Cuando se piensa en el arte tradicional japonés, se suele aludir a la delicadeza, a la fragilidad o a la sutileza. Es el estilo zen. Como el haiku que es capaz de captar en pocas palabras la esencia de las cosas. Sin embargo, no conviene meter en el mismo saco a todo el arte tradicional japonés.
Una de esas excepciones sería el pergamino He-Gassen, datado aproximadamente en la década de 1840. He-Gassen se traduce literalmente como «batalla de pedos» y en él vemos a varios hombres y mujeres haciendo precisamente eso, a veces con la fuerza de un huracán, con explosiones tan enormes que pueden hacer volar a los gatos, que pueden cruzar las paredes, derribar edificios o dejar tambaleantes a sus víctimas. Se trata de una batalla épica de gases entre hombres y mujeres, cuyas ventosidades tienen tanto poder que pueden atravesar amplios campos de batalla.
Durante el período Edo (1603–1867), la flatulencia se usó como una forma de burlarse de los occidentales, por lo que puede interpretarse como una caricatura política. Como un South Park japonés del siglo XIX. Japón se aisló del mundo exterior y sintieron cada vez más la presión de Occidente hasta que, finalmente, los botes estadounidenses dirigidos por Matthew Perry forzaron la apertura del país en 1853. ¿Qué mejor manera de contraatacar a esos intrusos occidentales que con una cabalgata de gases?
El He-Gassen está dentro de una tradición literaria y artística que demuestra que el humor basado en los pedos es intemporal, como vemos desde sátiras políticas atribuidas a Séneca hasta El Rey León y Pumba, pasando por un cuento de Las mil y una noches o el humor flatulento de Quevedo.
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