El chiste es más viejo que Matusalén y probablemente lo hayáis escuchado miles de veces. A la pregunta de qué es el arte se responde: Morirte de frío. No sé si en la década de los sesenta ya existía, pero en 1966, el grupo de arte Art & Language, que en ese momento eran Terry Atkinson y Michael Baldwin, quisieron hacer una interpretación literal de la gracieta y convirtieron a un aparato de aire acondicionado en el protagonista de su obra artística, el Air-Conditioning Show.

Porque eso era básicamente Air-Conditioning Show: una gran habitación vacía, blanca, con un aparato de aire acondicionado en una esquina. Y nada más. Bueno, nada salvo diez hojas de papel pegadas en la pared, junto a la puerta, que estaban llenas de frases de sentido críptico, del estilo de: «Es obvio que los elementos de un marco dado (y esto incluye la constitución de contextos de construcción) no están en absoluto vinculados a un sistema de especificación eliminatorio». Estas hojas se conservan ahora en el Museo Tate de Arte Moderno.

Puede parece una tontería, pero esta obra hoy en día se considera el testimonio de un momento significativo en el desarrollo del arte moderno conocido como arte invisible. Marca el comienzo de una época en la que las artes visuales en Gran Bretaña comenzaban a no ser visuales, cuando la mera visualidad se volvió sospechosa, una tendencia que había venido de Francia, probablemente por influencia del surgimiento de la teoría crítica y por la unión entre escuelas de arte y universidades.

La primera obra de arte invisible se considera una película de Yves Klein que se expuso en una muestra de pinturas inexistentes de 1957. En ella, Klein mira fijamente un punto en una pared blanca, se acaricia la barbilla pensativo, levanta una ceja y retrocede. Esto no es exactamente invisible, porque se ve, sino más bien conceptual, pero es un primer paso. Lo importante es más la idea que genera la obra que la propia obra. En la misma línea de arte invisible encontramos algunas obras de Andy Warhol y del escultor conceptual estadounidense Tom Friedman. Este último afirmaba haber contratado a una bruja para que maldijera el aire sobre un pedestal y tituló a la obra Sin título (Una maldición). En muchas de estas obras hay un componente de burla que Maurizio Cattelan parodió en su obra Sin título (Denuncia). Diez años después de la actuación de Warhol, Cattelan denunció el robo en su estudio de una escultura invisible a la policía italiana. Su obra es la copia enmarcada del informe policial resultante.

En un artículo de 2012 en The Independent, Charles Derwent afirma que el aire acondicionado de Art & Language convierte a los espectadores en el blanco de la broma, comparándolo con el traje nuevo del emperador. «¡No pongas nada sobre un pedestal, dicen, y mira cómo les gusta a los idiotas!», escribe. Aunque también hay quien trata de buscarle un sentido más profundo y lo interpreta como una exploración de nuestra comprensión de las instituciones del arte y sus espacios de exhibición. De cualquiera de las formas, no deja de ser un hito.

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