Al principio el ego sirvió para que pudiéramos existir de forma individual, separados del Todo, de forma que fuera posible esta experiencia. Después la cosa se pervirtió y empezaron las comparaciones, el estatus y la arrogancia de querer ser más.
Primer revés: La tierra NO es el centro del universo
A lo largo de la historia el egocentrismo humano de creerse el centro del universo se ha visto enfrentado por las teorías científicas que poco a poco han ido tumbando otras teorías menos rigurosas, pero más adecuadas, como las religiones. Primero fue ya en el siglo III a. C. cuando Aristarco de Samos empezó a poner en duda aquello del geocentrismo de la tierra como centro de todo, y luego le siguieron ilustres como Arquímedes. Aunque no fue hasta el XVI que Copérnico avanzó un poco más y lo respaldó más tarde Kepler, hasta que algo vio más de cerca con su telescopio el más conocido Galileo Galilei.
Los científicos modernos han ido demostrando lo insignificantes que somos aquí en la Tierra, en una esquina efímera de la Vía Láctea, una más de millones y millones de galaxias, en quizás, infinitos universos.
Lo siento vecino, que tu césped sea más verde o tu coche más grande, a mi poco me interesa.
Segundo golpe: El ser humano es otro animal más
Me sigo preguntando cómo es que la especie humana ha conseguido llegar hasta aquí…
Nos empeñamos en creer que la Madre Tierra es nuestro vertedero; creemos que todo está hecho para complacernos; pensamos que somos los reyes del mundo y que el mundo nos pertenece. Somos unos grandísimos ignorantes, y olvidamos constantemente que el momento ideal para plantar un árbol fue hace veinte años.
Ya dijo hace mucho Charles Darwin, tras su viaje en el Beagle, que somos otro animal más; una especie más adaptándose para sobrevivir y perpetuarse hasta que la naturaleza decida que ya hemos parasitado suficiente en nuestro anfitrión, y este nos aniquile.
Tampoco importa mucho, si lo que se trata es de vivir una experiencia terrenal con esta carcasa llamada cuerpo, en el que un alma tiene la oportunidad de experimentar la ilusión de la separación, para así poder conocer el otro lado de la moneda, el de los pecados capitales que nos hacen humanos y nos permiten comparar lo que hemos perdido al alejarnos de la fuente, pues entonces, bienvenida sea la oportunidad de jugar como animalitos e inventar Dioses y adorarlos en altares, matándonos por defender lo nuestro y odiar al que tenga una etiqueta diferente colgada del traje de pasar un rato en La Tierra.
El tercero: Las personas no son dueñas ni de sí mismas
El inconsciente que nos presentó Freud.
Y, ¿es que realmente somos dueños de lo que pensamos, o lo pensamos porque es lo que nos han enseñado? O peor aún, somos conscientes de lo que pensamos, aunque ignoremos que lo que creemos es lo que nos han enseñado a creer y pensar que es lo correcto. Pero después el inconsciente juega en nuestra contra, y aunque nos hayan enseñado a ver las mujeres como objeto o animal de la misma especie al que seducir y gobernar, lo de más adentro nos tira hacia ser seducido o gobernado por ellas, o por ellos, independientemente de nuestro género. Por el día somos felices y nos sentimos personas de éxito porque tenemos una casa, un perro en el jardín, una señora que nos plancha las camisas y las corbatas, pero cuando bajamos la guardia nos sentimos unos fracasados de mierda porque nuestro padre jamás nos ha dado un abrazo y nunca nos ha dicho que nos quiere.
¿Tenemos voluntad o el simple resultado de lo que nos ha ocurrido?
¿Somos esclavos de nuestros traumas?
El inconsciente está ahí para ser una incómoda molestia, como el espejo que nos enseña lo más oscuro de nosotros mismos. Quizá sólo seamos unos títeres interpretando el teatro de nuestra propia vida, con un guión previamente escrito, creyendo que decidimos libremente y por nosotros mismos, cuando simplemente estamos actuando tal y como estaba previsto.
O tal vez no.
Y después de los tres golpes en el ego el ser humano debería irse haciendo menos arrogante… Atento: menos arrogante, no más humilde, porque este último sería una contradicción; y es que la ausencia de luz es la oscuridad, como la falta de amor es el miedo, y la humildad es la ausencia de arrogancia.
P.S.: Escrito a cuatro manos.
¡¡Felices fiestas y que logremos ir siempre a mejor, y mejor, y mejor, y mejor!!
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