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El poder de la literatura está más allá de toda duda. Nos ha permitido evolucionar como especie animal, ayudándonos a comprendernos mejor a nosotros mismos y a los demás. Los beneficios que aporta la lectura son innumerables y hemos hablado de ellos en infinidad de ocasiones. Se entiende, pues, que existan médicos que se hayan planteado prescribir la lectura de libros para luchar contra la ansiedad o la depresión. No es tan extraño: conceptos como «literapia» o «biblioterapia» tienen ya una larga trayectoria.

Convencida de que la literatura influye en nuestras vidas mucho más de lo que imaginamos, la psicóloga Emily Troscianko quiso investigar si existe algún vínculo entre la lectura y los trastornos alimentarios, como informa Independent. Para ello, en colaboración con Beat, uno de los centros especializado en trastornos de la conducta alimentaria más importante del Reino Unido, diseñó un cuestionario en el que se ponía en relación la salud mental enfocada a ese tipo de trastornos con los hábitos de lectura. El cuestionario se aplicó a un total de 885 personas, de las cuales 773 padecían algún tipo de trastorno alimentario.

Los datos revelaban que el 69% de los que padecían algún trastorno alimentario buscaban lecturas de ficción o de no ficción relacionadas con el tema, y que el 36% de ellos había encontrado útil alguna lectura para afrontar su problema. A continuación se pidió a los participantes que puntuaran la utilidad o el daño que obtenían de diferentes tipos de textos en relación con su trastorno alimentario. El 15% calificó la ficción sobre temas distintos a los trastornos alimentarios como el tipo de texto más útil de todos. De la misma forma, los libros de memorias o biografías en los que el protagonista sufre un trastorno alimentario fueron calificados como el texto más dañino, con la ficción sobre trastornos alimentarios en segundo lugar. Estos resultados sugieren que la relación entre el tipo de lectura que se hace y la salud mental es más compleja de lo que se podría pensar en un principio.

La pregunta que suscitan estos resultados es cómo afecta leer ficción a la salud mental, ya sea de forma positiva o negativa. Todo parece indicar que el efecto terapéutico que puede proporcionar un texto se deriva en primer lugar de la identificación con algún personaje o con la situación que se relata, y a continuación de la comprensión que la lectura nos proporciona sobre la naturaleza de uno mismo y de los demás. Todo esto se acompaña, por supuesto, de algún tipo de respuesta emocional, más catártica cuanto más fuerte, seguida de una fase en la que el lector está predispuesto a resolver problemas y a poner en marcha algún tipo de cambio personal. Ahora bien, este modelo terapéutico requiere que los textos reflejen situaciones similares a las del lector y que proporcionen finales felices, aunque realistas.

Hay, sin embargo, muchas razones para cuestionar este modelo. Si leer sobre alguien igual que tú es terapéutico, entonces podríamos decir que releer tus propias anotaciones hechas en un diario debería ser lo más terapéutico. Por otra parte, el concepto de similitud es muy relativo porque la semejanza puede establecerse en muchos parámetros diferentes, como por ejemplo la edad, el sexo, la educación, el nivel socioeconómico, la raza, etc., pero cuál de esos parámetros es más relevante para un lector es algo subjetivo. Por otra parte, en el caso de los trastornos alimentarios crónicos, hay razones para cuestionar la comprensión como fuerza motriz del cambio, ya que a pesar de tener un nivel de percepción del mundo alto, es habitual que este se combine con una incapacidad para estar de acuerdo con esa idea.

Hay que tener en cuenta que el estudio de Troscianko demuestra el poder de la literatura tanto para bien como para mal. Así, una de las encuestadas que padecía trastorno alimentario describía una de las lecturas nocivas diciendo que le recordaba por qué quería morirse de hambre y que reforzaba sus pensamientos irracionales. Varios encuestados más decían autoactivarse con algún tipo de lectura o elegir de forma consciente libros que sabían que harían más fuerte su trastorno. De hecho, comentaban que su trastorno alimentario les llevaba a elegir de una manera muy selectiva libros que apoyaran sus creencias. Por ejemplo, al tener baja autoestima, es más probable que lean cierto tipo de libros o que los lean de una manera muy concreta, centrándose en la asociación de la delgadez con algo positivo. Esto hace que se sientan cada vez peor, reafirmando sus pensamientos de que están gordos o de que deben perder peso. De esta manera se entra en un círculo vicioso del que es difícil salir.

Si hay algo capaz de romper ese círculo, según las conclusiones de la encuesta, es la lectura de ficción de temas no relacionados con los trastornos alimentarios. Este tipo de lecturas muestran que existen otras formas de vivir más allá del trastorno. Y, ¿qué es la literatura de ficción, ya sea real o fantástica, sino la demostración de que es posible ponerse en la piel de otras personas? Troscianko lo ha enfocado hacia un tipo de situación muy concreta, pero parece lógico pensar que el mismo mecanismo se pueda aplicar a cualquier aspecto de la salud mental en general.

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