Es maravilloso escuchar a Valeria Escolar hablar de la organización Ronda Cultural. Sus ojos brillan al hablar de un movimiento que crece día a día.
Ronda Cultural surgió como un programa del Ministerio de Cultura de la Nación en 2013. Originalmente consistía en una serie de recorridos cuyo objetivo era generar un espacio de integración que acercara a las personas a los museos y a otros Espacios Culturales Nacionales en la Ciudad de Buenos Aires. El proyecto se desarrolló de manera excepcional hasta que en 2016, con el cambio de gestión política, sus integrantes fueron despedidos junto con otros cientos de trabajadores del sector público.
Sin embargo, pese a las malas noticias Valeria, en conjunto con algunas de sus compañeras, decidió continuar con el proyecto y fue por ello que, luego de un año de incertidumbre, logró junto a otras colegas seguir adelante con el programa convirtiéndolo en una asociación civil y expandiendo sus actividades como nunca antes se había hecho.
Hoy en día Ronda Cultural impulsa actividades culturales, educativas y comunicacionales que promueven el conocimiento de la diversidad y el desarrollo de expresiones artísticas. Además trabajan con diferentes instituciones públicas, privadas y del tercer sector con propuestas especializadas para infancia, juventud, adultos mayores, personas con discapacidad y público general.
Pero ¿quién es Valeria y cuál es su historia? Me reuní con ella para averiguarlo.
Valeria vivió en España desde los tres a los seis años, y al regresar a la Argentina pasó por varios colegios secundarios. Debido a circunstancias de la vida comenzó a trabajar a los dieciséis años pasando por todo tipo de puestos y trabajos. Al llegar el momento de elegir una carrera no supo qué hacer, por lo que comenzó Biología para luego cambiarse a Diseño de Imagen y Sonido.
Trabajando en el área de Educación no formal del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires descubrió su pasión: la gestión cultural. Así fue como en 2009 entró a la carrera de Gestión de Arte y Cultura en la Universidad de Tres de Febrero. En 2011 le ofrecieron trabajar en la Secretaria de Cultura de la Nación, específicamente en el área de prensa; aunque terminó pasando por todas las áreas ganando una amplia experiencia y entendiendo los mecanismos que operan dentro del Estado y en la implementación de las políticas públicas.
¿Cómo fue esa primera experiencia en gestión cultural?
Cuando entré no tenía idea de lo que quería hacer, sabia un poco de todo pero no era una especialista. Con el tiempo me di cuenta de que lo que me interesaba era la política cultural, es decir proyectos que desde la cultura generaran trasformación social. Durante toda mi vida sentí una gran sensibilidad por lo social. Además siempre tuve una capacidad para armar proyectos, resolver problemas y salir adelante. Cuando era chica me organicé sola la fiesta de quince (risas).
Valeria Escolar (Foto)
¿Siempre fuiste así?
Mi vieja decía que yo tenía una sensibilidad a flor de piel y ocurre que a las personas sensibles nadie las entiende (risas). Ahí tuve que elegir: o ser víctima de esa sensibilidad o hacer algo con ella. Elegí lo segundo y la apliqué a lo que hago, al ejercicio constante del registro del otro, a intentar ponerme cada vez en su lugar y tratar de entender desde dónde y cómo vincularse para transformar desde ahí, desde los vínculos, la realidad.
¿De dónde salió la inquietud social?
Es algo que tuve toda la vida. Cuando viví la política desde adentro y vi lo dura e injusta que era me di cuenta de que el mejor camino para cambiar las cosas era tener actitudes distintas, más positivas.
¿Cómo llegaste a Ronda Cultural?
En la Secretaria de Producción se creó el Plan Nacional de Igualdad Cultural, uno de los más ambiciosos. Cuando leí el programa de ese plan me dije a mí misma: “tengo que estar ahí”. Era el que luego crearía los más importantes centros culturales y federalizaría todas las producciones. Al final terminé encargándome de la organización de espectáculos en todo el país. Después trabajé con el Jefe de Gabinete organizando distintos eventos y encargándome de las relaciones institucionales. Fui ahí cuando aparecieron dos ideas nuevas para proyectos. Una de ellas era lo que sería Ronda Cultural.
¿En qué consistía el proyecto originalmente?
Consistía en armar un circuito a través de espacios culturales nacionales. Cuando empezamos sólo trabajábamos con tres museos. La visión del proyecto era proponer al público una nueva forma de descubrirlos. La idea era plantear una mirada que articule el afuera con el adentro y para eso trabajar con gente que no viniera específicamente del medio Museo. O sea, en vez de contratar expertos en museos, trabajar un acercamiento con gente que no viniera del medio. Arrancamos en 2013. La idea era presentarlos como espacios de nuestra cultura inmersos en el área urbana. Para ello construimos narrativas y armamos guiones a partir de una investigación muy profunda sobre las temáticas tratadas. Queríamos crear narrativas que pudieran mediar entre el público, estos espacios y nuestra cultura. Queríamos generar entusiasmo en la gente, que se apropiaran de estos espacios, que fueran suyos y sobre todo, generar la motivación para que volvieran.
¿Qué fue lo que te había entusiasmado del proyecto?
Que era participativo: invitaba a los museos y espacios culturales a trabajar en equipo y proponía integrar a la gente a la vida cultural. La única forma de generar acceso a la cultura es trabajando en red. Originalmente teníamos sólo el circuito de público general pero contábamos con los mini buses. Al comenzar el proyecto mi utopía era que el programa funcionara con una lógica distinta a la de otras políticas pudiendo trabajar con otras instituciones de forma participativa, incorporando sus miradas y el trabajo que venían realizando. Quería generar algo que fuera una apropiación colectiva dentro del Estado. Lo hacíamos utilizando narrativas en los que se combinaban distintas formas de arte. Primero tenía lugar una investigación histórica, luego se hacían los guiones y finalmente se coordinaba con el elenco actoral para la puesta en escena.
¿Qué ocurrió luego de los despidos?
Para cuando tuvieron lugar ya habían pasado por Ronda más de treinta y tres mil personas y estábamos trabajando con diecisiete museos nacionales. A pesar del cambio de gestión, nuestro grupo siguió trabajando pese a que ya no teníamos ni lo buses ni los elencos artísticos. Teníamos ganas de trabajar y la buena relación con los museos nos permitía seguir haciéndolo. Por eso decidimos hacer paseos culturales caminados. En cuanto a las intervenciones artísticas, fue el mismo equipo de mediadores el que comenzó a realizarlas. Cada uno de nosotros aportaba lo que sabía: uno de los coordinadores era clown, otro tocaba la guitarra y así. También mucha gente comenzó a sumarse como voluntaria. El 29 de enero de 2016 llegamos a la puerta del Ministerio y leímos las “listas negras” de los despedidos, y ahí estábamos todos. Fue un momento muy triste. Luego de eso estuvimos luchando por un mes para que nos reincorporaran pero no hubo éxito. Entonces decidimos seguir adelante con el proyecto pero como una asociación civil.
¿Cómo viviste ese momento?
Fue muy duro para todos, no lo podíamos creer, mucha violencia institucional. Nunca lloré tanto en mi vida. Para ese entonces habíamos hecho nuestro el proyecto. En aquel momento tuve la oportunidad de irme y de buscar otra cosa pero mi compromiso ya era muy grande. Prácticamente había dejado mi vida allí, por eso tomé la decisión de seguir. Viéndolo en perspectiva y después de una enorme ejercicio de resiliencia, lo que pasó nos hizo ser hoy una organización fuerte e independiente. Hoy Ronda Cultural es una organización fuerte e independiente, un proyecto que interpela a un montón de personas las cuales se apropian de él y construyen una carrera profesional. En la actualidad se volvió un movimiento político y cultural en sí mismo, algo que sería imposible si aún estuviera dentro del Estado.
¿Cómo pudieron seguir?
Apropiarnos de las redes sociales fue lo que nos permitió seguir. Si no las hubiésemos tenido probablemente no estaría contando esta historia. Esa fue una disputa fuerte porque las redes eran manejadas por otro ministerio pero luché y nos las dieron. Igual las claves las teníamos nosotros. También los espacios culturales y los museos nos acompañaron en esta movida de independizarnos, lo que sin duda fue un apoyo importante. Lo más importante fueron y son los vínculos y el trabajo conjunto con los equipos de educación, extensión y comunidades de cada Museo.
¿Cómo fue el primer año?
Los primeros tiempos fueron difíciles; había un nivel de vulnerabilidad muy grande, realizamos un trabajo muy fuerte de resiliencia. Al principio éramos unas pocas juntándonos en casas para ver cómo seguíamos. Si bien vos podés estudiar una carrera, en la gestión cultural no hay nada como la práctica y la verdad era que nadie nos había enseñado cómo continuar como una organización independiente. Aprendimos sobre la marcha. Lo que ocurrió fue muy interesante a nivel político y cultural: nos resinificamos para podernos rearmar y nos convertirnos en una política cultural de acceso. Sabíamos que si capitalizábamos todo el trabajo que habíamos hecho sería posible seguir.
¿Cómo retomaron contacto con las instituciones públicas?
Para mí hubo algo que fue fundamental: no quedarse enojado, el enojo te obstruye. Sabíamos que para seguir necesitábamos trabajar con el sector público. El que se enoja pierde. Teníamos convicciones y sabíamos lo que queríamos hacer tanto a nivel político como a nivel cultural.
¿Cómo siguieron adelante?
Lo primero que hicimos fue sostener los vínculos que teníamos con los espacios culturales. Si bien ya no teníamos financiamiento, teníamos medios de difusión y experiencia de trabajo, algo que esos espacios podían aprovechar. También mantuvimos “Ronda recomienda”, una agenda que promocionaba actividades culturales. La idea era transmitir que los museos eran lugares donde convivirían distintos espacios artísticos. Gracias a eso pudimos sostener la vinculación. Durante el primer año éramos sólo cinco. Trabajamos mucho en la comunicación, diseñamos varios proyectos e hicimos una gran convocatoria de voluntarios para atraer gente que tuviera ganas de ayudarnos. El objetivo de Ronda Cultural era promocionar el acceso a la cultura, impulsar a nuevos artistas, armar una red de instituciones y, fundamentalmente, crear una plataforma de lanzamiento profesional para todos los que trababan en educación, cultura y comunicación. La idea es lograr un desarrollo profesional y personal haciendo algo que nos guste y crecer de una forma que nos sea propia. Al sumarse un montón de gente recibimos un impulso enorme que nos dio una trasfusión de energía. Conseguimos una sede fija y luego empezamos con el programa educativo, lo que nos permitió conectarnos con el público no sólo desde la comunicación sino a través de la acción. Así comenzamos con los paseos culturales caminados con escuelas. El primer paseo cultural caminado puso en diálogo al MALBA con el Museo Nacional de Bellas Artes. A partir de allí ganamos todos los proyectos en los que nos presentamos: Proteatro, Fondo Nacional de las Artes, Fondo Metropolitano de Ciudad y otros.
Me imagino que fue un ritmo de trabajo muy intenso.
Sí, tuvimos miles de reuniones al tiempo que todas trabajábamos de otra cosa. Literalmente laburábamos todos los días las veinticuatro horas. Por suerte nos hicieron una nota en Página 12: La Ronda Cultural no baja los brazos. A diferencia de otras notas lo que les pedimos es que cubrieran específicamente el proceso de crecimiento que tuvimos y no tanto el despido como génesis de este nuevo movimiento. Queríamos mirar hacia adelante y contar lo que queríamos hacer a futuro. Gracias a esa nota y al laburo que veníamos desarrollando nos contactaron un montón de personas. El apoyo de la gente y el cariño de desconocidos fue un motor poderoso, nos sentimos muy acompañados y la verdad es que sentí un alivio enorme. Pensá que yo había puesto todos mis ahorros en el proyecto. Me la jugué porque creía en el futuro de la iniciativa.
¿Cuáles son los programas y proyectos que manejan?
Ronda se divide en dos áreas: programas y proyectos. Los programas son los paseos caminados, el programa educativo, los seminarios de formación, el programa institucional y las consultorías. Cuando empezamos con los paseos caminados teníamos un sólo circuito, ahora tenemos ocho. El programa educativo es donde participan escuelas públicas y privadas. El programa institucional son los proyectos de instituciones públicas. Ellas se acercaron a nosotros porque ya nos conocían y sabían cómo trabajábamos. El programa de formación consiste en seminarios para formar mediadores culturales. Hacemos política cultural mediante el modelo de la mediación; esto tiene que ver con el acceso a la cultura a través de la formación de espectadores críticos. Estimulamos el interés y el entusiasmo del público para que vuelva. Por último, están los proyectos que presentamos a financiamientos específicos como lo fue “Ronda de teatro comunitario” y “Ronda de museos universitarios”. El año pasado comenzamos a trabajar con el programa de “juegotecas” de la ciudad de Buenos Aires. Hicimos una prueba y nos terminaron recomendando con la Provincia de Buenos Aires para un proyecto en barrios vulnerables. Los mediadores son de ámbitos muy diversos: algunos estudiaron Comunicación, otros Historia, otros Historia del Arte, otros Museografía. Tenemos artistas audiovisuales, actores, etc. Un guion tiene distintos puntos de vista. Siempre armamos grupos interdisciplinarios. Planeamos llevar el modelo de trabajo a otras ciudades a través del curso de formación de mediadores culturales. Ya estamos pensando en Rosario, Córdoba y Mar del Plata.
¿Cómo ganaron la confianza de las instituciones?
Con todas las instituciones hay un camino de construcción muy grande y en la medida que nos vieron crecer aumentó la confianza que tenían en nosotros. Siempre es un proceso. Empezás con una actividad y después se van fortaleciendo las relaciones y se genera el entusiasmo y la apuesta para más actividades en conjunto. La idea también era crear una forma de trabajar diferente, queríamos tener en cuenta el punto de vista del otro, tener autocritica, no enojarse y saber cómo pedir. Para generar una trasformación tenés que entender el punto de vista de los actores sociales con los que interactúas, por más que en algunos aspectos no estés de acuerdo con ellos. Eso lo aprendí cuando trabajaba para el Estado. Cuando te acercás a una institución con la que nunca trabajaste lo primero que encontrás en general es resistencia. Por eso hay que ser comprensivo, evitar enojarse y ponerse en el lugar del otro. Esa es la clave para generar buenos vínculos. Si nos enojamos eliminamos la posibilidad de trabajo conjunto. Cuando el otro entiende que vos no querés competir sino potenciarlo y que comprendés las lógicas institucionales en la que está inmerso, está más dispuesto a participar. Es un trabajo de persistencia y mucha paciencia.
¿Cómo planean lograr la auto sustentabilidad?
Siempre tuvimos en claro que estábamos construyendo una organización y una plataforma de trabajo para quienes estamos en el ámbito de la cultura, el arte, la comunicación y la educación. Para tener solidez necesitamos ser autosustentables y no depender solamente de subsidios específicos. Para esto, es necesario construir una estructura de trabajo con autonomía. Este año la idea es consolidar los Programas que tenemos desde donde realizamos actividades articulando con distintos actores y avanzar también con la vinculación con el sector privado y organismos internacionales. Lo más importante es consolidar las bases para que nuestro crecimiento sea sólido, la idea es ir paso a paso, sin prisa y sin pausa para no desbordarnos.
El entusiasmo de la gente con el proyecto ha sido enorme.
Es increíble. Estamos en la búsqueda de mediadores culturales y recibimos casi cuatrocientos CVs. Todo ese entusiasmo es lo que más te impulsa. Cuando la gente te dice el impacto que tuviste en ellos te da ganas de seguir. Me emociona un montón escuchar cómo llegás a los otros. Siento que una alegría enorme me atraviesa el cuerpo cuando eso pasa. Lo que más me apasiona es pensar que un montón de personas sienten ese entusiasmo y esa pasión que nosotros sentimos. El proyecto dejó de ser mío desde que lo plasmé en un papel. A partir de allí Ronda Cultural es de todas las personas que creen en la iniciativa. Es maravilloso ver que a otros les brillan los ojos cuando hablan de Ronda. Y esto tiene que ver con unos mis objetivos personales: crear una nueva manera de construir en donde esté el registro del otro como valor eje. La gente no sólo se entusiasma con las actividades, sino también con la forma en que las realizamos y con las convicciones que están detrás. Por eso hablamos más de movimiento que de proyecto. Trabajamos la mediación cultural como forma de acción política: desde distintas disciplinas buscamos construir una narrativa nueva que te invite a descubrir los espacios culturales. La idea es mostrar que todo está vinculado: la historia, la cultura y la experiencia de vida de cada uno. En este sentido, trabajamos mucho con ideas y conceptos que vienen de la educación y la comunicación.
¿Cómo te ves en cinco años?
Veo una proyección internacional. El tercer año es por lo general el momento en el que una empresa u organización se consolida. Veo una organización muy grande que tiene la posibilidad de invertir en proyectos propios. Veo un espacio de trabajo para muchas personas y un espacio político. Con el tiempo se va a transformar en una plataforma de despegue para que cualquiera que integre el proyecto se pueda apropiar de él. No sólo para su crecimiento interno sino también para el desarrollo de su carrera profesional.
¿Qué le dirías ahora a la versión de vos misma de hace tres años?
“Qué suerte que seguiste adelante y que le apostaste a esto”. También me diría que valió la pena. Y me agradecería por la felicidad que vivo hoy al compartir esto con toda la gente que se apropió de este maravilloso proyecto, uno que va a perdurar aunque yo no esté. Me alegra haber asumido el desafío y haber seguido adelante por este camino. A mí y a las que estamos desde el principio nos cambió la vida. Y también me animo a decir que le cambia la vida a los que se van sumando. Hoy puedo ver que es posible una manera distinta de construir. Para poder generar transformaciones debemos hacerlo desde las personas y desde cómo nos relacionamos. Sobre todo, es central entender que el otro es una persona distinta a nosotros, lo que implica que sus propias maneras, lógicas, desafíos y emocionalidades, están absolutamente involucradas y puestas en juego en el rol que asume en la organización.
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