Winston Churchill (Fuente).

Winston Churchill es recordado sobre todo por su liderazgo del Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, además de ser uno de los políticos más influyentes de la historia, este complejo personaje desarrolló otras facetas mucho menos conocidas, como la de artista o la de escritor ‒de hecho, se le concedió el Premio Nobel de Literatura en 1953‒. Uno de los ámbitos que menos conocidos que cultivó el mandatario británico fue su interés por la astronomía. Fruto de este interés Churchill escribió en 1939 un ensayo de once páginas en el que planteaba la posibilidad de que existiera vida en otros planetas. El texto fue rescatado por el astrofísico Mario Livio, que lo sacó a la luz en 2017 en un artículo de la revista Nature.

El ensayo, nunca publicado, había permanecido prácticamente inédito hasta 2016. Se sabe que en algún momento a finales de la década de 1950 Churchill revisó el texto mientras se encontraba la villa costera del editor Emery Reves, pero no se tiene más noticia más allá de eso. Parece que el escrito se mantuvo en la casa de Reves hasta que su esposa, Wendy, lo donó al Museo Nacional de Churchill en los Estados Unidos en los años ochenta. El año pasado, el nuevo director del museo, Timothy Riley, desenterró el ensayo de los archivos del museo. Cuando el astrofísico Mario Livio visitó el museo, Riley le puso el ensayo en sus manos porque quería conocer la perspectiva que un astrofísico podría tener de ese trabajo. Livio quedó maravillado y emocionado a partes iguales de saberse el primer científico que leía el ensayo.

Aunque probablemente Churchill no conocía toda la literatura científica al respecto, sí parecía haber leído lo suficiente y haber hablado con bastantes científicos de primer nivel ‒incluyendo al físico Frederick Lindemann, su amigo y más tarde su asesor oficial‒ como para tener una comprensión fundamentada de las principales teorías e ideas de su tiempo.

Pero eso no fue lo que dejó la más profunda impresión en Livio. «Para mí, la parte más impresionante del ensayo, aparte del hecho de que estaba interesado en todo, lo que es bastante notable, es realmente la forma en que piensa», dice Livio en su artículo. «Abordó el problema tal y como lo haría un científico de hoy. Para responder a su pregunta ‘¿Estamos solos en el universo?’, comenzó definiendo qué es la vida. Luego dijo: ‘OK, ¿qué requiere la vida? ¿Cuáles son las condiciones necesarias para que exista?’». Por ejemplo, identificó el agua líquida como un requisito fundamental. Si bien reconoció la posibilidad de que pudieran existir formas de vida que dependieran de algún otro líquido, concluyó que «nada en nuestro conocimiento actual nos da derecho a hacer tal suposición». Justo lo mismo que hacemos hoy: buscar agua para encontrar vida, dice Livio.

Además, Churchill se preguntó qué se necesita para que haya agua líquida, identificando lo que hoy se conoce como la «zona Goldilocks», esa zona habitable alrededor de una estrella donde podría haber planetas que albergaran vida. En nuestro propio sistema solar, Churchill llegó a la conclusión de que solo Marte y Venus podrían albergar vida fuera de la Tierra, ya que el resto de planetas carecían de las temperaturas adecuadas, mientras que la Luna y los asteroides carecían de la gravedad suficiente para atrapar gases y formar una atmósfera.

Sin embargo, Churchill dirigió su mirada más allá de nuestro sistema solar. Consciente de que el sol era solo una estrella en una galaxia con miles de millones de estrellas más, escribió: «Con cientos de miles de nebulosas, cada una con miles de millones de soles, las posibilidades de que haya un número inmenso de planetas cuyas circunstancias no hagan imposible la vida son enormes». El político inglés consideraba que muchos de esos planetas tendrían la distancia a su estrella, el tamaño y el clima adecuados como para tener agua en la superficie y una atmósfera habitable.

Pero, ¿qué llevó a Winston Churchill a escribir un ensayo sobre la probabilidad de vida extraterrestre? A fin de cuentas, parece que había asuntos más importantes en el aire: el futuro del mundo libre estaba a punto de decidirse en una gran guerra y él iba a convertirse en primer ministro del Reino Unido. Según su biógrafo Andrew Nahum, Churchill estaba profundamente interesado por las ciencias y leía sobre el tema cuanto caía en sus manos. Y no solo leía sino que también escribía. En 1924 escribió en la revista Nash´s Pall Mall advirtiendo sobre el poder de las armas atómicas: «¿No se podría decir que una bomba no más grande que una naranja posee un poder secreto para destruir toda una manzana de edificios, para destruir un pueblo de un plumazo?». En 1932 anticipó los transgénicos en la revista Popular Mechanics: «Dentro de cincuenta años, vamos a evitar el absurdo de criar pollos enteros para comer la pechuga o el ala, criando esas partes por separado en una medio adecuado». Además de escribir sobre vida extraterrestre, en 1939 fue autor de dos ensayos más en los que hablaba de la evolución de la vida en la Tierra y de la biología del cuerpo humano, ambos publicados en 1942 por Sunday Dispatch.

Churchill acaba admitiendo que, debido a las enormes distancias que nos separan de otras estrellas con planetas habitables, es muy posible que nunca sepamos si su corazonada es correcta. Sin embargo, incluso sin pruebas, parece convencido de que existía tal posibilidad. Décadas después de sus especulaciones, todavía carecemos de pruebas que demuestren que existe vida en otros planteas. Solo nos queda confiar en su clarividencia, que tantas veces dio en la diana.

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