¿Lo primero que haces al despertar y lo último al acostarte es mirar el móvil? Ayer, mientras comía, mi pareja me miró fijamente. Lo cierto es que no tuvo que decir nada, sabía perfectamente cuál era el problema: yo había vuelto a coger el teléfono una vez más. No era la primera vez que pasaba, y me recuerdo a mí mismo reprochando lo mismo a mis padres. Una semana atrás, una conocida de Twitter decía adiós a la red social.

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Dime, lector, ¿cuántas veces miras la pantalla de tu teléfono móvil durante el día? De media, desbloqueamos nuestra pantalla unas 150 veces diarias. ¿Sabes cuántas horas pasas en las redes sociales? ¿Piensas que “puedes dejarlo cuando quieras, pero no quieres”? Somos adictos del comportamiento, y las redes sociales no iban a escapar de estas adicciones, ¿verdad? Haz la prueba para saber si eres adicto.

Algunos datos para tomárselo en serio

En 2013 el Instituto de Investigación de Drogodependencias publicaba un estudio en el que admitía la dificultad de determinar qué parte del uso de las redes sociales forma parte de un comportamiento normal y qué parte del uso es una adicción conductual. Para ello, comparó las redes sociales con otras adicciones archiconocidas como el juego, el sexo, la comida, las compras, el trabajo, el deporte o la tecnología. Las conclusiones no eran muy halagüeñas: todo parecía indicar que las redes sociales darían problemas. El autor no se equivocaba.

Ese mismo año, Phone House publicaba los datos de una encuesta a 3.745 personas. En ella se afirmaba que “el 82% de los españoles no tiene ningún reparo en prestar atención a su teléfono móvil en algún momento aunque se encuentren acompañados”, una conducta que un año después se popularizaría con el nombre de phubbing.

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Uno de cada dos españoles consultaba el móvil a pesar de estar acompañado al escuchar una notificación. Pero, además, cerca del 42% de los usuarios no pasaban ni una hora sin consultar el teléfono, y el 32% era incapaz de evitar ojear el teléfono cada 15 minutos. En el estudio destacaban los veinteañeros (36%) y treintañeros (32%), además de los varones (58%) frente a las mujeres (42%). No es un caso aislado y hay cientos de estudios similares.

En 2017, un estudio español de la Universidad de Girona trataba de analizar el perfil psicosocial de adolescentes españoles, y dio con varios datos interesantes. Se descubrió que de 1.102 adolescentes entre 11 y 18 años la edad no era un elemento discriminativo, pero sí el género. Del 12,8% de usuarios que hicieron un “uso excesivo” del teléfono móvil había prevalencia de niñas frente a niños.

Si en grupos de edad más avanzada triunfaron los varones era porque ellos habían tenido acceso más directo a la tecnología. En nuevas generaciones, criadas de forma unisex, ellas se desmarcan en la adicción a las redes sociales.

Además, las personas más inseguras y con altas tasas de ansiedad “usaban Facebook para regular su estado de ánimo” y para “experimentar la sensación de pertenecer a un grupo y satisfacer su necesidad de sentirse seguros”. Si hay algún lector adicto al alcohol o al tabaco, o algún profesional orientado al tratamiento de adicciones, entenderá qué significa esto: nuestros adolescentes son adictos a las redes sociales, pero nosotros también.

¿Quieres saber si sufres adicción a las redes sociales?

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Si trabajas con ellas, especialmente si eres autónomo, te hará más difícil la tarea de dejar las redes detrás. Pero todos tenemos huecos de tiempo en los que podemos analizar nuestra posible (y probable) adicción a las redes sociales. Empezando con algunas preguntas básicas:

  • ¿Dejarías las redes sociales por un día? ¿Y una semana? ¿Y un mes?

Esto no es nada fácil. Muchas personas lo han intentado sin éxito y vuelven a entrar a las redes sociales al poco de tratar de evitarlas. Hay una extensión para Chrome llamada Waste no time que te dice cuántas horas has pasado en cada página web que visitas.

Es muy interesante para tomar consciencia del tiempo que pasamos en ellas. Para el teléfono móvil tenemos Checky si queremos saber cuántas veces hemos desbloqueado el teléfono, y QualityTime nos permite hacer un seguimiento por aplicación. Dado que el smartphone está siempre con nosotros, instalarla puede ser una buena idea. Aunque sea por curiosidad, para comprobar cómo somos.

  • ¿Desinstalarías las redes sociales de tu teléfono?

Tanto si sabes si haces un uso intensivo o adictivo del terminal como si no, ¿te plantearías borrar Twitter, Instagram o Facebook? Piensa que podrías seguir usándolo, para emergencias, en el navegador del teléfono o en el del ordenador en casa. Parece que no, pero te aportaría muchas horas al día.

En 2015 el número de horas en redes sociales superó el número de horas viendo la televisión. En 2018, según Ilifebelt, el 33,9% de los usuarios de redes sociales pasan más de 3 horas conectados. Son muchas, muchas horas, y es por eso que borré todas las redes sociales del teléfono hace meses. Ahora leo un libro a la semana.

  • ¿Te darías de baja de algún servicio de red social?

Supón que descubres que pasas cuatro horas diarias en Instagram. ¿Te darías de baja del servicio? Cada vez que esta u otra red social se cae durante unos minutos, alguien guarda la cuenta. La última caída volvió a llevar el HT en Twitter #InstagramDown y duró 27 minutos. Se subieron miles de memes como el de abajo.

No serías la primera persona en dejar de lado WhatsApp o Facebook. Este mismo año varias personas públicas han tratado, sin demasiado éxito, eliminar las redes sociales de su vida. “Volviendo por presión social” quizá es la frase más llamativa de esta última publicación.

  • ¿Buscarías ayuda profesional?

Si has respondido de manera negativa a las tres preguntas anteriores parece evidente que tampoco vas a buscar ayuda profesional de ningún tipo. Me refiero a algún psicólogo para hablarlo y comprobar si eres un adicto o solo un usuario altamente activo capaz de dejarlo cuando quiera.

El nivel de personas con adicción a las redes sociales es tal en los Estados Unidos que los centros de desintoxicación para las nuevas tecnologías son una realidad del día a día en las grandes ciudades. En las más pequeñas, las reuniones de alcohólicos anónimos (AA) se llenan con tecnoadictos, a los que se les abre las puertas porque no tienen otro lugar al que ir. En España, y ciudades como Madrid, todavía son nuevos y llaman la atención.

“No tengo un problema”, pero vamos a plantar arbolitos

Forest: Stay focused es una de las aplicaciones más interesantes que podemos encontrar en el market place. Pongamos que es un juego mediante el cual plantamos árboles. Con un contador que podemos poner entre 10 y 120 minutos se marca el tiempo en que el árbol crece.

Al pulsar sobre “plantar” una cuenta atrás por el tiempo elegido aparece en la pantalla. Si salimos de la app, el árbol muere. Parece fácil, pero de eso nada. Una hora parece muy poco tiempo cuando pulsamos el botón, pero quince minutos después nos planteamos qué pasa si pulsamos el botón de “abandonar”. Al menos el juego nos recompensa con monedas virtuales nuestro tiempo de concentración. Cuanto más tiempo pasemos sin tocar la pantalla, más monedas.

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Lo que mola realmente del proyecto es que cada vez que alguien llega a 2.500 monedas puede elegir plantar un árbol y quedarse a cero. Lo lamentable es que esta aplicación lleva muchos años en el market y, a fecha de publicación de este artículo solo lleva 286.401 árboles plantados con tiempo de concentración de todo un planeta. En otras palabras: la adicción de los usuarios al teléfono móvil es demasiado fuerte como para conseguir muchas monedas. Que vamos mal, vaya.

Es posible que tú, lector, no seas adicto a las redes sociales. Quizá no seas adicto a nada, aunque es poco probable. Esta adicción tecnológica es sistémica porque es conductual. A los humanos se nos dan genial las adicciones al comportamiento, y probablemente a tu alrededor tengas decenas de conocidos adictos a las redes sociales, al alcohol, al sexo, al tabaco, al juego… especialmente si vives en Japón.

Así que sí, es muy probable que tengas alguna adicción a las redes sociales. Dice la psicóloga Adriana Guraieb, autora de varios libros de divulgación, que “estar en internet no es algo malo, lo nocivo es el exceso o la extrema dependencia que puede llegar a generar adicción a las redes sociales”. Así que podemos aplicarnos el cuento, empezando por comprobar (vía app) el tiempo que invertimos en ellas.

Imágenes | Marc Schäfer, rawpixel, Kelly Sikkema

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