
La reina Victoria con Abdul Karim en julio de 1893 (Fuente).
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Con motivo del Jubileo de oro de Victoria, que celebró el 20 de junio de 1887 el quincuagésimo aniversario de su ascensión al trono, se organizó un banquete al cual fueron invitados decenas de reyes y príncipes. Al día siguiente, tuvo lugar un desfile que, en palabras de Mark Twain, «se extendía más allá del límite de la visión en ambas direcciones». Para que la reina pudiera dirigirse a los mandatarios indios el país le envió a un traductor llamado Abdul Karim, que en poco tiempo se acabaría convirtiendo en el confidente más cercano a la reina y el miembro más despreciado de la corte.

Victoria en su Jubileo de oro (Fuente).
La estrecha amistad entre la reina Victoria y su sirviente indio comenzó en esa celebración de 1887 y duró nada más y nada menos que catorce años. Karim enseñó a la reina cultura india, además de impartirle lecciones diarias de urdu. Victoria, a cambio, lo colmó de regalos, títulos y honores, lo que generó las envidias y los resentimientos de la familia real. De hecho, cuando la reina murió en 1901, sus hijos quemaron todas las cartas que la vinculaban a Karim y lo deportaron sin ningún tipo de ceremonia a la India. Sin embargo, su memoria sigue viva, gracias en gran parte a su diario, preservado por sus descendientes.
Karim nació cerca de Jhansi, siendo el segundo hermano de seis hijos. Su padre, Haji Wuzeeruddin, era asistente en un hospital, un puesto cualificado que si bien no era señal de pertenencia a la clase alta, sí era un trabajo bien remunerado, lo que le permitió contratar a un erudito musulmán para que impartiera clases a su hijo. Bajo su tutela, Karim aprendió tanto persa como urdu. Esos conocimientos le permitieron acceder a un empleo en una cárcel en Agra, donde también trabajaron su padre y los hermanos de su futura esposa. Allí fue donde se seleccionó a Karim, junto con otro hombre llamado Mohamed Buxshe, como sirviente para la recién bautizada Emperatriz de la India, la reina Victoria. Sus funciones consistirían en facilitar la comunicación con los dignatarios indios y asistir a la reina en todo lo que necesitase. Como no tenía la preparación necesaria para afrontar su nueva misión, antes de viajar a Londres Karim recibió un curso intensivo sobre etiqueta aristocrática y sobre el idioma inglés, así como un vestuario acorde completamente nuevo.

Retraro de Abdul Karim hecho por Rudolf Swoboda (Fuente).
La primera impresión que la reina tuvo de Karim la conocemos porque él la escribió en su diario: le pareció un hombre «alto y de semblante muy serio». Al finalizar el Jubileo, una vez concluidos sus deberes, Karim y Buxshe viajaron con la reina a su casa de verano en la Isla de Wight. Allí Karim se sorprendió a la soberana con una de sus recetas favoritas, pollo al curry con especias que había traído de Agra. La reina quedó encantada con el plato y lo agregó a su menú regular.
Ansiosa por sumergirse todavía más en la cultura india, Victoria le pidió a Karim que le enseñara urdu, o, como se lo conocía en ese momento, hindustani. Inicialmente sus lecciones fueron muy sencillas, apenas unas pocas palabras para poder hablar con sus sirvientes. Sin embargo, el interés de Victoria fue en aumento. Para facilitar más la comunicación entre ambos, la reina hizo que Karim aumentara sus clases de inglés. En dos meses la soberana dejó de comunicarse con Karim a través de su personal y comenzó a dirigirse a él personalmente. No tardó mucho en otorgarle el título de «Munshi», lo que le convertía en empleado indio oficial y le liberada de sus deberes menores.
Esta relación, demasiado familiar, no tardó en alarmar a muchos de los miembros de la corte. Antes de la aparición de Karim, el confidente más cercano de Victoria había sido su sirviente escocés John Brown. La reina se había apoyado fuertemente en él tras la muerte de su esposo, tanto que en la corte se la llamaba de forma burlona «Sra. Brown». Después de que Brown muriera en 1883 ningún sirviente ocupó su lugar en el círculo íntimo de la reina. Ese fue el rol que empezó a asumir Karim, viajando constantemente con la reina e incluso ocupando las antiguas habitaciones de Brown. Aunque sus diarios no indican que hubiera ningún vínculo amoroso entre ambos, su relación con la reina Victoria era extrañamente íntima. En la correspondencia ella se refería a sí misma como «su mejor amiga» o «su madre amorosa».
Karim contó con una serie de privilegios que estaban al alcance de muy pocos sirvientes. Los Munshi podían llevar a su familia a Inglaterra. Además, Karim disfrutó de su propio carruaje personal y contaba con los mejores asientos en la ópera. Algunos de sus favores no pasaron desapercibidos, como pedirle a la reina una pensión para su padre o para su antiguo jefe. Estas concesiones despertaban los odios de muchos de los familiares y de los allegados más cercanos a la reina. El hecho de que una persona de piel oscura estuviera a la misma altura o incluso por encima de sirvientes blancos se consideraba un ultraje.

La reina Victoria con Abdul Karim en Balmoral, en 1894 o en 1895 (Fuente).
La reina, por su parte, era muy consciente del desprecio que Karim despertaba y no lo toleraba. Ella sabía que la corte no le tendría respeto una vez que muriera, así que mientras estuvo viva trató de que él estuviera lo mejor posible. Además de concederle casas en las residencias reales de Windsor, Balmoral y Osborne, le aseguró una buena porción de tierras en Agra. En sus últimas voluntades otorgó a Karim el honor de ser uno de los principales dolientes de su funeral, un previlegio reservado para los familiares y los amigos más cercanos al monarca. Victoria no podía controlar lo que le pasaría a Karim cuando ella ya no estuviese, pero hizo todo lo que estaba en su mano para mitigar el duro trato que suponía que su familia le infligiría.
Y sus temores estaban más que justificados. Después de su muerte, el 22 de enero de 1901, sus hijos no tardaron en quitar de en medio al favorito de su madre. Eduardo VII envió guardias a su casa para requisarle la correspondencia que le había enviado la reina y quemarla en el acto. A continuación obligaron a Karim a regresar a la India de inmediato, sin ningún tipo de homenaje.
Pero, por más que intentaron oscurecerla, los herederos de Victoria no pudieron borrar por completo la existencia de Karim de la historia. Sí, este murió en Agra en 1909, con su correspondencia destruida y sin hijos para preservar su legado. Sin embargo, un registro había sobrevivido a la quema: su diario personal. Este valioso texto se mantuvo en secreto en la familia de Abdul Rashid, el sobrino del Munshi, durante generaciones. Un documento que incluía detalles increíbles sobre la amistad consiguió traspasar las fronteras de la raza y de la clase social. Una amistad que empezó con un plato de pollo al curry. Un diario, por cierto, que los descendientes de Karim compartieron con el historiador Shrabani Basu en 2010, más de un siglo después de la muerte de la reina. Basu utilizó ese material para escribir un libro en el que describe el estrecho vínculo entre el sirviente y su señora, y para escribir una película que se estrenó en 2017 con el título de La reina Victoria y Abdul.
[…] Con información de: La Nación | Revista Vanity Fair | La Piedra de Sísifo | IMDb […]