Con motivo de la candidatura a las elecciones de Estados Unidos 2020, Andrew Yang sintetizó en un libro algunos de los problemas más acuciantes para este país en materia laboral y, en menor medida, también en referencia a la ciencia o las coberturas médicas. Podríamos decir que es un libro que a muchos nos pilla lejos y, sin embargo, los problemas que revela a ninguno nos son ajenos.

El volumen, titulado ‘The War on Normal People’ (2018), un juego de palabras de “la guerra sobre/contra las personas normales”, no deja de ser un manifiesto político para una candidatura demócrata. Demócrata estadounidense, opuesto a los republicanos. Curiosamente sus soluciones son más técnicas que de culto político. Tenemos un problema, y necesitamos solución. Yang aporta alguna, no diré que la mejor ni mucho menos.

The War on Normal People, de Andrew Yang

Tenemos un problema, señores

Yang abre ‘The War on Normal People’ con una larga lista de problemas para abrirnos la boca. No son problemas únicamente estadounidenses, aunque el candidato los plasme como es obvio en su país natal. A lo largo de casi la mitad del libro vemos cómo “las compañías del futuro simplemente no necesitarán tanta gente como las empresas de épocas anteriores” para generar riqueza.

Asimismo, buena parte de la población está realizando un trabajo que, bien no aporta demasiado tanto al PIB como a la sociedad (lo que llama “clerical and administrative staff”) o bien está a punto de ser automatizado (conductores, preparadores de comida, gran parte de los abogados, prácticamente todos los minoristas y comercios…). Quizá ambas cosas: automatización por no aportar.

Durante 2017 se vivió el retail apocalypse. Las siguientes cadenas cerraron: Payless (4.496 tiendas), BCBG (175), Aeroposale (800), Bebe (180), Limited (250). A esto se sumó el cierre de 2.867 tiendas de Claire’s, 1.200 de Gymboree, 800 de Nine West o 900 de True Religion. Suman más de 11.500 comercios a los que hay que añadir tiendas menos conocidas y con menos capacidad para reaccionar.

Durante el mismo año cerraron 52 centros comerciales al completo, y 1.300 estaban en la cuerda floja. Por aquel entonces se estimaba que al menos 400 cerrarían durante 2018. Fueron más, y esto no ocurre solo en Estados Unidos. No solo en EEUU cierran cada día una sucursal bancaria o dejan de producirse coches. Los hábitos están cambiando muy rápido y no tenemos red de seguridad.

Malditos robots (y sus bendiciones)

Podríamos echar la culpa a los robots, o a los chinos como hace Trump. Lo cierto es que la producción norteamericana y europea primero se refugió en China, Indonesia, Bangladesh o Tailandia debido a lo poco que quieren estos países a sus propios ciudadanos; pero que actualmente está desplazándose hacia las máquinas. Máquinas en general, incluyendo software.

Como bien apunta Yang, las personas suelen requerir pequeñas minudeces como tiempo libre, descansar, cuidados, dinero; tenemos malos días, nos ponemos enfermos, necesitamos un tiempo nada desdeñable para aprender, queremos pasar tiempo con familiares o dormimos, entre otras necesidades demandadas. Y los robots no. A veces es así de sencillo.

Un informe del Foro Económico Mundial ya advertía en 2018 que las máquinas realizan el 21% del trabajo mundial y que hacia 2022 harán cerca del 42%. Lo cual está bien por varios motivos, como la seguridad que aportan o el tiempo del cual nos liberan. Pero en una economía en la que tus prestaciones sociales dependen de un trabajo, no tener trabajo puede ser un problema.

¡Pero que nos dejan sin trabajo!

En países como España vivimos una “pensionalización” de la población. En ‘La era de la humanidad: Hacia la quinta revolución industrial’ (2019), el reciente libro de Marc Vidal, con quien tuve la oportunidad de charlar la semana pasada, señala cómo hacia 2050 habrá 76 jubilados por habitantes en edad de trabajar. No trabajadores activos, ojo, solo en edad para hacerlo.

personas en edad de trabajar pensionados

El gráfico superior, que he tomado sin permiso del libro de Yang (Andrew, te invito a una caña si vienes a Madrid), muestra cómo los pensionados crecen mientras las personas en edad de trabajar no lo hacen (tanto) o tienen notables caídas. El mismo desplome, que en EEUU tenía en cuenta a los trabajadores de fábricas, también lo vimos con los constructores en España. Como he adelantado, los problemas van a ser similares en todo el mundo.

‘Esa’ solución que pasa por dar dinero

Ya hemos hablado varias veces sobre la Renta Básica Universal, probablemente el pilar básico de la campaña de Yang (sí, tengamos en mente que todo esto es una campaña política). Ya vimos cómo el pasado se ha beneficiado de tener gente en nómina sin pedirles absolutamente nada a cambio, como fue el caso de los párrocos ingleses y su ingente producción cultural y científica.

Podríamos recorrer bibliografía como la de Manuel Hidalgo con su libro ‘El empleo del futuro’, acudir al último informe sobre Renta Universal ajustada por IRPF o echar un ojo al libro ‘La renta básica’ de Juan Torres López para darnos cuenta de que la RBU no es un helicóptero de dinero sujeto a inflación por inyectar una liquidez inexistente, sino un modelo capitalista más.

Uno más, y esto es importante. No es el único, y quizá no sea la solución. Pero Yang al menos plantea algunas más allá de eslóganes, y lo hace apoyado en firmes datos consolidados y aceptados por los economistas. Es más de lo que han hecho otros candidatos en el pasado, y que un político escriba un libro antes de gobernar ya supone un avance en una buena dirección.

¿Mi consejo? Leer a Yang (en inglés, eso sí). No porque busque más adeptos (hay puntos en su fórmula que no comparto y discuto abiertamente) sino porque el debate de cómo garantizar la calidad de vida desligando salarios y trabajo es uno que deberíamos abrir más pronto que tarde.

Imágenes | Marcos Martínez

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