Ser creativo es ser incomprendido. Por eso, tienen que pasar años o incluso décadas desde la muerte de muchos artistas y escritores para que la historia los vaya poniendo en su sitio. Hoy en día nadie dudaría en calificar a Edgar Allan Poe como uno de los maestros universales del relato corto. Consiguió renovar la novela gótica, inventó el relato detectivesco e hizo importantes aportaciones al género emergente de la ciencia ficción. La escritura fue para él mucho más que un pasatiempo, fue una forma de vida, lo que le acarreó nefastas consecuencias.

   En 1938 se trasladó con su familia a Nueva York y, siguiendo el consejo de sus editores, intentó publicar un libro en un formato más popular, una novela de aventuras. Así nació su cuarto libro, La Narración de Arthur Gordon Pym, que tampoco tuvo una buena acogida por parte de la crítica y que le reportó escasos beneficios económicos. La necesidad llevó a Poe a aceptar un trabajo un tanto impropio de su talento: hacer un refrito de un libro existente, Manual de conquiliología de Thomas Wyatt. Por orden del propio Wyatt, Poe condensó y remezcló los contenidos del manual, que originalmente costaba ocho dólares, para hacer una versión más asequible para los estudiantes, la cual se vendería en las conferencias por un dólar y medio. El editor del manual original pensó que un refrito podría perjudicar a las ventas de su libro así que Wyatt buscó a un escritor que necesitara dinero y estuviera dispuesto a hacer el trabajo para que pusiera su nombre en la cubierta y figuraran como dos trabajos distintos.

   Debido al tipo de trabajo, las contribuciones originales de Poe al manual fueron muy escasas. Se limitó a reordenar y reescribir partes del libro, además de añadirle una nueva introducción y un nuevo prefacio. El problema es que Poe no tuvo precisamente en cuenta quiénes eran los destinatarios del libro, jóvenes estudiantes, y según dice el biógrafo del poeta Jeffrey Meyers los añadidos de Poe fueron aburridos y pedantes, tanto que garantizaban «atormentar y desalentar incluso al estudiante más interesado».

   El libro no solo no hacía justicia al genio de Edgar Allan Poe sino que incluso tuvo que soportar la acusación de plagio por parte del editor de Wyatt. Poe no solo utilizó el trabajo de Wyatt para el libro sino del naturalista inglés Thomas Brown, aunque también aportaba material nuevo y reorganizaba los contenidos de otra manera. Con todo, el refrito del Manual de conquiliología de Thomas Wyatt fue el libro que mejor se vendió de Edgar Allan Poe en vida del autor, y el único que tuvo una segunda edición.

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