Monstruosa muñeca Alma Mahler.

Con demasiadas pocas composiciones como para ser considerada poco más que una figura menor ‒solo escribió dieciséis leader‒, la biografía de Alma Mahler está marcada por sus maridos y sus amantes, como ocure con muchas de las mujeres que consiguieron romper con los estigmas que la sociedad imponía a la condición femenina y actuaron siempre sin represiones y con libertad. Estuvo casada con algunos de los personajes más importantes de la cultura de finales del s XIX y principios del XX, como el compositor Gustav Mahler, el arquitecto Walter Gropius y el novelista Franz Werfel. Pero entre sus amantes también contó con notables personalidades como los pintores Gustav Klimt y Oskar Kokoschka o el biólogo Paul Kammerer.

La novia del viento.

Con Klimt, amigo de sus padres, Alma aprendió a besar por primera vez. En recuerdo de ello, Klimt pintó El beso. Su affaire con el pintor Oskar Kokoschka fue muy distinto. Alma acaba de romper una tormentosa relación, llena de pasión y celos, con Kammerer. A Oskar, para quien posó varias veces en su estudio para su famoso cuadro La novia del viento, lo volvió literalmente loco de amor. Ante la actitud cada vez más enfermiza de él hacia ella, Alma decidió abandonarlo en 1819, agravando todavía más su estado mental. Tras perder a su musa terminó, el artista encargó una réplica de tamaño natural de su amor perdido a la fabricante de muñecas Hermine Moos.

Para que el diseño de la muñeca fuera lo más exacto posible a la realidad, Kokoschka envió bocetos, medidas e instrucciones explícitas. Gran parte de la correspondencia que documenta el proceso aún sobrevive:

«Ayer envié un dibujo de tamaño natural de mi amada y le pido que lo copie con mucho cuidado y que lo transforme en realidad. Preste especial atención a las dimensiones de la cabeza y del cuello, a la caja torácica y a las extremidades. Y tome en serio los contornos del cuerpo, por ejemplo, la línea del cuello hacia la parte posterior, la curva del vientre. Permita que mi tacto disfrute en aquellos lugares donde las capas de grasa o músculo de repente dan paso a una cubierta fibrosa de piel. Para la primera capa (la de adentro) use una crin fina y rizada. Debe comprar un sofá viejo o algo similar, tener la crin de caballo desinfectada y luego, sobre eso, una capa de bolsas rellenas con lana de algodón para el culo y los senos. ¡El objetivo de todo esto es algo que debo ser capaz de abrazar! […] Tengo mucha curiosidad de ver cómo va el relleno. En mi dibujo, he indicado ampliamente las áreas planas, los huecos y las arrugas que son importantes para mí. Estoy realmente impaciente por saber cómo será y cómo variará su textura de acuerdo con la parte del cuerpo que sea. […] Las imágenes de Rubens de su esposa, por ejemplo, las dos donde se la muestra como una mujer joven con sus hijos. Si puedes llevar a cabo esta tarea como me gustaría, para engañarme con tal magia que cuando la vea y la toque imagine que tengo a la mujer de mis sueños frente a mí, entonces querida Fräulein Moos, voy a estar eternamente en deuda con sus habilidades creativas y su sensibilidad femenina, como ya dedujo de la discusión que tuvimos.»

La Alma Mahler real.

La muñeca resultante es, siendo generosos, espeluznante: una criatura enorme y peluda que se parece a una especie de ídolo mal interpretado, con tan poco parecido a los bocetos del artista como a una mujer real. Kokoschka se dio cuenta y escribió a Moos expresándole su malestar: «El caparazón exterior tiene una piel de oso polar, adecuada para una alfombra peluda en lugar de para la piel suave y flexible de una mujer. […] El resultado es que ni siquiera puedo vestir a la muñeca, que sabías que era mi intención, y mucho menos ponle delicadas y preciosas túnicas. Incluso tratar de ponerle una media sería como pedirle a un maestro de baile francés que bailara el vals con un oso polar.»

La muñeca posando.

Aún así, Kokoschka trató de volcar su pasión sobre la muñeca. La hizo posar por todo su estudio y le dedicó más de ochenta dibujos y pinturas en posiciones diferentes y con distintas ropas, así como una serie de fotografías, como si de la auténtica Alma se tratara. Incluso llegó a llevarla al teatro como acompañante en alguna ocasión. Pero aunque su obsesión era real, Kokoschka era también consciente de la teatralidad de su excentricidad y sabía que tarde o temprano tendría que ponerle fin. Y vaya fin que le puso, como solo sabría hacerlo un auténtico expresionista. Él mismo relata ese momento: «Finalmente, después de dibujarla y pintarla una y otra vez, decidí eliminarla. Había logrado curarme por completo de mi pasión. Así que di una gran fiesta con champán y música de cámara, durante la cual mi doncella Hulda exhibió la muñeca con toda su hermosa ropa por última vez. Cuando amaneció, estaba borracho, como todos los demás, y la decapité en el jardín y rompí una botella de vino tinto sobre su cabeza».

Mucho se ha hablado de las connotaciones sexuales y de género que hay detrás del hecho de que un hombre creara una muñeca para su disfrute y lo hiciera a través de otra mujer. No está claro qué llevó a Moos a cubrir el fetiche de Kokoschka con plumas. La escritora Bonnie Roos especula con que pudiera haber sido un intento pasivo‒agresivo para frustrar sus deseos.

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