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En la película de terror de John Carpenter In the mouth of madness En la fauces de la locura‒ el antagonista elabora una muy interesante reflexión: ¿Y qué tal si la fantasía se vuelve realidad? ¿Qué tal si la imaginación de un escritor convierte al mundo en un lugar plagado de una oscuridad mórbida e indescriptible?

¿Cómo podría ocurrir un evento semejante? La respuesta de Sutter Cane es ferozmente aterradora:

«Ese es el problema con las religiones: nadie las ha creído lo suficiente como para hacerlas reales. No han sabido expresar la verdadera anatomía del miedo. En cambio, no ha sucedido lo mismo con mi obra. Creer, ese es el poder. Cuanta más gente crea, más rápido tendrá lugar la transformación. Los ancestros resurgirán desde las tinieblas de tiempo. Los verdaderos habitantes del universo oscuro ¿Puedes escucharlos? Han esperado millones de años por su regreso…»

El dicho «Las palabras crean realidades» nunca tuvo una expresión tan literal. La obra de este escritor ficticio ha comenzado una trasformación hacia una penumbra sin retorno. O tal vez, él sea solamente la puerta hacia los terrores antiguos. Las criaturas ancestrales, más viejas que el universo, solo necesitaban que alguien abriera el portal para poder regresar.

Muchos católicos no lo saben y citan La divina comedia ‒una obra de ficción que utiliza conceptos sincréticos provenientes de la religión grecorromana y el cristianismo‒ como si fuese la biblia incorporándola a sus creencias religiosas. Es muy parecido a lo que ocurrió con el Necronomicon de H.P. Lovecraft ‒a quién Borges le dedica su cuento «There are more things»‒, el cual, la gente creyó que existía aunque era una invención del autor.

El mérito más grande para un escritor es idear algo que la gente crea que es real. Y que lo crean tanto que lo terminen por materializar. Este es el argumento de la película de John Carpenter, director de La cosa, la cual también es un excelente exponente cinematográfico del horror cósmico materialista ‒género creado por Lovecraft‒.

Esta película es, sin duda, una de las mejores adaptaciones de la obra de H.P. Lovecraft a la pantalla grande. Si bien no está basada en ninguna de sus obras, todos los elementos característicos de sus cuentos están presentes. Las adaptaciones de sus cuentos llevadas al cine, por el contrario, no pudieron reflejar realmente la naturaleza cautivadora y terrorífica de sus historias: esa capacidad de envolver al lector ‒o en este caso al espectador‒ y arrastrarlo hacia las profundidades del abismo, llevándolo a experimentar una realidad de una malignidad y repulsión tales que la locura es el único refugio.

Y eso es lo que ocurre en los cuentos de este particular autor: los protagonistas enloquecen al conocer la aterradora naturaleza del universo en el que viven. En la mayoría de sus relatos, aquellos quienes los narran lo hacen desde instituciones mentales. Ahora es muy tarde para ellos. Saben demasiado. Conocen la verdadera esencia de las cosas. Al haberlas visto y sentido en su carne, sus frágiles mentes se han quebrado. Ningún ser humano podría soportarlo.

En la película, las obras del escritor Sutter Cane enloquecen a sus lectores. Los vuelven asesinos erráticos. Al principio son unos pocos y solo hacen que más personas quieran leer sus libros. Su literatura es adictiva. Cada vez son más los que leen. Cada vez son más los que creen y enloquecen. Lentamente el mundo se va transformando en lo que escribe.

Si casi todos los seres humanos creen lo mismo al unísono, por más que sea una locura, el cuerdo se convierte en el insano. El sensato estará forzado a actuar como si lo que creen los otros fuera verdad, entrando él mismo en la locura. Al final el mundo se vuelve lo que todo el mundo cree.

Más que cuidado con lo que deseas, cuidado con lo que creemos. Sin darnos cuenta le damos una nueva forma a este mundo.

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