Decir de un libro que constituye una de las piedras angulares de la cultura occidental son palabras mayores. Y, sin embargo, tratándose de la Odisea, estaríamos lejos de caer en la exageración. Solo hay que echar un vistazo a la historia para comprobar cómo el relato homérico de las aventuras y desventuras de Odiseo, en su camino de regreso desde Troya hasta Ítaca, su patria, ha sido una fuente inagotable de mitos y leyendas para escritores y artistas. Episodios como el del encuentro con Polifemo, la visita a los infiernos, su paso por las islas de la maga Circe o de la ninfa Calipso, el desafío de las sirenas, la aventura de Escila y Caribdis, o la vuelta a Ítaca, con el engaño y venganza de los pretendientes y el encuentro con su hijo Telémaco y su mujer Penélope, son solo algunos de los motivos e imágenes que han excitado la imaginación de generaciones durante siglos.
Por eso, mientras la cultura occidental siga en pie, se seguirán haciendo versiones de los poemas homéricos, y siempre que estén bien hechas, tendrán algo nuevo que aportar a todo lo dicho. El último ejemplo lo representa la Odisea editada por Malpaso, con traducción y versión de Carmen Estrada e ilustraciones de Miguel Brieva.
Lo primero me llama la atención del libro, sobre todo para los lectores que comen con los ojos, son las ilustraciones de Brieva. La sorpresa es doble cuando al mirar el libro con más detenimiento se descubre un texto riguroso y certero, que, junto con las ilustraciones, responde a un ambicioso proyecto, el de hacer una adaptación del poema homérico fresca y amena, capaz de llevar los mitos y leyendas universales al público joven, respetando en todo momento el tono épico del original. Teniendo en cuenta la ardua labor de los traductores, recogida en la sentencia que reza «traductor traidor», la versión de Carmen Estrada es un juego de equilibrismos en el que se han respetado muchos de los elementos originales del texto pero se han eliminado otros. Así, por ejemplo, encontramos un menor uso de epítetos épicos o un vocabulario mucho más sencillo que el original.
En ese intento de acercamiento también se ha acortado el poema homérico, consiguiendo la cuadratura del círculo, que vendría a ser mantener el espíritu con que fue escrito y no limitarse a referir episodios y anécdotas a modo de resumen. Para conseguirlo, se mantienen intactos aquellos episodios más intensos o importantes y se suprime todo lo que no es esencial y que no está directamente relacionado con la trama principal. En algunos casos, incluso, se llega a resumir pasajes, cuando hay peligro de que se pierda el hilo argumental. En estos casos el texto se presenta en cursiva, para que el lector sepa que lo que está leyendo es un resumen y no el texto original. Por último, se han reordenado muchos de los episodios para darle una nueva secuencia atendiendo a criterios estrictamente cronológicos, lo que ha hecho que la obra se divida en dos partes claramente diferenciadas: la del viaje y todo lo que ocurre tras la llegada de Odiseo a Ítaca.
En lo que respecta a las ilustraciones, hacen que el texto brille y no lo eclipsan. Su estilo, el de Brieva, es realista, un tanto áspero, muy alejado de la idealización neoclásica que acabaría imponiéndose para representar ese universo, alimentado en el imaginario colectivo en gran medida por Hollywood. Las ilustraciones, muchas de ellas a página completa ‒aunque también las hay de media página‒ tienen un papel protagonista dentro de la adaptación, convirtiéndose en una especie de historia paralela en imágenes, al estilo del cómic, aunque sin bocadillos ni textos. Algunas de las ilustraciones a página completa incluso llegan a dividirse en viñetas que nos van relatando la misma historia del texto y que, en ocasiones, nos obligan a seguir un orden, imponiendo así un ritmo narrativo. Por cierto, se da la curiosidad de que solo las ilustraciones que ocupan enteras una página completa van a color, lo que hace que visualmente sean muy potentes, mientras que las que están divididas en viñetas o que ocupan media página están en sepia.
La Odisea no solo es, junto con la Ilíada, el poema que inicia el género épico, sino que supone también el comienzo de un tipo de literatura, la viajera, en la que vemos cómo el protagonista se traslada de un punto a otro al tiempo que experimenta un viaje interior, que le lleva a superar cuantas dificultades se le van presentando y que hace que evolucione como ser humano. Es esta lectura, entendiendo la historia como una reflexión sobre el sentido de la vida, lo que explica su universalidad y su permanencia en el tiempo.
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