Un hombre murió y como había sido un hombre muy bueno, le dieron a escoger entre pasar la eternidad en el Cielo o el Infierno ¡Como él quisiera! Como cuando el hombre estaba vivo había sido profesor de lógica, pidió que le mostraran el Cielo y el Infierno, para poder escoger con lógicamente. El ángel estuvo de acuerdo a esa petición, así que primero lo llevó al Infierno.

En el Infierno, el hombre vio una gran mesa donde estaba servido un maravilloso banquete. Habían los manjares más exquisitos que se pudiera imaginar. Al ver esto el hombre dijo “Ah! No está nada mal!”. Pero entonces miró a las personas que estaban sentadas en la mesa y vio que todos estaban delgadísimos, casi en los huesos. Se les veía verdaderamente hambrientos y todos estaban llorando, lamentándose, sufriendo.

El hombre, miro al Ángel y Protestó:– Esto no puede ser! ¿Por qué Dios tortura a estas personas así? ¿Es que no las puede perdonar?

El Ángel Sonrió y dijo:– Dios no los “tortura”. Dios los ha perdonado hace mucho, por eso les ofrece todos esos manjares tan exquisitos.

Entonces el hombre fue hasta una de las mesas y señaló uno de los cubiertos mientras le decía al Ángel:– ¿Pero no ves que aquí hay trampa? ¡Dios los está engañando! Les pone estos manjares tan maravillosos delante de sus ojos, ¡pero luego les da unos cubiertos de un metro de largo! ¿Tú te crees que alguien podría comer con un tenedor de un metro de Largo?

El Ángel sonrió de nuevo:– Dios no los está torturando, son ellos los que eligen pasar hambre. Es su Libre Albedrío, es lo que ellos eligen, así que ni tú ni yo podemos hacer nada.

Aquello del “Libre Albedrío” le sonaba “demasiado místico” a nuestro hombre, que no estaba nada convencido. Pero entonces el ángel lo tomó del brazo y lo llevo volando al Cielo para que pudiera contemplar.

En cuanto nuestro hombre vio el Cielo, entonces comprendió todo…

En el Cielo había exactamente la misma mesa que en el Infierno. La gente también tenía esos cubiertos de un metro de largo. Pero, sin embargo, aquí todos sonreían. Todos eran felices. Y a todos se les veía bien alimentados, y disfrutando de su banquete.

¿Cuál era la diferencia?

En el Cielo, cada persona usaba su tenedor y su cuchillo de un metro de largo para darle de comer a la persona que tenía enfrente. Y quien estaba en frente, daba de comer a quien estaba delante. Como resultado, todo el mundo estaba dándole de comer a alguien más y todos se alimentaban. Todos comían felices, y todos estaban bien nutridos.

Al ver esto, nuestro hombre comprendió. En verdad era una cuestión del Libre Albedrío. Los que vivían en un Infierno, en realidad, tenían las mismas oportunidades que los que disfrutaban de una feliz vida en el Cielo. Lo único que les distinguía era la forma en que ellos mismos decidían comportarse.

Comentarios

comentarios