Una de las mayores críticas al sector educativo, dice el estudio ‘Estudio del papel y valor de los contenidos educativos en las aulas’ es que el libro de texto cuesta mucho y hay que cambiarlo cada año. Eso piensa el 76% de los padres, probablemente los mismos que votan a partidos que exigen al sector editorial una edición ad hoc para su comunidad autónoma. Tenemos los libros que nos merecemos: aquellos a los que hemos votado.
Espera, ¿qué? ¿Votar libros? ¿Qué tendrá que ver mi voto político con la edición de matemáticas de mis chavales este curso, y por qué eso habría de encarecer su impresión? Hoy que conocemos los fragmentados resultados electorales del 10N toca sumergirse en el complejo mundo de la edición de libros escolares, lo que estos tienen que ver con la política, y cómo los padres se están dando de latigazos en la espalda a sí mismos. Pero vayamos por pasos.
El precio de los libros, elevado
De un tiempo a esta parte los libros han aumentado notablemente su precio. No es ningún secreto que ocurre, y esto implica que cada pocos años aumenta el coste familiar dedicado a la educación sin aumentar necesariamente la calidad de los textos. Un 1% en 2019, un 4,2% en 2018, un 3,4% en 2017…
Así opinan más de siete de cada diez padres a través de una encuesta realizada por el Grupo Análisis e Investigación a 1000 padres españoles repartidos por toda la geografía nacional. Hasta aquí, nada nuevo. Ya en 2013 El Objetivo constató que los libros de primaria para un niño de 7 años rondaban los 155 euros. ¿Cómo pueden costar tanto?
ABC hizo un estupendo reportaje hace unos días. Hay mucha gente detrás de un libro. Redactores, editores, maquetadores, dibujantes, revisores, etc, tan solo en su parte más creativa. Tras ello viene la impresión (maquinaria, tinta, mano de obra, encuadernación) y ahora hay que llevarlo al punto de venta (infraestructura, transporte, devoluciones). Sin embargo se nos queda un gasto que suele multiplicar notablemente el coste del libro.
Un libro por cada comunidad autónoma
“Libros a la carta por presiones de las autonomías”. De un modo similar titulaba El País un pequeño reportaje que ejemplificaba el conflicto entre editoriales y políticos, y señalaba un posible culpable del precio. Los matices curriculares elegidos por todo tipo de cuestiones hace que cada editorial tenga que preparar 17 libros diferentes para la misma materia.
La Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza (Anele) y la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) pusieron hace unos días las cartas sobre la mesa. Durante el curso 2008-2009 había 23.409 títulos diferentes, mientras que en 2019-2020 hay 51.530, muchos más del doble cuando apenas una pequeña fracción incorpora edición digital. Tenemos un problema.
El coste, oh, sorpresa, se repercute en los padres. Para más inri, y pese a que los libros suelen ser de carácter obligatorio, muchos profesores deciden optar por una enseñanza guiados por otras herramientas. Solo el 42,5% se apoya en los libros para organizar sus clases o, lo que es igual, el 57,5%, muchos más de la mitad, pasan de estos costosos manuales de enseñanza. Sorpresa.
Tirar la piedra y esconder la mano
Cada uno vota al político de su elección y termina por ganar uno (dos o tres en casos excepcionales). Prácticamente sin excepción estos solicitan cierta intervención de sus autonomías en la esfera educativa, y piden a la editorial su propia línea de texto, en ocasiones con puntos que provocarían la risa de no ser preocupantes.
Destacan el caso de Ávila, que solicitó una explicación sobre el funcionamiento de la caja de cambios, o el de Canarias, que pidió de forma expresa e insistente que “desaparezcan los ríos”. Es del todo incongruente, como cuando un gabinete político solicita reescribir la historia, que también se ha dado el caso.
Las editoriales recogen muchas de estas incongruencias y plasman algunas en nuevos libros, multiplicando muchos de los gastos tanto creativos como de impresión y transporte. No es lo mismo diseñar un libro que 17, y tampoco es lo mismo imprimir 17.000 libros iguales que imprimir 17 libros 1000 veces.
Pero ni de cerca. ¿El resultado? Los padres que votaron a los políticos para pedir a las editoriales determinadas incongruencias acaban pagando su resultado, he ahí la ironía, dándose latigazos a sí mismos en la espalda. Tenemos los libros que nos merecemos, y otros dieciséis de regalo.
Imágenes | Feliphe Schiarolli, Maria_Alberto
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