Pornmutaciones de Diego Luis Sanromán

Al comienzo de sus Metamorfosis Ovidio comenta que el ánimo le lleva a hablar de las mutaciones en nuevos cuerpos, desde el origen del cosmos hasta sus tiempos. Vamos, que lo hace porque quiere. Si hacemos caso a Heráclito, que advertía que ningún hombre puede cruzar dos veces el mismo río, porque ni el río ni el hombre serán los mismos, lo que hace Ovidio en realidad es uno de los intentos más alucinantes que se hayan hecho nunca por explicar la naturaleza cambiante del mundo y del ser humano. Todo cambia, parece querer decirnos, incluido tú, lector. Basta echar un vistazo al mundo que nos rodea, al mundo que nos rodeaba hace veinte años, al mundo que hace veinte años se imaginó que nos rodearía hoy en día, al mundo que suponemos que nos rodeará dentro de veinte años. Vaya si tenía razón el dichoso Ovidio. Las transformaciones se suceden a un ritmo tan vertiginoso que la vida no nos llega para asimilarlas.

Lo que parece no haber cambiado con los siglos es la tensión existente entre erotismo y muerte, Eros y Tánatos, convertidos en las dos caras de una misma moneda. En su ensayo Las lágrimas de Eros, George Bataille propone, partiendo de las primeras expresiones rupestres, la hipótesis de que el arte se genera a partir de la toma de conciencia de la muerte, de que la angustia generada por esta suscita erotismo. La certeza del final engendra el deseo de conservar la vida, de aniquilar la muerte a través de ese deseo, de convertir la existencia en experiencia sexual. Así se entienda que Ovidio convierta muchas partes de su obra en un catálogo de fetiches sexuales.

Dos mil años más tarde Diego Luis Sanromán le da la contraréplica a Ovidio. De hecho, la historia del arte y de la cultura occidental se han montado en buena medida como un discurso lleno de contrarréplicas al poeta latino. En todas las épocas esa pulsión de sexualidad, muerte y metamorfosis se ha adaptado a la sensibilidad del momento. Decir que el último libro de relatos de Sanromán, Pornmutaciones, es una actualización del espíritu ovidiano es solo empezar a rascar la superficie de esta obra.

Ya desde el título se han combinado dos de las aristas del triángulo: el erotismo, convertido en pornografía, y las mutaciones. Bastará leer la primera frase del primer relato para que el tercer componente, la muerte, haga acto de presencia: «Acariciar pelo muerto me tranquiliza, barrer me tranquiliza.»

La metamorfosis tiene algo grotesco. Al pensar en ella se nos viene a la cabeza Gregorio Samsa, convertido para siempre en insecto gigante. Las mutaciones, entendidas más bien como malformaciones, también comparten esa naturaleza grotesca. Imposible no pensar en La parada de los monstruos de Tod Browning o en El circo del Dr. Lao de Charles G. Finney. Es por eso que las historias de Diego Luis se insertan en la tradición de lo monstruoso y de lo deforme, con autores que van desde Arcimboldo o El Bosco hasta Magritte o Jan Švankmajer. El surrealismo oscuro, a lo Roland Topor, es una constante, pero por encima de él está Švankmajer, y sus seres que se van descomponiendo y reconstruyendo a trozos, convirtiéndose en criaturas antinaturales. Como en Švankmajer, en los relatos de Pornmutaciones predomina el pesimismo, el horror, la transgresión, la repugnancia y la provocación, a ratos irónica y satírica, lo que termina desembocando en una suerte de humor negro muy sexual, con toques de trascendentalismo filosófico. Todo muy underground.

El erotismo deja de ser insinuación y se convierte directamente en pornografía, siguiendo la estela del marqués de Sade. Esa pornografía a veces es de lo más tradicional pero otras veces es alucinada y alucinatoria, ya sea porque hay deformaciones de por medio o simplemente se nos dice a las claras que como mucho el sexo nos consolará de la muerte pero que no nos salvará de ella. Lo que Diego Luis Sanromán parece querernos decir con Pornmutaciones es que quizá el sexo sea negación de la muerte pero al mismo tiempo también es el impulso que la reafirma. Que, por mucho que nos pese, una y otra cosa son lo mismo.

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