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Cada año, y cada vez más, en enero aparecen infinidad de retos de lectura. Aunque en los últimos tiempos se han multiplicado hasta convertirse en una tendencia viral entre los lectores, lo cierto es que la práctica de establecerse objetivos de lectura anuales es tan antigua como los propios libros. Ahora bien, en la primera década del 2000, y con el empuje de las redes sociales, se ha llegado a convertir en una institución. Yo participé en mi primer reto de lectura en 2008 y lo estuve haciendo de forma continuada en la misma comunidad hasta 2013. A partir de 2011 comenzó el Goodreads Reading Challenge, con nada más y nada menos que 149.716 participantes ese mismo año. Este año, más de 3 millones de personas se han comprometido a leer una media de 59 libros antes de que acabe 2019. Otras comunidades, como Book Riot, PopSugar o Librópatas, esta última desde España, lanzan sus propios desafíos de lectura anuales. Incluso nosotros propusimos uno en 2018. Y hasta las editoriales se han sumado al carro, como ha ocurrido con Penguin. En Reddit vemos cómo los usuarios se esfuerzan por llegar a la cifra de 52 libros al año, leyendo uno a la semana.

Ahora bien, ¿cómo han ido evolucionando los retos de lectura a lo largo de los años? En 2018, solo el 16 por ciento de los participantes del Goodreads Reading Challenge lo completaron, mientras que en años anteriores las cifras eran algo más elevadas: el 29 por ciento lo logró en 2011. Esto podría deberse a que al principio del reto solo participaban en él los lectores más comprometidos, pero a partir de 2015 Goodreads comenzó a promover el desafío entre todos sus usuarios, lo que hizo que empezaran a participar toda clase de lectores. Si el porcentaje de lectores que completan el reto ha disminuido es, probablemente, porque la mayoría de lectores se ponen metas difíciles de alcanzar. La cuestión es: ¿por qué establecer un objetivo inalcanzable? ¿Cuáles son las ventajas de cuantificar de esa forma una actividad que se supone que se hace por ocio?

Los retos de lectura son, simplemente, una estrategia de superación personal para comprometerse a leer más ‒o a leer, sin más‒. De alguna manera es el reflejo de una necesidad por convertir cada actividad en un deporte competitivo, plagado de objetivos, jerarquías y categorizaciones. Sin embargo, según Neil Lewis Jr., profesor de psicología en la Universidad de Cornell que ha estudiado la motivación y la búsqueda de objetivos, si la meta no es realista y no tiene en cuenta las circunstancias particulares de cada lector, puede resultar estresante y desmotivador. En Goodreads, hay participantes que tienen objetivos razonables, pero también los que que llegan a plantearse hasta los 190 libros al año, lo que se traduce en 15,8 libros al mes, 3 a la semana, o poco más de medio libro al día.

Al fin y al cabo, cuando uno se pone un reto de lectura solo hay dos elementos que necesita para llevarlo a cabo: tiempo y motivación. Hay que ser conscientes de que el primero hay que sacarlo de alguna parte, tal vez restándolo a otras actividades, y se debe estar dispuesto a hacerlo. El segundo es algo intrínseco, y mensajes de Goodreads recordándote que te has marcado una meta o las comparaciones con otros participantes de los retos no son precisamente la mejor motivación interna.

Para empezar habría que hacerse una pregunta básica: ¿por qué y para qué leemos? ¿Queremos disfrutar leyendo o simplemente ambicionamos descargar el contenido de esos libros en nuestro cerebro y pasar al siguiente? La obsesión con marcar el título de un libro en una lista puede llevar a olvidar que la lectura es una actividad física y emocional, además de intelectual. Esto puede ocurrir cuando se le da más importancia a los beneficios de la lectura que a la propia lectura, enfatizando exclusivamente su valor utilitario. Pero la experiencia de la lectura es algo mucho más importante. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando llegas a las últimas páginas de un libro y bajas el ritmo de lectura porque no quieres abandonar el mundo en el que has entrado.

Lo fundamental es disfrutar con la lectura, al ritmo que sea, y no preocuparse demasiado si no se completa el reto. Usar esta práctica no solo para leer más sino para hacer nuevos descubrimientos. No solo es una cuestión de números. A través de los retos un lector puede proponerse leer más libros de escritoras, de autores de color, más clásicos, más biografías o más cómics. El objetivo final es pasar un rato agradable leyendo y cuando el reto hace que la lectura se convierta más una especie de ejercicios de clase que en eso es mejor remplantearse las metas o incluso abandonarlas. Piensa que aunque consiguieras leer 190 libros al año, seguirías leyendo únicamente un porcentaje ínfimo de lo que se publica anualmente. La idea es que cuando llegue el 31 de diciembre uno se sienta satisfecho con lo que ha leído durante el año y, aunque no se hayan logrado alcanzar los objetivos, el 1 de enero pueda decirse a sí mismo con ganas e ilusión: «Vamos a intentarlo de nuevo».

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