La autoría de las obras de Shakespeare es una de las cuestiones más controvertidas y comentadas en la historia de la literatura. Desde que el crítico literario James Spedding planteara por primera vez en 1850 la posibilidad, los estudiosos han especulado que Enrique VIII podría haber sido en realidad fruto de una colaboración entre el Bardo y John Fletcher, que fue quien sucedió a Shakespeare como jefe en la compañía teatral más importante de Londres, los King’s Men. «Algunas escenas no tienen ese toque de Shakespeare al que estamos acostumbrados», dijo a la BBC en 2015 Grace Ioppolo, experta en Shakespeare de la Universidad de Reading.

Ahora, un algoritmo creado por Petr Plecháč, de la Academia de Ciencias Checa de Praga, ha confirmado que aproximadamente la mitad de la obra probablemente fuera escrita por Fletcher, unos hallazgos que se han publicado en arXiv. Ese algoritmo, capaz de reconocer el ritmo y el tipo de palabras elegidas por Shakespeare y por Fletcher, fue aplicado a Enrique VIII línea a línea. El resultado, dice Plecháč a The Guardian, no deja lugar a dudas: se ve claramente que los dos autores estuvieron involucrados en la escritura de la obra. Al mismo tiempo, el algoritmo permitía descartar a otro posible autor cuyo nombre estaba en el aire: el dramaturgo Philip Massinger.

El análisis del algoritmo muestra un gráfico de color púrpura y verde. El estilo de Shakespeare aparece sobre la línea, en púrpura, mientras que el de Fletcher está debajo de la línea, en verde. De esta forma, podemos ver aquellas partes en las que hay transiciones entre los estilos y aquellas en las que la colaboración es más estrecha. La conclusión es que Shakespeare probablemente escribiera las dos primeras escenas y que Fletcher lo hiciera con las cuatro siguientes. A partir de la línea 2081, los dramaturgos compartirían tareas de escritura, al menos hasta la línea 2200, cuando el estilo predominante vuelve a ser el del Bardo.

Este análisis, que proporciona pruebas para sostener de forma sólida la hipótesis de la coautoría en el caso de Enrique VIII, algo que hasta ahora solo podía defenderse desde la intuición, abre un enorme abanico de posibilidades en lo que respecta al esclarecimiento de cuestiones relacionadas con el concepto de autoría.

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