Grabado de 1773 (Fuente).

En 1895, cuando Oscar Wilde se encontraba en la cima de su carrera literaria, fue acusado de sodomía y de indecencia grave y finalmente condenado a dos años de trabajos forzados en la cárcel de Reading. Un siglo después, en las décadas de los ochenta y de los noventa, este incidente convirtió al autor de El retrato de Dorian Gray en una especie de icono gay, en un momento en que una generación entera estaba luchando contra los horrores del SIDA. La desgracia del escritor se reinterpretó como una especie de martirio LGBT, un vaticinio de las luchas que estaban por venir en lo que a liberación del colectivo se refiere.

Dentro de la teoría queer, el estudioso Alan Sinfield identificó los juicios de Wilde como un momento histórico curioso, en el que el dandismo se vinculó al deseo sexual. El escritor sentó las bases del estereotipo del hombre homosexual que se sentía atraído por hombres más jóvenes, afeminados, delicados y afectados en sus gestos. Sin embargo, hay que puntualizar que a Oscar Wilde en ningún momento se le acusó de homosexual, por el simple hecho de que el término «homosexual» no fue utilizado hasta un escándalo posterior, el que se produjo entre 1906 y 1909 con el príncipe prusiano de Eulenburg. Si de algo fue acusado Wilde fue de sodomita, pero aunque el autor fue en blanco de muchas burlas y se identificó con él a todos aquellos que declararon de formas exageradas su devoción por la belleza, no fue ni mucho menos la primera persona a la que se intentó deshonrar usando esos términos.

A mediados del siglo XVIII, más de un siglo antes de que se produjera el escándalo de Wilde, surgió en Inglaterra una moda conocida como «macaroni», que se caracterizaba por una obsesión desmedida por la moda, a menudo afeminada y con una enorme influencia francesa, y un amaneramiento exagerado en los gestos y en la forma de hablar. El término se utilizó con sentido satírico y peyorativo, para referirse a personas necias y ostentosas, que excedían con creces los límites de lo convencional, y disfrutaban abiertamente de vicios como la bebida o el sexo. En 1764 Horace Walpole escribió una carta a un amigo donde hablaba de «El Club Macaroni, formado por todos los jóvenes viajados que lucen largos peinados rizados y usan prismáticos»; a lo que se refería Walpole era a los grupos de jóvenes que vestían con un lujo enorme y pelucas empolvadas. Dandis, en definitiva, que fueron los predecesores de la estética de Oscar Wilde,

Grabado de 1774 (Fuente).

El antecedente más claro de Wilde fue George Bryan Brummell, conocido como Beau Brummell, que se convirtió en árbitro de la moda masculina en la Inglaterra de la Regencia, a pesar de tener unos orígenes humildes, y que sentía un nulo interés hacia el sexo femenino. Hay que decir que parte del secreto de su éxito fue su cultivo de un estilo refinado pero discreto, que evitaba el tipo de ostentación que podría condenar a un hombre por extravagancia afeminada.

La mejor descripción de la moda macaroni que se hizo en la época correría a cargo de Hester Thrale, una escritora galesa que formó parte del círculo literario que rodeaba a la enciclopedia de Samuel Johnson. Thrale mantuvo un fascinante diario en el que anotó infinidad de debilidades y excentricidades sexuales de la sociedad de su tiempo. En un fragmento escrito en 1778 Thrale recuerda un episodio protagonizado por un tal capitán Jones, que había sido sentenciado a muerte por crímenes contra la naturaleza. A partir de Jones, que había sido condenado por sodomizar a un niño de 13 años, Thrale hace una radiografía del escándalo sexual y del dandismo en la prensa de la época. Finalmente se estimó que el testimonio del muchacho no era totalmente fiable y Jones recibió el perdón real y fue absuelto con la condición de que abandonara el país. Ni que decir tiene que la opinión popular se llenó de indignación.

El paralelismo entre el caso del captián Jones y el de Oscar Wilde, ocurrido un siglo después, es más que evidente. Sin embargo, con el paso del tiempo, los macaronis son recordados más por su particular estética que por su reputación sexual, aunque tanto en uno como en otro ámbito son antecedentes manifiestos a Wilde. Reivindicar al autor irlandés como bandera gay es, aunque sea de forma indirecta, poner a la estética macaroni en el lugar que se merece dentro de la historia LGBT.

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