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Recientemente el Authors Guild ha publicado su informe Author Income Survey de 2018, que es uno de los más grandes e importantes relacionados con la escritura. Tras recopilar las respuestas de 5.067 autores, entre los que se incluyen los que publican de forma tradicional, los autoeditados y los híbridos, se llegó a la conclusión de que el ingreso medio de un escritor ha disminuido un 42 por ciento desde 2009. Así mismo, los ingresos por libros ha caído un 21 por ciento adicional, lo que significa que es prácticamente imposible ganarse la vida vendiendo libros como única fuente de ingresos ‒la mayor parte de autores lo complementan con otros trabajos como la enseñanza o dar conferencias‒. Los escritores de ficción literaria son los que han sentido una mayor disminución en sus ganancias: un 43% desde 2013. Es por eso que no está de más volver a recordarlo y reivindicarlo: Sí, escribir ficción también es un trabajo, incluso aunque no esté bien pagado.
Para el Authors Guild está claro cuál es la causa de esta tendencia: el auge de Amazon reduce los márgenes en la venta de los libros. En última instancia, los escritores son los que más se resienten porque las editoriales compensan sus pérdidas al darle a los autores menos dinero. Por otra parte, el mercado de reventa que propicia Amazon también es un duro varapalo porque significa que, meses posteriores a la publicación, los libros se pueden revender con etiquetas como «como nuevos» o «ligeramente usados», un escenario en el que está claro que no hay dinero para los autores de los libros.
Carrie V Mullins señala en Electric Literature una causa mucho más profunda y posiblemente más difícil de revertir: la creencia de que los productos culturales, artísticos y de ocio, de que sus contenidos, deben ser en su mayor parte gratuitos, sino en su totalidad. No es ya solo que tengamos acceso libre a la cultura a través de una simple búsqueda en Internet, es que nos creemos con derecho a tener gratis cuanto queramos aquí y ahora.
Esto dice mucho de la actitud que tenemos hacia la literatura y el arte en general. Antiguamente, cuando el acceso a la cultura estaba más restringido, cuando no podías ver cuadros o leer algunos poemas de tu autor favorito mientras estabas esperando en una cola, se le atribuía un significado completamente diferente a ese tipo de encuentros. Ahora, sin embargo, la cultura nos es tan familiar que en lugar de intentar buscarle un significado a algo que nos era ajeno nos la apropiamos, la hacemos nuestra, olvidando que detrás de ella hay un creador.
La gente siempre ha sentido una especie de propiedad sobre el arte, continúa Mullins, y eso no está mal. No está mal porque es lo que te lleva a guardar un libro que te ha marcado y a volver a él cada vez que lo necesitas. Ahora bien, en la era de Internet todo parece haberse ido de las manos, confundiéndose el vínculo personal que se genera hacia una obra o su acceso con un sentido de derecho que puede resultar peligroso. Eso lleva a los lectores a quejarse al autor y a pedirle cuentas si un libro no tiene todo lo que ellos esperan, si muere un personaje o si el final les parece injusto. O es lo que llevó a algunos de los seguidores de la saga de Harry Potter a traducir y divulgar el libro antes de que fuera publicado de forma oficial. Ese libro era algo que se les debía, que les pertenecía, no el trabajo de una persona que mereciera una compensación económica ‒y no es ya que J.K. Rowling necesitara más dinero, es que reconocerla a ella como autora y darle la parte que le corresponde de sus libros es reconocer al resto de escritores‒.
El problema es que todo es tan familiar que sentimos que nos pertenece lo que es fruto del trabajo de otras personas. Esta tendencia, tan difícil de revertir, nos puede llevar a situaciones muy desagradables, como el hecho de que solo acabemos leyendo a aquellas personas que puedan permitirse el lujo de escribir. Es importante que el arte y la cultura sean gratis pero si pretendemos que esa gratuidad sea a costa de quienes la generan, ¿qué tipo de arte y de cultura estaremos consiguiendo?
Dejas fuera de la jugada a un importante sector: los que sabemos lo que cuesta crear y pagamos gustosos a los artistas que admiramos… y no somos pocos.