Hacemos clic en la pantalla e Ida se desliza caminando. Sube las escaleras, serpentea por el sendero, y espera pacientemente junto a un precipicio infinito. Nosotros la ayudamos haciendo girar unas palancas, y una pasarela hace aparición al cambiar la perspectiva. Ahora la princesa Ida puede avanzar acompañada de una música compuesta con tanto esmero como la imagen.
Pero su movimiento nos confunde. La rampa a la que ha accedido gira, transformando un camino antes horizontal en uno vertical. Ahora todo ha cambiado. El suelo son las paredes, las paredes el suelo. La gravedad está patas arriba y todo parece posible. Sin saltos, huds, objetos o personajes, Monument Valley es un juego que emociona al jugador de cualquier edad.
Recuerdos de Echochrome
La primera vez que jugué a Monument Valley en 2014 no pude sino pensar en las mecánicas de Echochrome (2008). En aquel juego para PSP la perspectiva ayudaba a un personaje a cruzar de un lugar a otro de la pantalla. Para esquivar un agujero bastaba con situar un objeto delante. Si no se ve, no existe. Monument Valley hace uso de elementos similares, aunque con su propio estilo.
Al igual que en la obra maestra de Tatsuya Suzuki, resulta imposible jugar al videojuego de Neil McFarland sin pensar en los espacios de Reutersvärd o aquellas escaleras imposibles de Escher. Ambos genios jugaron con las direcciones y las perspectivas, y McFarland aprovecha ciertos glitches de nuestra forma tridimensional de ver el mundo para sorprendernos.
Una mecánica encantadora
Muchos de nosotros sentimos lástima tras finalizar Monument Valley (1). Se nos hizo corto. Por eso nos alegramos de que en 2017 los desarrolladores sacasen una segunda versión. Esta no añadía nada a la mecánica de juego previa. Los objetos se desplazaban con la misma fluidez. Los escenarios cambiantes y las escaleras imposibles seguían siendo los protagonistas.
Si algo funciona, ¿por qué cambiarlo? Los fans de la primera versión pudimos disfrutar de la segunda (Monument Valley 2) como si de una continuación natural se tratase, porque lo era. En las imágenes de abajo podemos ver cómo la luz de una ventana, al alcanzar el árbol, lo hace crecer. De su crecimiento dependerá nuestro avance.
Esta mecánica encantadora, que a menudo incluye puentes, pasarelas, altillos, manivelas y tornillos sin fin nos coloca siempre en perspectivas extrañas y desafiantes. Cada nivel es un reto, un puzzle a resolver con ayuda de la imaginación, pero con un grado de dificultad notablemente básico. Cualquiera puede disfrutarlo y enamorarse. Es un juego fantástico para niños.
Unos paisajes preciosos
La atención al detalle es uno de los sellos de ambos juegos. A pesar de su simplicidad, y quizá por ella, los tonos apagados brillan en las pantallas de nuestros teléfonos. Los colores pálidos se suceden unos a otros a través de niveles en los que los diseñadores no solo juegan con la perspectiva o las luces.
Niebla “de guerra” que oculta las siguientes etapas, muros que esconden niveles completos, una oscuridad que tapa las profundidades a las que accedemos. En algunas salas reina el silencio. En otras la iluminación cambia a medida que giramos el paisaje y este cambia según las estaciones.
En unas cuantas podremos disfrutar de paisajes abiertos e incluso del inconfundible vaivén de grandes masas de agua con olas impresionantes. En otras nos acompañará la quietud de un estanque, y solo de tanto en tanto una leve brisa levantará una arruga en la superficie.
Un juego que enamora
Pese a su corta duración (el juego no va más lejos que un par de horas, algo más si uno atiende a los detalles) Monument Valley es un juego que enamora y uno por el que merece la pena pagar. Acostumbrados como estamos a la cultura del “gratis”, a menudo no valoramos aquello que exige un esfuerzo económico.
Pero la inversión merece la pena. Nada de anuncios. Nada de banners. Nada de ruido, o notificaciones, o parpadeos de pantalla. Solo relax, un puzle bello y música que acompaña. Ponemos el modo avión en nuestro móvil, nos sumergimos en el sofá. Vamos a realizar un viaje a un mundo maravilloso.
Imágenes | Monument Valley
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