Hermann Hesse y Thomas Mann

Hermann Hesse y Thomas Mann

A primera vista las diferencias entre Hermann Hesse y Thomas Mann no podrían ser mayores. Nacidos en las esquinas opuestas de Alemania, con vidas y conceptos de la literatura totalmente distintos. Hesse tranquilo e introvertido, prototipo de la vida sencilla y contemplativa; Mann elegante y extrovertido, un intelectual público con una intensa vida social. Pero si se les mira más de cerca empiezan a aparecer similitudes: ambos se rebelaron contra el mundo burgués al que pertenecían y en algún momento de sus vidas, antes de convertirse en escritores, desempeñaron oficios sencillos ‒Hesse en una librería de segunda mano y Mann como agente de seguros‒. Ambos sentían un respeto mutuo que se convirtió en una amistad que duraría cinco décadas.

En una carta enviada a Mann para su 75º cumpleaños, Hesse recuerda su primer encuentro con Mann en Múnich, en el despacho de Samuel Fischer, el entonces editor de ambos autores: «A decir verdad, no nos parecíamos mucho; esto ya se veía en la ropa y en los zapatos». Pero a pesar de esas diferencias, de ese encuentro nació una amistad que se tradujo en un intenso y apasionante intercambio epistolar. Así, en enero de 1928, un año antes de hacerse con el Premio Nobel de Literatura, Mann escribió una carta a Hesse agradeciéndole el envío de una colección de poemas, al tiempo que elogiaba El lobo estepario, publicada solo dos meses antes. «Es un libro que, después de tanto tiempo, me enseñó de nuevo qué significa leer», decía Mann sobre la novela. La admiración, por supuesto, era mutua y junto a la preocupación por el avance del nazismo en Alemania encontramos multitud de alabanzas dirigidas de uno a otro escritor.

Thomas Mann y Hermann Hesse en Chantarella, Suiza

Thomas Mann y Hermann Hesse en Chantarella, Suiza

Cuando en 1933 la familia de Mann tuvo que exiliarse de Alemania a Suiza pasó a convertirse en invitado regular ‒junto con Bertolt Brecht‒ en Montagnola, localidad donde se había instalado Hesse. Elisabeth, la hija pequeña de Mann, recordaría más tarde en un artículo publicado por el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung las tardes que pasaba jugando con Hesse. Que el nacionalsocialismo llegara al poder en Alemania fue un duro golpe para Mann, soportable en gran medida gracias a las largas conversaciones que mantenía en esa época con Hesse. De esa época es la fotografía donde vemos a ambos escritores en las pistas de esquí de St. Moritz.

En 1939, tras el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Mann tomó la decisión de trasladarse a vivir a Estados Unidos, así que la amistad tuvo que mantenerse de nuevo por carta. La admiración mutua se mantuvo intacta todos esos años. El 2 de julio de 1937 Mann elogió a Hesse en un artículo publicado en el diario Neue Zürcher Zeitung: «Es necesario decir que El lobo estepario es una novela que en cuanto a audacia experimental no tiene nada que envidiarle al Ulises de James Joyce o a Los monederos falsos de André Gide». No es de extrañar que lo propusiera para el Premio Nobel de Literatura, con el que sería galardonado en 1946.

Hesse, por su parte, en una carta remitida en 1950 a la escritora Agnes Miegel, decía sobre Mann: «Que dos caracteres y dos ingenios tan dispares, como somos Thomas Mann y yo, vayan más allá de estas diferencias, hagan amistad y, despertados de las turbaciones de nuestros tiempos, concuerden en asuntos humanos y morales, es una experiencia bella y rara». Y no deja de ser una feliz coincidencia para la historia de la literatura.

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