«Lero lero», o también en su versión «leru leru», es una expresión usada por niños para hacer burlas, acompañada de un gesto y de una entonación concreta. También es el título del álbum ilustrado de Susana Aliano y Franesca Dell´Orto con que la editorial uruguaya ¡Más Pimienta! se estrena en España. Las dos frases con las que arranca la historia, que además sirven de sinopsis, nos hacen comprender a la perfección el porqué del título: «Él se llama Pedro y es un niño, pero parece una niña. Al contrario de su hermana, Valeria, que parece un niño. Son los más raros de la escuela.»
Pero la cuestión que Leru leru pone sobre la mesa no es solo el del acoso escolar, esa burla a la que hace referencia el título y que no menos cruel por venir de parte de niños, sino que también trata la diversidad de género que es, en definitiva, la semilla sobre la que germinará el bullying. Pedro es un chico tímido, que se asemeja más a una niña, mientras que Valeria es niña pero bien podría ser un varón, y que es la que defiende a su hermano. Esta conjunción de temas convierten este volumen en una apuesta arriesgada pero necesaria en el campo de la literatura infantil, donde apenas existen títulos que aborden otros modelos de género que huyan de los estereotipos ‒un ejemplo sería Konrad, el niño al que le gusta llevar vestidos de la editorial sueca Olika‒.
Desde el primer momento se deja claro que ese rechazo se fundamenta en el miedo hacia lo que es distinto y desconocido, por lo que la única vía para superarlo es la empatía, que hace que los personajes se pongan en la piel del otro y sientan lo mismo que él. El punto de vista de la narración se sitúa en un personaje acosador y en el proceso por el que aquello que le es extraño se convierte en algo conocido y cercano. Ni que decir tiene que la educación, sobre todo desde la familia, tiene mucho que ver para que esto ocurra. Aunque más que una moraleja, la historia da pie a hacer una reflexión sobre todos estos temas.
El texto de Susana Aliano es sencillo y conciso, levantando toda la trama con unas pocas frases. Las ilustraciones de Francesca Dell`Orto, llenas de colores suaves, encajan a la perfección, como si fueran piezas de un mismo puzle en lugar de una simbiosis entre dos lenguajes distintos. El estilo, que tiene un aire a Alicia en el País de las Maravillas, crea un ambiente poético que convierte el libro en una maravilla para la vista. Cada detalle ha sido cuidado con esmero, desde el vestuario de los personajes, que sirve para remarcar su singularidad, hasta sus gestos, que contribuyen a dar forma a la personalidad de los personajes ‒Pedro, por ejemplo, siempre con la vista hacia abajo‒. El signo de lo distinto se marca con disfraces, con sombreros estrafalarios y narices postizas.
Al final del libro la autora se sincera y desvela, en una dedicatoria que dice «A Edgar, a quien seguramente hice daño en aquel juego de niños», que el libro tiene un componente autobiográfico. Y es que el bullying, de una forma u otra, es algo que nos ha tocado a todos, siquiera de forma tangencial. Leru leru convierte la anécdota en algo universal, elevándolo a un plano fuera del espacio y del tiempo, con un mensaje que llama a la reconciliación con quienes son diferentes y que reivindica la posibilidad de que existan otros modelos de género.
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