
La librería Bartleby (Calle Cádiz 50, Valencia). Comics, libros, vino y un buen ambiente para hablar de lo que más nos gusta.
¿De qué se habla en una tertulia literaria?
Alberto Torres Blandina (Cosas que nunca ocurrirían en Tokio, Con el Frío, Contra los Lobos…) organiza estas reuniones en la librería Bartleby de Valencia. Un grupo de escritores, un libro en común, todo por hablar, nada que esconder.
Por fortuna, se han encontrado las crónicas de lo allí sucedido.
Noviembre 2018
Alberto nos ofreció tertuliar Un Buen Chico porque su estructura es original y muy interesante. Su historia, convenimos (casi) todos, también es meritoria, sobre todo por su punto de vista. Nos contó cómo conoció a Un Buen Chico. Su novela Mapa desplegable del Laberinto trata un tema parecido. Alberto se las vio y deseó con un personaje al que no conseguía darle la voz que quería. Personaje que sí consigue plasmar, y muy bien, Javier Rodríguez. Al publicarse Un Buen Chico a Alberto le comentaron que complementaba muy bien Mapa desplegable del Laberinto, y viceversa; también llegó a los oídos de Javier Rodríguez que el libro de Alberto complementaba su Un Buen Chico. Y hasta ahora.
Yo solo digo que se pongan de acuerdo para vender los dos títulos en un pack.
Un Buen Chico se publicó en el 2012. Hoy es mucho más actual que entonces. Discutimos de cómo ha cambiado la sociedad en tan poco tiempo, de lo que antes se permitía o no se hablaba ahora se persigue y se combate. El aspecto psicológico del personaje nos dio también mucho de qué hablar; tiene tantas aristas y tanta culpa por el pasado que no sabemos a quien intenta mentir, si a los demás, a él mismo o a todo el mundo a la vez.
Discutimos sobre el título. A pesar de que todos habíamos devorado el libro, había opiniones enfrentadas acerca del significado de Un Buen Chico porque se puede interpretar de diferentes formas: del antes o del después, de las intenciones del protagonista, de todo lo que tiene que esconder o lo mucho que se quiere esforzar por aparentar ser lo que la gente —y él—cree que es.
Eso nos llevó al tema de la estructura. Varias líneas temporales se entrecruzan sin distinción espacial, en el mismo párrafo, al mismo tiempo, porque en la cabeza del protagonista todo ocurre a la vez en un bucle de culpa y tristeza. Tampoco hay distinción en los diálogos, no hace uso de guiones ni los separa de ninguna forma del resto del texto. En esto lo comparamos con Saramago. A pesar de este collage, la trama se lleva muy bien, sin confusión de quién dice qué o quién hace qué. La profusión de vocativos, en este caso, es necesaria; a ninguno nos chirrió. La nueva información que vamos obteniendo de apoco y la evolución del protagonista, no ya frente al lector, sino frente a sí mismo, nos llevó a todos a leerlo de una sentada.
Para la confección de la estructura me imaginé al autor frente a una pared vacía o un corcho enorme, atiborrándolo de notas y cartulinas con las diferentes líneas temporales y argumentales y conectándolos con hilos de diferentes colores y flechas, muy a lo CSI. Pensé que para orquestar la trama tuvo que recurrir a cálculos matemáticos y estadísticas para saber dónde poner esta u otra información, cómo intercalar este o aquel dato en el momento preciso para causar esta o aquella sensación. Un orfebre, ni más ni menos, y que, a pesar de contar sólo con 140 páginas, le tuvo que llevar mucho tiempo.
Alberto, con información de primera mano, me corrigió. Javier Rodríguez tuvo claro todo desde el principio. La escritura del primer borrador le duró cinco días, y en base a ese primer manuscrito tenemos hoy Un Buen Chico. No hubo alquimia literaria ni cálculos matemáticos, sino un torrente de palabras que le vinieron del genio; nos faltó tiempo para hablar de otro escritor a vuelapluma: Palahniuk, y de sus obras Asfixia y El Club de la Lucha. Los que somos incapaces de escribir así nos quitamos el sombrero. Alguien se acordó de Ángel Mañas y su Historias del Kronen, que acaba de cumplir 25 años, y que también está escrita a ritmos cardiacos. Alguien dijo que qué pena, ser recordado por tu primera obra cuando luego has continuado con una producción literaria notable, otro argumentó que disfrutar de un éxito literario a los 23 años y ver a los 24 que tu libro se convierte en un éxito cinematográfico no le inspiraba ninguna pena. Todo punto de vista vale.
Nombramos otro título que quiero destacar: El dolor de los demás, de Miguel Ángel Hernández. Lo hemos leído varios de la tertulia y nos ha gustado mucho. Muy recomendable.
Y, por último, avisar que nuestro próximo libro a la palestra es un recién publicado: Historia de España contada a las Niñas. No, no es un título infantil, ni mucho menos, y seguro que va a dar que hablar.
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