George Antheil comenzó su carrera como pianista y compositor, a los dieciséis años, de una forma prometedora: como alumno primero de Constantin von Sternberg, discípulo de Liszt, y después de Ernest Bloch. Con poco más de veinte años comienza una gira por Europa, que le lleva a establecerse, en 1923, en París, donde entra en contacto con la vanguardia musical de los años 20, sobre todo con el dadaísmo y con el futurismo. Allí conoce, entre otros, a James Joyce, a Ezra Pound, a Ernest Hemingway, a Man Ray, a Satie o a Pablo Picasso, pasando a convertirse en una especie de enfant terrible.
Fruto de esa actitud extravagante y heterodoxa y de la influencia de las vanguardas, Antheil crea en 1926 la obra más provocadora de su carrera: Ballet mecánico para dieciséis pianolas, dos pianos convencionales, cuatro tambores de metal, tres xilófonos, un tam-tam, siete campanas eléctricas, una sirena y tres hélices de avión. ¿Qué podía salir mal?
Al año siguiente Antheil se atrevió a hacer un montaje del Ballet mecánico en Estados Unidos, concretamente en el Carnegie Hall, en Nueva York. Lo que ocurrió, según cuenta Nicholas Tawa en The Great American Symphony, es que las hélices de avión crearon tal estruendo que los asistentes de la primera fila volaron de sus asientos. El concierto fue un completo fracaso. Nadie en el público tenía la sensación de haber escuchado música. Incluso la vanguardia estadounidense se puso en contra Antheil. La prensa no tardó en hacerse eco La burla se mezcló con la condena.
Como consecuencia, Antheil fue etiquetado como charlatán y se vio obligado a volver a Europa, con la reputación por los suelos y la sombra de lo que había pasado en Nueva York persiguiéndole. La crisis del 29 vuelve a traerlo de vuelta a Estados Unidos, estableciéndose finalmente en Hollywood. A partir de ese momento se produce un discreto renacimiento de su carrera, alternando su trabajo como compositor serio ‒de esta etapa es su obra más conocida, la Cuarta Sinfonía‒ con con la música de películas, que era lo que realmente le proporcionaba dinero.
Si bien las hélices de avión no fueron muy acertadas, el verdadero desafío técnico fue sincronizar las pianolas, algo imposible de conseguir con la tecnología de 1920. En un artículo de Wired de 1999, Paul Lehrman describe un esfuerzo para realizar Ballet mecánico con la ayuda de la tecnología actual. Por otra parte, existe incluso un proyecto reciente para montar la sinfonía de Antheil con hélices a gran escala, algo que no se había hecho hasta el momento por razones de seguridad.
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