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Como muchos escritores, mi primer proyecto literario ambicioso fue un fanfic. Durante parte de mi adolescencia estuve obsesionado con las Crónicas vampíricas de Anne Rice. Tanto llegó a fascinarme el universo vampírico que cogí uno de los personajes secundarios a cuya historia Rice apenas le había sacado el jugo y decidí desarrollarla en forma de novela por mi cuenta y riesgo, haciendo un pastiche en el que además añadí un poco de todos los libros que estaba leyendo por aquella época. No llegó a mayores e imagino que el borrador estará perdido en alguna carpeta de algún cedé que tendré por ahí.
Nada nuevo bajo el sol. Desde las sagas homéricas hasta Sherlock Holmes, pasando por el Quijote o por Alicia en el País de las Maravillas, la idea de retomar el universo creativo de una obra ajena y desarrollarlo más allá de su original, a través de continuaciones y adaptaciones, es tan antiguo como la propia literatura. Ahora bien, hasta el siglo XX todos esas reelaboraciones estaban hechas siguiendo una estrategia muy clara: aprovecharse de la fama del original para tener parte del camino allanado. El fanfiction que surge en el siglo XX parte de un principio muy diferente: es ficción creada por fans para fans. El término empezó a ser usado a finales de la década de 1930, entre los fans de la ciencia ficción para referirse a los autores amateurs que publicaban ciencia ficción en fanzines, muy diferentes a las publicaciones profesionales. Los primeros relatos que se corresponden al uso actual del concepto de fanfics datan de la década de 1970, en concreto a fanzines como Spokanalia, donde se desarrollaba el universo de la serie de televisión Star Trek.
Hasta hace unos años ese carácter amateur, de relatos escritos por fans para fans, se ha venido calificando a menudo, al menos desde la alta literatura, como un tipo de literatura de baja calidad, porque lo que atraía no era tanto que estuviera bien escrito como el universo que desarrollaba, y porque se publicaba directamente, sin pasar por ningún tipo de filtro editorial. La idea a la que remitía era de adolescentes sin bagaje de escritura ni de lectura que se lanzaban a la aventura de escribir haciéndolo sobre aquello que más amaban. Cuando algunos de ellos seguían manteniendo el vicio de escribir a lo largo de los años y, quizá, lograban llegar al mundo de la escritura profesional, a veces miraban hacia atrás con una mezcla de cariño, simpatía y algo de vergüenza por el escritor que fueron. Sí, empecé escribiendo fanfic, se espera que diga el autor ya consagrado, como si aquello fuera un pecadillo de juventud.
Sin embargo, en los últimos tiempos hemos asistido a una transformación radical de la literatura fanfic. Internet hizo que el fandom de todo el mundo se encontraran y que formaran comunidades globales, de forma que lo que antes era leído por un puñado de personas del círculo más cercano se convirtió en un producto que se proyectaba sobre decenas de miles de lectores, ávidos por continuar leyendo aventuras e historias alternativas de sus personajes favoritos. Primero fue FanFiction.Net a principios del nuevo milenio y un lustro después apareció Wattpad, todo ello azuzado por el fuego de las redes sociales. Plataformas como estas han demostrado que la literatura fanfic puede llegar al mundo de las publicaciones tradicionales, aparecer en la lista de libros más vendidos del New York Times o convertirse en un negocio rentable que mueva millones de euros. Si antes los autores podían tener ciertas reservas de confesar su pasado fanfic ahora los agentes literarios recorren el mundo fanfiction para identificar cuál será la próxima gallina de los huevos de oro.
Esto, para parte del fandom, es el comienzo de una nueva era, una en la que los fanfics ya no son tratados como literatura de segunda categoría, pero también hay quien piensa que mata el espíritu original indie que alimentaba a este mundillo. Además plantea una serie de retos y problemas que hay que poner sobre la mesa.

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Cuando Cincuenta sombras de Grey se encumbró como uno de los fenómenos editoriales de 2012 nunca se intentó ocultar que se trataba de un fanfic de Crepúsculo aparecido en FanFiction.net aunque sí se hicieron los cambios necesarios para que el trabajo pareciera original y pudiera publicarse como tal. Para aquellos que conocían bien el universo de Crepúsculo era más que evidente que si bien la trama, el ritmo o los personajes de E.L. James no eran réplicas exactas de los de Stephenie Meyer sí seguían un mismo patrón. Eran, en definitiva, una selección y mezcla del trabajo de otra persona, reorganizado de forma diferente. Después de que Cincuenta sombras de Grey se convirtiera en un éxito de ventas y se firmara un contrato para llevar la novela al cine, parece que se abrió un nuevo nicho literario y comenzaron a aparecer infinidad de autores de fanfics de Crepúsculo, todos ellos deseosos de emular el pelotazo de E.L. James. De hecho, su editorial original, The Writer’s ’Coffee Shop, publicó muchos otros fanfics de Crespúsculo aparte del de E.L. James.
Pero en el paso del terreno indie al mainstream se plantean toda una serie de dilemas éticos y legales que a veces resultan un tanto confusos. Los fanfics siempre han estado tierra de nadie en lo que se refiere a la infracción de derechos de autor y de libertad de expresión, porque hacen un uso limitado de material con derechos de autor para sus propios fines sin el permiso del titular de esos derechos. El terreno pantanoso se debe a que una idea no puede tener derechos de autor. Crepúsculo sí los tiene, pero la idea de una historia de amor apasionado entre una adolescente mortal y un vampiro inmortal no. Más allá de la idea, un fanfic utiliza como materia prima un trabajo protegido por derechos de autor para, a través de un proceso de transformación, crear una nueva narración dentro de un marco familiar. Pero al movernos con ideas los límites de este proceso son tan difusos que si un tribunal tuviera que decidir qué fanfics infringen los derechos de autor tendrían que hacerlo uno a uno.
Usar personajes y mundos preexistentes no es solo es una buena forma de entender esos personajes y mundos sino una manera de descubrir qué tipo de narrador eres. Te da la oportunidad de tomar nuevas rutas y darle forma a temas que el material original nunca hizo. Toma este mundo y cambia ese elemento o haz que este personaje haga algo que nunca haría, introduce una nueva trama romántica o sitúa la historia en un escenario completamente diferente y mira a ver qué sucede. Es una forma de desafiarse a uno mismo como escritor. El problema se plantea cuando se utiliza el trabajo de otra persona y lo que se cambia es poco o nada.
Que el fanfic es un fenómeno en crecimiento imparable, de enorme potencial comercial, lo demuestra el hecho de que una buena parte del mundo editorial ya empiece a aceptarlo. Antes de que acabara 2018, Kindle Worlds, de Amazon, publicaba fanfiction para de obras como Gossip Girl o The Vampire Diaries. Las puertas de la publicación profesional se han abierto para el fanfic y ya es poco probable que se cierren. Al fin y al cabo, si algo es lo suficientemente bueno y hay lectores que quieren leerlo, ¿por qué no iba a a ser publicado por los cauces tradicionales?
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