La música es ruido ordenado. Aunque podríamos tratar de matizar, lo cierto es que la mayor parte de la magia que inferimos a las canciones se la ponemos nosotros mismos o, por ser precisos, nuestro cerebro. Es este quien de verdad analiza los patrones repetitivos y rítmicos, la parte de nosotros que sabe apreciar una buena melodía sin importar el estilo musical que haya detrás.

Clásica, dubstep, latina, heavy metal… No deja de crecer el número de estilos musicales, al igual que no dejan de aparecer colores políticos. Cuando la música se estructura en acordes con ligeras diferencias decimos que surgen nuevos géneros. En política lo llamamos disidencia, y ambas macrotendencias coinciden en su apuntalamiento y defensa feroz por parte de quienes escuchamos. ¿Se me oye?

los regimenes musicales siempre estan a una nota del ruido

De la ordenada clásica al jazz antifonal

Dicen que el jazz escapó de la rigidez de la música clásica. Estaba demasiado vivo, y su estructura era demasiado compleja como para tocar al compás de un simple metrónomo. Pero la música comercial amordazó los ritmos tribales y convirtió las antífonas en el tic tac de un reloj, el mismo que marcaba el paso al bipartidismo.

Tic, color azul. Tic, color rojo. Tic, color azul. Frente a los regímenes aristocráticos en cuyas cámaras condensaron los ritmos de los grandes genios de la música, el baile ordenado de la política de turnos se afinaban a la perfección con la penetración de las formas antifonales del jazz. Tic, habla el azul. Tic, habla el rojo. ¿Debimos darnos cuenta del aumento de ruido en la base?

De cuando Pachelbel volvió

Algo se rompió en la partitura de los partidos. Algo pasó hace unos años, cuando las notas discordantes empezaron a sonar y ningún director decidió parar a aquel luthier loco. El partido azul insulta al rojo, y el rojo se mete con el azul. El ritmo se mantiene, y el baile del metrónomo hace difícil distinguir las diferencias. Rob P Rocks supo verlo en su odio hacia Pachelbel.

Parece que solo hay unas pocas notas que se repiten una y otra vez. Las antífonas se aproximaron al teatro de títeres con insultos. ¿Por qué en política los insultos han dejado de destacar? Cuando la música suena mal en nuestro reproductor, cambiamos de emisora. Pero el baile al compás durante décadas ha roto el dial. La emisora la determina el entorno. Y luego llegó el streaming.

Que cada cual elija su música

ruido partido politico

Spotify llevaba tiempo sonando, pero la tecnología había sentado las bases para su modelo de negocio. Surgieron SoundCloud, Jamendo, YouTube Music y tantos otros. De pronto cada cual podía poner la banda sonora que gustase a su vida, aquella cuyos acordes coincidieran a la perfección con su idiosincrasia. El súmmum de la disidencia se dio con clave de Sol y un alzamiento anaranjado.

Desde entonces nos hemos ido alejando unos de otros. Cada uno con sus propios auriculares desde los que escuchar el ruido ordenado con el que más se identifica. Evitando cualquier posible interferencia. ¿Por qué hacer coincidir el tempo cuando puedes levantar un muro de notas que lanzar al contrario? Islas de colores a la deriva, cada una con su propio océano como fondo musical.

Y entonces llegó el ruido

Aprovechando las fisuras de las islas cromáticas, cada una al tempo de su propio viento, llegó el ruido. No nos era ajeno, ya habíamos escuchado el ruido antes en pleno corazón de Europa. Allí de donde la música clásica había surgido, volvía de nuevo el autoritarismo y los aullidos furiosos. El problema de los regímenes musicales es que estaremos siempre a una nota del ruido. Este alza la voz.

“Lo que nos quisimos quitar de encima”, en palabras de Gabilondo, volvía una vez más para llenar las fisuras y agrietarlas aún más. Vivimos en un bis de ruido fuhrioso que se nutre al separarnos en nuestros respectivos universos musicales. El ruido ha cogido la batuta y hace tocar a cada familia de instrumentos la canción que a él le gusta. Notas discordantes predominan sobre la armonía.

Pero podemos elegir, y toca bajar el volumen del ruido. La orquesta suena mejor si tocamos al compás.

 

Imágenes | Diego Catto, Alice Moore

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