Cartel de una película basada en el libro (Fuente).

Las leyes sobre derechos de autor en Estados Unidos son increíblemente complicadas, sobre todo cuando se trata de libros. Aunque la novela de F. Scott Fitzgerald, El gran Gatsby, se publicó en 1925, no pasará a formar parte del dominio público hasta el 1 de enero de 2021, muchos años después de la fecha que le debería haber correspondido según la ley. ¿Y eso por qué?

En 1976 el Congreso aprobó la Ley de Copyright, que revisaba las leyes que había vigentes y que databan de 1909. Cuando la ley entró en vigencia en 1978, extendió la protección del copyright hasta la muerte de un autor y cincuenta años después. Las obras anónimas o escritas bajo seudónimos simplemente mantendrían sus derechos de autor hasta setenta y cinco años después de su publicación.

En el caso de El gran Gatsby, el responsable del retraso de esta novela para pasar a dominio público es Sonny Bono, alcalde de Palm Springs, California, entre 1988 y 1992 y congresista de ese mismo estado. En 1998, a través de él el Congreso aprobó la Ley de Extensión de Términos de Derechos, que extendía el periodo de vigencia de la Ley de Derechos de Autor de 1976. Según esta nueva ley algunas obras, entre las que figuraba la obra cumbre de Scott Fitzgerald, pasarían al dominio público setenta y cinco años después de la fecha de su publicación, lo que alargó veinte años más el copyright de la novela, haciendo que estuviera blindada durante noventa y cinco años, y no los cincuenta que hubiera estado protegida originalmente. Esta ley, que ha hecho que no solo El gran Gatsby sino muchas otras obras estén protegidas muchísimo tiempo después del que le hubiera correspondido, ha llevado a la absurda situación de que los libros de Fitzgerald anteriores a 1923 como A este lado del paraíso o Hermosos y Malditos ya formen parte del dominio público.

Primera edición (Fuente).

Para Gizmodo estas restricciones en derechos de autor en libros antiguos son perjudiciales para la historia de la literatura. «Entre términos de derechos de autor excesivamente largos y la incertidumbre del estado del dominio público, crear nuevas obras que dependan de los bienes comunes se ha vuelto difícil y peligroso», señalan. Y añaden: «Un dominio público tan restringido no solo nos priva de trabajos pasados, sino de trabajos futuros que podrían basarse en él. Los titulares de los derechos tienen el poder de vetar las obras derivadas simplemente negándose a autorizarlas. Y si el titular de los derechos no puede ser encontrado o confirmado, una posibilidad real cuando hablamos de obras que tienen casi cien años, la dificultad de obtener una licencia puede detener la producción por completo». De hecho, un estudio sobre libros que figuran en Amazon reveló que los libros publicados después de 1923 están disponibles a un ritmo mucho más bajo que los libros de incluso un siglo antes.

La adaptación de obras conocidas es una poderosa forma de hacer que el mundo se familiarice con una historia y unos personajes, y el dominio público es el terreno fértil sobre el que crecen esas nuevas obras. Un caso paradigmático es el de Disney. Sus primeras películas, versiones clásicas de cuentos de hadas conocidos, provienen del dominio público, pero su obsesión por restringir los derechos de autor ha privado a otros, y al público, de esas mismas posibilidades. Además, cuando una película versiona una obra que está en el dominio público genera unas ganancias que repercute en beneficio de la industria y de la cultura.

La buena noticia es que, a menos que el Congreso decida extender aún más la Ley de Derechos de Autor, podemos esperar que El gran Gatsby pase a formar parte del dominio público el 1 de enero de 2021.

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