En la primera década del siglo XX los críticos de arte estaba ya curados de espanto ante cualquier novedad artística. Aunque al principio con implacables críticas, para bien o para mal desde finales del siglo XIX el arte había comenzado a emprender el camino de la no figuración alejándose de la representación de la realidad, primero con el Impresionismo y más tarde con el Cubismo. En este contexto de estallido de las vanguardias habría que situar la travesura de tres jóvenes intelectuales parisinos, el crítico de arte Roland Dorgelès, el también crítico y escritor André Warnod y el ilustrador Jules Deraquit.
En marzo de 1910 los tres amigos se encontraban cenando en el club Lapin, situado en el barrio de Montmartre, cuando se les ocurrió gastarle una broma al sofisticado mundo del arte parisino: hacer pasar a un burro por una joven promesa del arte moderno. Para ello se hicieron con uno de estos animales y le ataron varios pinceles al rabo. A continuación colocaron un lienzo sobre una silla, detrás del animal, y le fueron dando de comer varias zanahoras ‒además de hojas de tabaco para fomentar su creatividad‒. Como el burro estuviera contento con la comida, meneaba su cola sobre el lienzo, de manera que este iba llenándose de pintura. Cuando el animal dejó de mover la cola la obra se dio por acabada. Ya solo faltaba ponerle un título al cuadro y tras varias propuestas Roland decidió que se llamara Puesta de sol sobre el mar Adriático. El lienzo, pintado a dos colores, representaba el cielo y la tierra, una técnica que parecía inspirarse directamente en Monet.
La última parte de la broma consistía en presentar la obra a los críticos de arte y al público en general. El lugar elegido fue el Salón de los Independientes, el mismo lugar en el que Monet había inaugurado el Impresionismo treinta y seis años antes. Al desconocido artista del cuadro se le llamó Raphaël Boronali, que en realidad era un anagrama del verdadero nombre del burro, Aliboron, aunque todos lo llamaban Lolo.
El cuadro se expuso al público pocos días después de que Lolo lo pintara. Como no podía ser de otro modo, se entregó a todos los interesados un texto titulado «Manifiesto del Excessivism» ‒un nombre que coincide con otro movimiento mucho más actual‒. Varios críticos de arte discutieron acerca de la pintura. Uno de ellos llegó incluso a decir que era «un acto de furor innato; un prodigio del arte expresionista». Un coleccionista llegó a ofrecer la friolera de 400 francos, una cantidad nada despreciable para la época.
Finalmente Dorgelès reveló toda la verdad a la prensa, demostrando el engaño con fotografías y dejando en ridículo a todos los que habían alabado el cuadro. Una broma que, por cierto, se volvería a repetir años después con el disumbrationismo ‒sin contar, además, las innumerables veces que se usarían animales para engañar al mundo del arte‒.
[…] El burro que ridiculizó a los críticos de arte de París: “Como el burro estuviera contento con la comida, meneaba su cola sobre el lienzo, de manera que este iba llenándose de pintura. Cuando el animal dejó de mover la cola la obra se dio por acabada. Ya solo faltaba ponerle un título al cuadro y tras varias propuestas Roland decidió que se llamara Puesta de sol sobre el mar Adriático. El lienzo, pintado a dos colores, representaba el cielo y la tierra, una técnica que parecía inspirarse directamente en Monet.” […]