y tus hermanos de todas partes se sientan en salas de lectura y conocen a parisinos o toman el té con escritores extranjeros que están invitados a vivir en nuestra casa de huéspedes.
Recuerda cómo te preocuparon tus inconsistencias sobre tus dos yoes: la coqueta y alegre Ana superficial que escondía a la tranquila y serena Ana que trataba de amar y comprender el mundo. Todos nosotros tenemos una doble naturaleza. Todos deseamos la paz, pero en nombre de la autodefensa hemos trabajado por la autodestrucción. Hemos construido armamentos más poderosos que el total de todos los utilizados en todas las guerras de la historia. Y si los ejércitos a los que no les gusta negociar las pequeñas diferencias que separan a las naciones no están bajo una sabia autoridad civil, tienen el poder de escribir el testamento del hombre, en un planeta muerto, donde las ciudades radiactivas están rodeadas por selvas de plantas moribundas y malezas venenosas.
Dado que una bomba nuclear podría destruir la mitad de la población mundial así como la base material de la civilización, el general soviético Nikolai Talensky concluye que la guerra ya no es concebible para la solución entre las diferencias políticas.
Los sueños de una niña registrados en su diario desde el decimotercer cumpleaños hasta el decimoquinto significan para nosotros más que el trabajo de millones de soldados y de miles de fábricas que luchan por un Reich de mil años que duró poco más de diez años. El diario que ocultaste para que nadie lo leyera quedó en el suelo cuando la policía alemana te llevó al campo de concentración y ahora lo han leído millones de personas en 32 idiomas. Cuando la mayoría de las personas mueren, desaparecen sin dejar rastro, sus pensamientos son olvidados, sus aspiraciones son desconocidas, pero tú simplemente has dejado a tu propia familia para convertirte en parte de la familia del hombre.
George Whitman
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