Apoyado con la frente en el cristal de su piso, jugando con el pensamiento de poder abrir la ventana y fumar con la brisa nocturna dándole en la cara. Ya no podía, no había ventanas, solo cristales fijos, no tenía mucho sentido cuando la contaminación lo había podrido todo.

Había movido cielo y tierra para encontrar a aquella pelirroja, parecía que se la había tragado la tierra, pero la verdad es que no sería tan extraño que ya no estuviese viva. Aún así la investigación había dado un giro inesperado, y resultaba que el muerto era un afamado traficante de nuevas drogas además de armamento sofisticado, por si fuera poco, parecía que su muerte no había sido por elección propia. Nada de eso era sorprendente, pero para Josh el guapo aquello llevaba una palabra implícita que lo hacia moverse, intriga, y cómo se sentía muerto por dentro, era el mejor de los motivos para no cerrar el caso.

Bajo la misma luna en la habitación de Kat aparecían tres inspectores que parecían no tener ni tiempo ni paciencia. La sensitiva los miraba desde el suelo de su habitación en el psiquiátrico con cara de miedo. Aterrada, había huido continuamente de ellos, pero alguien había hablado demás. Le pidieron, y me gustaría decirte que amablemente, pero puedes intuir que no fue así, que recogiera sus cosas y los acompañase, ella sin resistencia y poseída por el miedo asintió, y mecánicamente, como si se dirigiese al corredor de la muerte, comenzó a recoger lo poco que tenía. La condujeron hacia alguna parte con olor a tierra húmeda y desde luego alejada de cualquier tipo de civilización, todo intuición, dado que la llevaban con los ojos vendados. Aquello olía mal, había escuchado hablar de ejecuciones no permitidas para eliminar a aquellos que molestaban, quizás era ese el motivo de tanto misterio.

La venda cayó a sus pies, una habitación de cemento sin ventanas y sin más mobiliario que una silla y una mesa con una columna de papeles considerable se presentó ante sus ojos, ahora una mujer de tez amarilla la miraba curiosa.

—Hola niña, Kat ¿verdad? —dijo aquella extraña mujer

—Si Señora, aunque supongo que es una mera formalidad, porque si me ha encontrado sabrá todo de mí.

—Eres una sensitiva, con una inteligencia muy por encima de cualquiera, cerebro esclavo ¿no es así? —Ladeó la cabeza mirándole.

Kat decidió guardar silencio, no había nada que añadir.

—Voy a dejar la charla con café para otro momento Kat, quiero que colabores con la policía estatal, los casos se acumulan en las mesas y los agentes que nos quedan tienen la inteligencia de los antiguos simios, y si te digo la verdad, estás jodida. No tienes familia, tu último dueño…vamos a decir que se murió, y…¿qué te queda? veamos…nada, no te queda nada, ni siquiera opciones.

Kat echó la cabeza hacía atrás y dejando caer unas lágrimas comenzó a reírse sin parar, estaría viva más tiempo ¿victoria?

—Léete tu contrato, o quizás tu condena, ya lo decidirás, fírmalo puesto que no tienes elección y cuando acabes pega un golpe en la mesa, te llevaremos a tu nuevo hogar niña.

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