La música de las esferas

La teoría de la armonía de las esferas es de compleja dificultad alcanzar, comprender y explicar. Es una teoría imposible de plantear desde la experiencia, en primer lugar, porque nadie ve a simple vista los planetas, algo para lo que se requeriría de instrumentos astrológicos; y en segundo lugar, porque nadie escucha la supuesta música celestial que generan los planetas y sus respectivos movimientos. La cuestión no es que nos encontremos muy lejos de ellos sino que la música y la armonía de las esferas celestes no son perceptibles con nuestros oídos sino a través del intelecto.

Son muchos y diferentes los conceptos que se tienen sobre la música, pero bien es sabido que este arte ha sido sometido a una constante reflexión filosófica por grandes pensadores, tales como Pitágoras, Platón, Boeccio, Liu Chi o Kant; lo que nos permite deducir que la expresión musical se halla vinculada a la filosofía desde antaño.

Ya desde la Antigüedad se consideraba a la música como uno de los estudios que le convenía al ser humano para no ser un esclavo sino un hombre libre. Estos estudios eran: gramática, dialéctica, retórica, geometría, aritmética, astrología y música. La última de estas era una disciplina claramente científica pues hasta la Modernidad todavía pertenecía a las artes liberales formando parte del quadrivium, la rama de los estudios que reunía las artes reales: el número (aritmética), el espacio (geometría), las esferas celestes (astronomía) y la armonía (música). Es Kepler quien, estando en la Modernidad de los siglos XVI y XVII, además de retomar la ciencia musical, reúne las cuatro artes reales del quadrivium.

No vamos a definir el concepto de la música ni a tratarlo de manera histórica. No vamos a definirlo en función de lo que diga un manual de conservatorio o una de las ediciones del diccionario de la Real Academia Española pues nos sería de tremenda dificultad aplicarlo a las teorías de Kepler, quien, a pesar de sus grandes esfuerzos a la hora de desarrollar sus teorías, no era músico (aunque si había sido educado durante su juventud en dicha disciplina). Debemos partir de una base, de un sustento teórico. Este consiste en que, sin alejarnos en ningún momento de Kepler, podemos/vamos a decir que la música es aquel conjunto de sonidos que produce el movimiento de los entes físicos que, dependiendo de que tipo de entes sean, tendrán unas determinadas frecuencias que les caracterizan; y es esta determinada caracterización de frecuencias que tiene cada ente y su movimiento lo que llamaremos armonía de cada ente en movimiento. La suma de los distintos sonidos y armonías particulares es la armonía de las esferas celestes.

Todos y cada uno de los planetas se mueven alrededor del Sol; y el movimiento que realizan dichos planetas al moverse alrededor del Sol produce un tono musical, un intervalo musical, la distancia que separa dos sonidos musicales. Cada planeta al moverse alrededor del sol, produce un tono musical cuya frecuencia dependía de la velocidad angular de cada planeta con respecto al Sol.

Los planetas producen notas musicales. No obstante, unos producen unas notas más constantes y otros menos constantes. Las notas musicales se emplean para hacer alusión a un sonido con una determinada frecuencia en sí. Estas notas musicales son: do, re, mi, fa, sol, la y si (también con sus respectivos sostenidos y bemoles).

Kepler asignó a cada planeta y su respectivo movimiento unas determinadas notas musicales. Los planetas con una órbita más excéntrica, descentrada, aquellos cuya velocidad angular es más variable, abarcan un mayor rango sonoro; mientas que los planetas cuyo movimiento alrededor del Sol es más centrado, es decir, que su movimiento sigue una circunferencia (que no tiene por qué ser perfecta), son aquellos planetas cuya velocidad angular es menos variable y que abarcan una menor rango sonoro. Por ejemplo, la Tierra solamente varía en un semitono (de sol a la bemol), es constante; mientras que Saturno varía bastante más (de sol a la, de la a si). También hay casos totalmente radicales como Venus cuyo intervalo es tan reducido que no puede verse (se queda en la nota mi) o Mercurio (de do a re, de re a mi, de mi a fa, de fa a sol, de sol a la, de la a si, de si a do, de do a re, de re a mi).

Kepler advierte, que el movimiento de los planetas alrededor del Sol no son líneas rectas e infinitas, sino cerradas y por tanto, repetitivas. Los planetas no paran en ningún momento de moverse alrededor del Sol, giran y giran en torno a él sin parar en ningún momento haciendo constantemente el mismo movimiento: elipses más o menos pronunciadas. Que los planetas den vueltas alrededor del Sol sin parar, significa que van a producir sonidos sin parar; y al ser un movimiento (más o menos) elíptico (pues hay planetas cuyo giro alrededor del Sol es más de circunferencia que de elipse como el de Venus) repetitivo, los sonidos también serán repetitivos y es por esto que Kepler advierte que la música que genera el movimiento de cada que planeta alrededor del Sol es una escala. Estas escalas son:

Figura 2. Escalas asignadas a cada uno de los planetas por Kepler en Harmonices Mundi. Fuente: https://sophiaveda.wordpress.com/2011/03/19/kepler-la-armonia-de-los-cielos/.

El resultado final de todos y cada uno de los movimientos de los planetas alrededor del Sol y los respectivos sonidos que producen es una polifonía, que debemos recordar, no audible. La polifonía es una música que combina los sonidos de varias voces o instrumentos simultáneos de manera que forman un todo armónico. Pero dicha polifonía tiene ciertos tonos disonantes, que no guardan consonancia armónica con los demás sonidos del conjunto. Sin embargo, Kepler, quien daba una importancia enorme a la belleza, creía que el Universo tenía que, de algún modo u otro, sonar bien, porque la belleza es armonía y absolutamente todo, para funcionar bien, debe ser armonioso (la música, los ecosistemas, el sistema solar, el trabajo humano en equipo…).

Con respecto a la teoría de las esferas celestes, la existencia de la idea de la belleza está muy presente, razón por la que Kepler estima que a medida que pasa el tiempo y con él los distintos movimientos de cada planeta alrededor del Sol, estos forman poco a poco una concordancia más y más perfecta. Kepler supone que la mayor perfección de concordancia entre los planetas se pudo haber dado en el momento de la Creación. ¿Esto quiere decir que ya no hay una concordancia perfecta? La respuesta es que no lo sabemos. Tan solo se pueden hacer suposiciones. Una posible teoría sobre una concordancia perfecta podría encontrarse en el momento en que todos y cada uno de los planetas se alinean.

La razón última del cosmos es la belleza, pues Kepler, a pesar de todo el desarrollo intelectual y académico que lleva a cabo en sus labores como astrólogo, termina subordinando la teoría de la armonía de las esferas a la belleza, porque el Universo, al igual su propio funcionamiento, debe ser bello. Si el Mundo está ordenado de acuerdo a las ideas ejemplares que se encuentran en la mente de Dios, la principal de todas ellas es la de la belleza.

¿Qué es la música en Kepler?

Una vez que se ha analizado, aunque de manera breve y somera, la teoría de la armonía de las esferas celestes de Johannes Kepler, y cerrar esta pequeña serie de tres artículos ¿por qué no se habría de tratar a la música de manera directa y no través de teorías sobre los astros de los cielos? La música es una pieza fundamental en el pensamiento kepleriano que debe ser abordada para poder serpresentada desde una perspectiva kepleriana.

El concepto de música contiene historia y con ella, una evolución. La música, en una primera instancia, es el arte de combinar los sonidos en una secuencia temporal atendiendo a la armonía, la melodía y el ritmo, o de producirlos con instrumentos materiales ya sean musicales, como el violonchelo, o no. Es por tanto un conjunto de sonidos combinados que por lo general producen un efecto estético y expresivo que generalmente resulta agradable al oído.

Resulta que la música es esa cosa muy agradable de oír, ya sea por su forma o por su contenido, pero, ¿es esta la música de Kepler? Kepler no hace música como tal pero vamos a intentar aproximarnos a la que subyace bajo sus estudios, bajo su armonía de las esferas celestes.

Numerosos pensadores, músicos y no músicos, han definido y estudiado a la música como un conjunto de tonos ordenados de manera horizontal (melodía) y vertical (armonía). Este conjunto de tonos o música está presente en el pensamiento de Goethe, quien la comparaba con la arquitectura, a la que definía como música congelada. La música como arquitectura, esta sí es la música kepleriana.

La música de Kepler, entendida como arquitectura, y en tanto que parte de la armonía de las esferas celestes y por ello, de una música que no es audible (y cuyo sonido, producido por el movimiento, no es real), es la capacidad intelectual de reconocer una proporción, una proporción armoniosa. Se trata entonces de reconocer, a través de la razón, y no tanto de la sensibilidad ese deleite musical de sonidos en que todos pensamos que es propio de la música pero que es propio de la razón.

Todas las músicas de todos los estilos y épocas, consciente o inconscientemente, buscan la proporción y están encajonadas dentro de una macroforma (sonata, preludio, tema con variaciones…) y de una microforma (frase, semifrase, motivo, célula). En concreto, la música de Béla Bartók, y otros coetáneos, está basada en gran medida en la proporción, tanto a nivel formal como musical, utilizando numerosos conceptos matemáticos. A continuación, enumeramos algunos de ellos:

(1) Acordes simétricos, destacando entre estos a los acordes disminuidos, aquellos formados por tres intervalos de tres semitonos cada uno; y los acordes de quinta aumentada, aquellos formados por tres intervalos de cuatro semitonos.

(2) Escalas simétricas, destacando entre estas a la escala alterada, aquella que está compuesta por la sucesión de un tono y medio cuatro veces; la escala hexatonal, aquella que está compuesta por la sucesión de seis tonos; y la escala acústica, aquella que es la suma de los primeros dieciséis armónicos que produce un sonido base; y la escala cromática, aquella que está compuesta por doce divisiones iguales de medio tono.

(3) Sistema axial. Centrándonos en Bartók, él disponía de las doce tonalidades mayores (y sus doce tonalidades relativas menores), en unos ejes cartesianos, o en un círculo, buscando relaciones más o menos lejanas entre ellas y que dieran una sonoridad más o menos alejada de las normas establecidas.

(4) Serie de Fibonacci, serie numérica cuya característica radica en que la suma de dos números da lugar al siguiente número: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233… Bartók la utilizaba a diferentes niveles de alturas sonoras para crear estructuras formales o para elegir diferentes instrumentos o timbre de los mismos.

(5) Sección áurea, una proporción geométrica. Dado un segmento de longitud 1 dividido en dos partes, se dará la proporción áurea cuando la relación entre la parte más pequeña y la más grande sea igual a la relación entre la parte más grande y el segmento completo. El valor de la sección más pequeña es 0,382… y el de la más grande 0,618… A este número, cualquiera de los dos, se le denomina número de oro y se le representa con la letra griega fi (φ). Bartok la utilizaba a nivel formal (macro y micro), eligiendo partes, partes dentro de partes o la entrada de diferentes instrumentos.

La música no tiene nada que ver con los sonidos porque estos son meramente apariencia y Kepler no habla ni se refiere a sonidos como pensamos (a saber: do, re, mi, fa, etc…) sino a estructuras matemáticas. La música kepleriana se relaciona y tiene un sentido estructural de tipo matemático.

Kepler puede haber quedado olvidado en el cosmos pero merece ser admirado porque él, al igual que muchos a día de hoy, sintió respeto, asombro y decoro por la armonía críptica que subyace bajo la Naturaleza y el Universo en que nos encontramos, en un tiempo en que el ser humano se encontraba perdido en los mismos.

Bibliografía complementaria

Hawking, Stephen (2005). A hombros de gigantes. Las grandes obras de la física y la astronomía. Barcelona, España: Crítica.

Kepler, Johannes (1992) [1596]. El secreto del Universo. Madrid, España. Alianza.

Kepler, Johannes [1619]. Las armonías del mundo, libro quinto, en Hawking, Stephen (2005). A hombros de gigantes. Las grandes obras de la física y la astronomía. Barcelona, España: Crítica.

Otras fuentes

Anónimo (2011). Kepler: la armonía de los cielos: https://sophiaveda.wordpress.com/2011/03/19/kepler-la-armonia-de-los-cielos/.  Recuperado: 15/06/2019.

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