Fabián Forte es un apasionado del cine. Desde chico visualizaba las historias que quería contar. Hoy en día es un referente del cine de terror y ha participado en decenas de producciones de género. Como director se destacó por su controversial film La corporación en la que el protagonista siente la necesidad de crear un mundo de ficción para huir de un mundo plástico. Además de producir, escribir y dirigir películas de terror como Malditos sean (co dirigida con Demián Rugna) y El muerto cuenta su historia, dirigió comedias junto a Nicanor Loreti como el taquillero film Socios por Accidente, su secuela y posteriormente Cantantes en guerra, ya en solitario.
Intrépido y espiritual, siempre está metido en proyectos en los que busca dejar su impronta. Al día de hoy sigue dirigiendo y participando en producciones, y su amor por lo sobrenatural se mantiene. Me junté con él en un bar de Almagro para hablar de su verdadero amor: el cine.
¿Cómo fueron tus inicios?
De muy chico supe que quería ser director de cine. Me decía: “si hay gente que se dedica a escribir y dirigir películas yo también puedo”. Mis viejos me llevaban mucho al cine. Veía de todo: desde Flash Gordon hasta Olmedo y Porcel, pasando por Bud Spencer y Terence Hill. Y obviamente mucho cine de terror. Me daban el gusto, a ellos no les gustaba tanto, pero yo era fan de la hemoglobina. También me gustaba ver películas que no eran para mi edad y me escabullía al autocine. Allí mis viejos me hacían entrar a ver películas para mayores de edad. Mi inocente sueño a los doce años era tener mi propia habitación y empapelarla de posters de películas que me hayan gustado. Solía ir mucho al video club a buscar posters de películas con el objetivo de cumplir mi objetivo, y porque además me gustaba la chica que trabajaba ahí. Mientras hablaba con ella y la acompañaba, le hacía recomendaciones a la gente que venía a alquilar películas. Era muy bueno convenciendo a las personas, se terminaban llevando cuatro o cinco películas por día. En realidad lo que hacía era transmitirles mi pasión por el cine. Fue lógico que un mes más tarde, el dueño me ofreciera trabajo en el local. Obvio que acepté, se me abrían las puertas a un universo increíble. Tenía cerca de trece años y trabajé allí casi diez. No paré de ver películas. Como no teníamos videocasetera en casa, el dueño me dejaba las llaves del local y me quedaba toda la noche viendo películas, solo o con mis amigos del barrio. El fin de semana a veces me prestaba la videocasetera y veía más de diez películas. Un freak total. Aprendí mucho visualizando cientos de películas.
¿Qué te llevó a realizar cortometrajes?
Dibujaba mucho, mal pero lo hacía. Dibujaba algunos posters de películas que sacaba de los diarios en los tiempos en que el diario se imprimía en blanco y negro. Luego con un amigo de la primaria nos juntábamos a dibujar una especie de comic (muy trucho) de la película que nos había hecho flashear en cines. Recordemos que en esa época solo podías ver una película en el cine, en la tv o en un vhs, no estaban tan a mano como ahora que podés ver lo que quieras en tu computadora. Sin darme cuenta, estaba dibujando una especie de storyboard de las películas que me gustaban. Con el paso del tiempo me encontré escribiendo guiones de manera autodidacta. Sin saber cómo se escribían, pero por el placer de hacerlo. Ahí me di cuenta de que hay algo muy intuitivo en la realización de una película: cuando pensaba en una historia la veía en imágenes y la editaba en mi cabeza. La forma a través de la cual yo veo el mundo es un poco así, en formato escenas, encuadres y posibles ediciones. Voy por la vida pensando en pescar ideas que sean posibles historias cinematográficas.
¿Cuál fue la primera película que te marcó?
Una película que me abrió los ojos fue Adrenalina, son varios cortometrajes franceses. Me hizo conocer el mundo de los cortometrajes como medio para contar una historia.
¿Cuándo decidiste estudiar cine?
En 1992 hice un curso introductorio en el ENERC pero al terminarlo, en vez de estudiar ahí me metí en una privada: la Escuela Superior de Cine. Podía pagarla, trabajaba en el video club y tenía mi dinero ahorrado. Siempre fue caro estudiar en escuelas privadas de cine, pero era un lujo que me daba. En 1993 me junté con un amigo del barrio también fan del cine, y armamos mis primeros cortos. El actuaba, yo escribía y dirigía. Durante la carrera también hice varios para la escuela, con mis compañeros de carrera. La escuela de cine me permitió incorporar la teoría a lo intuitivo, y el conocimiento necesario para contar de manera eficiente una historia audiovisual.. Para cuando me recibí (a mediados de 1999) no sabía cómo insertarme en la industria del cine. Me había mudado de barrio y me sentía en la nada misma, entorno nuevo, y sin el marco de los estudios. Decidí estudiar teatro con un profesor llamado Alejandro Casavalle, con el objetivo de aprender mejor a dirigir actores. No pude con mi genio y con mis compañeros armamos un grupo creativo para crear una serie de tv independiente. Se llamo Buen día para todos. Y para ser honesto, la idea surgió de un compañero del grupo, que vio en mi la posibilidad de hacer ese delirante proyecto. Teníamos una cámara hi 8, una casa grande en Parque Chacabuco, éramos cuatro chabones con tiempo al pedo y ganas de jugar, escribir y hacer algo parecido a una serie. Durante tres años no paramos de escribir y grabar escenas en esa casa y en los alrededores del parque, e hicimos ocho capítulos de una hora cada uno. A medida que la hacíamos, el proyecto crecía y ya no éramos solo los cuatro amigos iniciales, se sumaban al reparto vecinos del barrio Chacabuco. También participaron actores famosos como Emilio Disi o Marcelo Mazzarello que al vernos tan apasionados se prestaban a participar. Los íbamos a buscar al teatro y les preguntábamos si querían participar. Jóvenes y con empuje (risas). Si el video fue mi primer escuela y los estudios académicos la segunda, este proyecto fue mi tercer espacio de aprendizaje. Era puro oficio a la hora de narrar situaciones. A su vez, como no teníamos dinero y la ansiedad por ver el resultado era grande, grabábamos cronológicamente y editábamos en cámara. El resultado era interesante, el formato de la cámara lo permitía también. Realizaba un constante trabajo de edición que más adelante, al laburar profesionalmente, me serviría mucho.
¿Cómo llegaste a tu primer largometraje?
Luego de hacer tantos episodios de la serie que terminaban viéndose en espacios diversos, como teatros o bares con pantalla gigante, pero que no generaban un mango, les propuse a mis amigos del grupo hacer una película con el mismo método y mandarla a festivales. Había investigado, gracias a internet, sobre festivales de cine y sobre como enviar una película al exterior. Realmente era un apasionado por lo que hacía: en lugar de salir a bailar con mis amigos, me la pasaba buscando festivales en los que participar. Imaginate lo que era mi vida, un desastre total (risas). En aquel momento me di cuenta de que había todo un mundo de festivales de genero terror. Digamos que fue mi primer amor en el cine, el género fantástico. El género que me convenció de ser cineasta. Fue por eso que decidí escribir un guion de género terror. Ahorrando plata y editando en cámara, escribí un guion pensando en los recursos que teníamos a nuestro alcance: la casa era de una amiga actriz que actuó en la película, los actores del taller y un par de amigos detrás de cámara. Los protagonistas eran los chicos del grupo de la serie, mis amigos del taller teatral. La película se llamó “Mala Carne”. La hicimos en seis noches, y digamos que el plan de rodaje lo iba resolviendo a medida que escribía. Fui consciente de lo que podíamos hacer sin un mango, solo invertimos en alquilar una cámara mejor, que fue un amini dv, en ese entonces un alarde tecnológico (risas). Hicimos fiestas, juntamos fondos y la enviamos a más de treinta festivales extranjeros. Terminamos ganando en el Fearless Fest en USA. Eso fue una revolución para mí: la hicimos con quinientos pesos y gracias a ese festival, nos ofrecieron comprarla y editarla en USA. Nos la compraron por quince mil dólares, a valor de 1 dólar 3 pesos, o sea que fue una gran ganancia pensando en la inversión que hicimos. Fue una alegría enorme, no sólo ganamos confianza, sino también dinero. Con lo que gané me compré una computadora para poder escribir y editar. Creo que mis compañeros hicieron lo mismo. Ellos también se pusieron a estudiar cine, intuyo un poco que esa época les marcó la vida y decidieron que el lenguaje audiovisual era lo que querían hacer de sus vidas. Hoy son grandes amigos y se dedican al medio. Luego de esa experiencia, con el mismo grupo hicimos un corto llamado “Dosis” aprovechando el concurso nacional de Telefe cortos 2004. Y tuvimos la suerte de ganar el primer premio en un concurso donde participaron casi seiscientos cortos. Estábamos tocados por una varita mágica. En paralelo a este grupo de amigos, con Mala Carne decidimos participar en un festival llamada Buenos Aires Rojo Sangre, un lugar extraordinario en donde todo el cine de terror argentino, el que no se puede estrenar en el país, se veía allí. Pensá que el cine de género argentino estuvo vedado más de veinte años en nuestros cines. Y este festival era la fiesta del cine de género argentino, y todavía lo es pues sigue vigente y sigue creciendo. Al proyectar Mala Carne allí, conocí muchos colegas que hacen cine de terror, la mayoría de manera indie sin apoyo INCAA (era el año 2003) Y gracias a ese festival conocí un grupo de personas con quienes hicimos una película de pequeña inversión para el mercado extranjero. El inversor era Dardo Ferrari, y la película estaba pensada para el mercado intencional y debía ser hablada en inglés. Me tocó ser asistente de dirección en esa primer película, que dirigió Damian Leibovich. Luego de esa película vinieron otras con el mismo formato, dirigidas hoy por cineastas también referentes de género, como Daniel de la Vega o Demián Rugna con quien hicimos muchos proyectos juntos. Esas películas fueron mis primeros pasos como asistente de dirección. Ya llevo 35 películas como asistente de dirección y ocho como director. Y te confieso, el oficio que me da el trabajo de asistente de dirección es muy sólido. Y lo empleo al dirigir.
Dicen que filmar, ya sea un largo o un corto, es adoptar una familia que te dura para siempre. ¿Estás de acuerdo con eso?
Si, totalmente. Se forman familias, y relaciones intensas. La aventura de hacer cine siempre tiene esos resultados. Amigos con los que compartís la misma pasión. Quitando lo complejo de realizar una película, es una tarea ardua, estresante y muy bella, y si odiás la rutina, estás en el camino correcto, pues es anti rutinaria: todos los días grabas en lugares distintos, entornos diversos, y conocés personas diferentes en cada rodaje. A su vez, con el tiempo los rodajes te permiten elegir a las personas con las que vas a trabajar en tus proyectos a futuro porque confías en ellos, porque tenés química al trabajar, y sabes sus potencialidades y talentos.
¿Qué te apasiona del cine?
La posibilidad de crear universos a través de una cámara. Poder conectar con el espectador, lograr generar empatía, abrir corazones, hacer reflexionar. Cualquier expresión artística que nos haga más humanos tiene un valor muy importante en los tiempos de hoy. Como narrador audiovisual me interesa todo tipo de cine; se me caratula como cineasta de cine de terror, pero el humor trasciende en mi filmografía, sea humor negro o más clásico. Tuve la suerte de hacer cine indie y cine industrial, cine personal con guiones propios y películas escritas por otros guionistas con intenciones comerciales. Y debo decir que el cine tiene llegada directa al corazón de la gente, en todas sus formas. El cine es un espacio maravilloso de comunicación.
¿Por qué el género y no lo autoral?
Porque me gusta contar historias y no situaciones. Cuando hablo de género me refiero al género comedia drama y no solo terror. El género tiene una estructura muy clásica en sus cimientos. Hay un relato que tiene puntos claves para que esa historia entretenga en su extensión. Hay un conflicto, un viaje que el héroe debe emprender, una historia en la que debe aprender y mejorar quien es mientras se enfrenta a esa fuerza que se le opone, un desarrollo que lleva a un desenlace que puede ser trágico o no. En fin, hay una historia con un personaje que te conmueve y que querés que gane la contienda. Hay una historia concreta. A lo autoral lo relaciono con películas del tipo “hombre camina por un bosque, y termina con el hombre caminando por el bosque”. Yo necesito que me cuenten una historia. Quizá porque de chico fui lector y la narrativa ficcional me ha llevado a querer eso en una película. Dentro del cine autoral hay películas muy buenas, pero para mí ese tipo de cine es como la poesía mientras que el género es la prosa. Yo nunca entré en la poesía, prefiero la ficción. También entiendo que el cine de autor es un cine más festivalero, más de nicho, un cine para el espectador cinéfilo o apuntado al crítico, y el cine que lleva al público masivo a las salas es el género. No hay que despreciar el cine comercial. Creo que debemos como cineastas lograr calidad en el producto que debemos realizar, sea una comedia comercial o un drama épico. Siempre lograr buenos productos y dar lo mejor dentro de las posibilidades de la producción. Durante una época la mayoría del cine argentino eran películas de autor, festivaleras, un tanto lentas para el gran público. Hoy día, pese a que el cine argento tiene todo tipo de películas y a que en los últimos años se ha diversificado en temáticas y géneros, todavía se mantiene el prejuicio de que si es argentino no entretiene. O de que es aburrido. Eso lo escuchás en la calle o cualquier reunión: “Yo no veo cine argentino”, dicen. Creo que más allá del prejuicio o el poco conocimiento de nuestro cine, y de la colonización que sufre la mayoría de la gente con el bombardeo Hollywoodense de súper héroes, también hay un poco de culpa de ese cine argento “de autor” que marcó a muchos. Hay que crear confianza en la audiencia dándoles películas entretenidas y de calidad. Tarea no fácil, por cierto, ya que competir con el mercado hoy es muy difícil. La diversificación tecnológica creó mucha competencia y el cine está atravesando por un periodo difícil mundialmente, y en el país ni hablar. Pero es nuestra tarea como realizadores dar lo mejor .
Volviendo al cine de terror , dije que hubo veinte años en donde en el país el INCAA no aprobaba cine de género. Una de las últimas películas de terror que se estrenó en Argentina en esas épocas fue Alguien te está mirando, dirigida en 1984 por Gustavo Cova y Horacio Maldonado. Hubo películas aisladas, como La sonámbula (1998) de Fer Spiner, pero el cine de género fue vedado. Recién en 2006 un proyecto de género fue aprobado. Se llamo Visitante de inverno de Sergio Eskenazi en el cual participe como asistente de dirección, y con esta película se reabrió la puerta para la aprobación de proyectos del estilo. Cambiaron los procesos de selección y también quienes seleccionaban los proyectos. Hubo personas con otra cabeza en esa posición y el cine de género empezó a ser considerado por el INCAA. El festival “Rojo sangre” ya no solo estrenaría películas independientes de terror, ahora también películas comerciales apoyadas por el INCAA. Si debo defender al género y explicar porque me gusta, considero que es un buen lugar de crítica. Hay películas de terror que son pretextos para simbolizar las bajezas humanas, los miedos más primitivos, incluso para criticar la sociedad o los sistemas que nos esclavizan. Hay películas gore que a mi gusto no sirven más que para satisfacer el morbo, ese cine no me gusta , no me identifica. Pero el buen terror o la buena ciencia ficción te pueden dejar un mensaje potente, una marca muy fuerte en la memoria.
Cuando los actores hacen películas de género pueden volver a jugar como cuando eran chicos. Por eso les encanta.
Sí, hay mucho juego. Si se entregan y no caen en el prejuicio, la experiencia de hacer cine de género es hermosa.
Ahora con Aterrados, en donde vos estuviste como asistente de dirección, el público mundial pone los ojos en Argentina.
Sí, Demián armó una gran película. Él no sólo es director sino que también es guionista y montajista, y escribiendo es muy creativo. Está muy en contacto con la escritura, por eso tiene esa capacidad de crear tan buenos personajes. Le da mucha bola a la estructura y a sus personajes. Por esas coincidencias en los gustos creo que hacemos un buen equipo y siempre colaboramos en nuestras películas, desde que hicimos “Malditos sean!”, Aterrados marcó un antes y un después, la critica la avala y el espectador argentino, que de por si es muy crítico con el cine argentino, la amó. En festivales de cine la rompió y logró lo que nunca había sucedido, que se haga una remake en Hollywood dirigida por el mismo director de la original, y de la mano de Guillermo del Toro, un referente mundial en el cine fantástico. Un golazo. Estamos muy orgullosos.
¿Qué películas de terror te fascinaron?
“El exorcista”, “La serpiente y el arcoíris”, Poltergeist, “Halloween”, “El ente”, “Salems lot”, “La invasión de los usurpadores de cuerpos, “Hellraiser”, “Tiburon”, “It”, Videodromo”, “Posesión”,“La hora del espanto”, “El hombre lobo americano”. Más cercanas a estos años: “The witch”, “Saw”, “El conjuro”, “Babadook”, “ Let the right one in” “Hereditary”. Me encanta también el terror japonés de los noventa “The ring”, “Ju on”, “dark water” Audition”.
¿De ciencia ficción?
“Doce monos”, “Niños del hombre”, “Brazil” “Volver al futuro” “Inteligencia artificial” “Minority report”. De Argentina “La sonámbula” y “Adiós querida luna”, “Invasión”. “La antena” “ Filmatron”, “Daemonium”. Son muchas las películas, si me das tiempo paso un listado.
¿Cuáles son tus influencias?
La cabeza es una gran batidora. Mezclás lo que ves con lo que vivís o con lo que imaginás. Imagino que mezclo no solo cine, también lo literario. Leo mucho. A veces un cuadro o una música también influye en las ideas.
¿Qué tipo de terror te gusta?
Prefiero algo con contenido en lo narrativo, no me gusta el regodeo por lo morboso.
¿Preferís lo narrativo o lo visual?
Como guionista que soy, me gusta lo narrativo pero ¡ni en pedo le doy la cámara al director de fotografía para que encuadre! , yo siempre quiero encuadrar. Indudablemente lo visual me encanta. La cámara es mi herramienta principal de trabajo, y me dedico al cine y no a la literatura pues elegir la puesta y los encuadres me fascina. Cuando filmo una escena tengo muy claro dónde quiero que vaya la cámara. Es parte de mi juego.
¿Cuáles son tus demonios?
La enfermedad y la vejez más que a la muerte en sí. A la muerte le tememos y no nos enseñan a vivir sobrellevando la idea de que iremos a morir. Tampoco nos enseñan a sobrellevar la vejez y a construir un espacio interno espiritual de armonía. Vivimos en occidente en donde a la espiritualidad se la tiene un tanto olvidada. Yo la busco con la meditación. Soy budista, y aprendí con esta filosofía (y aprendo día a día) no solo a superarme sino también a intentar construir paz interior y lograr cierto equilibrio mental, me hizo caer en la cuenta de lo desconectados que vivimos, de las cosas esenciales, y que debemos aprender a entender la muerte como un proceso más, como parte de la vida. A su vez creo que entendiendo eso, y sabiendo de nuestra vulnerabilidad, le daremos más importancia al día a día. Estamos de paso, ¿vio? Y eso a veces se olvida. Hacemos planes creyendo que vamos a vivir para siempre. Para llegar a una vejez sana tenés que tener un espíritu bien construido.
¿Qué temas se repiten en tu obra?
Quizá los miedos, el amor, los celos, depende. Hace cinco años escribí una película que se llama “Cosa e mandinga”. El protagonista es un viejo chamán. La película habla de la falta de fe, de cómo una persona pierde las raíces y su voz interior. Hoy día ese tema me interesa mucho. Cuando hago una película quiero que la gente se quede con algo, que reflexione, que se haga preguntas.
¿Por qué creés que se puso de moda el “torture porn” como subgénero dentro del terror?
Imagino que el morbo nos domina. Somos primitivos a pesar de que la tecnología avanza a pasos agigantados.
¿Influencias literarias?
Ray Bradbury. Cortázar, Bioy Casares, Borges. King, Lovecraft en materia terror. Mucha ciencia ficcion / fantastico. Ahora bien, no sé si me influencian, pero me gustan autores como Paul Auster, Truman Capote, Saer, Soriano… Soy bastante ecléctico en mis lecturas.
¿Es difícil filmar en Argentina?
Extremadamente difícil hoy día, frente a la crisis. He visto en estos últimos dos años como productores han dado de baja a sus películas por falta de dinero. Nuestra moneda se devalúa día a día, y es muy difícil sostener la pequeña “industria del cine argentino”. No solo el mercado es súper competitivo, internamente la crisis que creó este gobierno logró que el cine esté en un proceso muy complejo difícil de sostener.
¿Qué historia te gustaría contar?
Me gustaría hacer una película que hable sobre cómo manipulan a la sociedad a través de los medios de comunicación. Sobre cómo la gente termina cediendo sus ideas a ideas prefabricadas por los grandes monopolios y cómo deja de tener una estructura de pensamiento y análisis propio para terminar opinando lo que quieren los poderosos. Pude hablar sobre el tema un poco en “La corporación”, pero me gustaría volver a abordarlo ya que es muy amplio.
¿Cómo es la experiencia de dirigir tu primera película?
Es un proceso complicado porque venís con grandes expectativas y te chocás con la realidad del presupuesto en Argentina. Hay todo un proceso de adaptarte a lo que tenés. Muchos directores no sobreviven a esa primera experiencia porque les cuesta adaptarse, flexibilizarse. A veces es para bien: cuando modificás el guion o lo recortás queda más puro; hay una síntesis. Otras veces no. Para ser director tenés que amar contar historias y saber flexibilizarte, adaptarte al mecanismo de producción nacional. Hoy en día por la crisis tenemos que apuntar a un cine que se parezca al teatro, no en la forma pero sí en las historias. Ser conscientes del dinero que podemos tener a la hora de escribir un guion.
¿Qué diferencias ves entre el teatro y el cine?
Muchas. Por momentos se chocan, pero tienen amplias diferencias. El cine toma del teatro algunas cosas, pero el teatro construye desde otro lugar. La narrativa es distinta, y el cine es más gráfico. No es cronológico en su realización. No tiene, lamentablemente, el mismo tiempo de ensayos que requiere una obra de teatro. A veces salís a rodar sin ensayar y eso es terrible ya que el cine queda por siempre. A su vez, los tiempos de realización son otros, la urgencia del cine es distinta. No solo hablo de lo narrativo también del proceso de realización.
¿Cómo construís un personaje creíble?
Narrativamente desde el guion, tiene que ver con el vínculo emocional, alguien con quien puedas identificarte, alguien por quien puedas sentir empatía. Hay personajes que funcionan por default, como una mujer embarazada o un niño. En esos casos se genera un pacto de empatía por sus fragilidades. Hay cuestiones que son muy primitivas y hay conflictos humanos que nos conectan universalmente. Si tenés buenos personajes y un conflicto potente, seguro tenés una historia poderosa que contar. Si hablamos de construcción actoral del personaje, es tener buen ojo en el casting, trabajar con actores sensibles e inteligentes, y contar con el tiempo necesario para poder ensayar y construir a ese personaje ficcional.
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