A lo largo de su vida, el poeta Rainer Maria Rilke buscó la manera de conciliar religión, filosofía y arte. Y lo más cerca que estuvo de lograrlo fue durante sus dos viajes a Rusia con su pareja, íntima amiga y confidente Lou Andreas-Salomé, que será quien cambie el nombre del poeta de René a Rainer. Andreas-Salomé llegó a Rilke después de haber rechazado la propuesta de matrimonio de Nietzsche y la relación entre ambos alcanzó su punto más climático, tanto físico como espiritual, precisamente en Rusia.
Rilke no dudaba en alabar la vida de los campesinos rusos, que les parecían moralmente superiores a los europeos. Como señala Anna A. Tavis en su libro Rilke’s Russia: A Cultural Encounter, el poeta desarrolló esta idea a partir de la lectura de León Tolstói, que ya era una leyenda en vida. El joven Rilke lo había conocido en 1899 y lo visitó en dos ocasiones. Cuando el alemán le dijo que se dedicaba a la poesía, el ruso le contestó con una apasionada diatriba contra el lirismo. Aunque Rilke negaría la influencia, Andreas-Salomé hizo hincapié en todo lo contrario, argumentando que para el autor Tolstói consiguió crear una imagen de los rusos con un alma profundamente arraigada. De hecho, justo antes de que Rilke y Andreas-Salomé emprendieran su viaje a Rusia en 1897, Tolstói había publicado un artículo titulado , en el que condenaba a los intelectuales occidentales acusándolos de hacer un arte excesivamente centrado en la estética y de dejar a un lado la ética. Muchos lectores, sobre todo lectores europeos, se vieron ofendidos por las palabras de Tolstói pero tanto Rilke como Andreas-Salomé escribieron artículos defendiendo al autor ruso.
Pero también se vería influenciado por el poeta Spiridon Droschin, cuyos poemas Rilke traduciría al alemán. Droschin sirvió, de alguna manera, de inspiración y de ejemplo para Rilke de lo que debía ser un poeta moralmente, y por eso lo imitó en sus poemas en ruso ‒escribió ocho poemas en este idioma‒. Al igual que la poesía de Droschin, que mostraba un contacto directo con la vida de los campesinos y las condiciones de explotación en las que se encontraban sometidos, Rilke trató de mirar hacia fuera, a diferencia de su etapa anterior a Rusia, donde concebía al artista como un hombre dedicado a profundizar en sí mismo. Además, lejos de la idealización, los campesinos de Droschin son tremendamente humanos; frente a esto, Rilke muestra en sus poemas a los campesinos como una cercanía inalcanzable que, de alguna manera, los hace moralmente superiores.
También se vio muy influido por los pintores rusos. Viviendo en San Petersburgo, del 4 al 17 de mayo, empezó a estudiar la pintura de iconos rusos. A diferencia de otros escritores, el autor de las Elegías de Duino estuvo muy influenciado por los artistas pictóricos. A Víktor Mijáilovich Vasnetsóv lo considera auténtico porque «busca el alma del pueblo y la busca en los campesinos, en sus antiguas canciones», como también lo considera a Vassiliev, por sus «sutiles intentos de expresar los rasgos del espíritu ruso»; frente a ellos, expresa lo inauténtico de Alexander Ivánov, «pervertido por las formas extranjeras». También tuvo en cuenta a la última generación de pintores «porque se esfuerzan en conocer mejor el viejo arte ruso»: Sierov, Malavin, Konstantin Somov, K. Korovin y Alexander Benois.
En su viaje a Rusia, Rilke y Andreas-Salomé se detuvieron en San Petersburgo, donde el poeta quedó tan cautivado por la noche y por la arquitectura rusas que trató de fijarlas en su poema «Night Rides». Del mismo modo, en la que sería su única novela, Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, revisita San Petersburgo y describe personajes que sufren insomnio crónico. Una influencia que fluyó en ambos sentidos, porque Rilke se convirtió en un referente para algunos de los más importantes poetas rusos del siglo XX, de Boris Pasternak, de Marina Tsvetáieva o de Anna Ajmátova. «Me inquieta la felicidad de poder confesarme poeta frente a usted, precisamente frente a usted. Me resulta tan increíble como si fuese frente a Pushkin o a Esquilo», le escribió Boris Pasternak el 12 de abril de 1926.
Rilke viajó durante toda su existencia, tanto en su vida como en su obra. Pasó por Praga, Alemania, París, Italia, España, Egipto, Suiza y Rusia, y fue solo en este último lugar donde encontró su sitio. A través de una carta del escritor sabemos que estuvo dispuesto a cambiar de idioma y a convertirse en escritor ruso. También escribió que en Rusia se encontró consigo mismo y que transformó la poesía rusa en su patria: «ha hecho de mí lo que soy; mi interior es de allá, la patria de mis sentimientos, mi fuente interior». Es por eso que sus experiencias e influencias rusas son un punto de partida para entender su enfoque místico y religioso, para conocer al legendario poeta, considerado uno de los más importantes en la literatura alemana y en la universal.
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