Qué difícil es ser Dios es la obra de los hermanos Strugatski (autores de la mítica Stalker) que más me ha desconcertado. Sin duda, la obra busca eso desde sus primeras páginas. La historia de un historiador (valga la redundancia) infiltrado en otro mundo, en una época medieval, con la prohibición expresa de no interrumpir ni influenciar en los hechos que se desarrollan de forma natural. Lo que sirvió de inspiración a la Primera Directiva de Star Trek. Claro que Rumata, el protagonista, se encuentra con una sociedad cruel y que castiga la cultura y la inquietud intelectual, algo que, para un humanista como él, es casi imposible dejar pasar:

Don Rumata de Estor es un aristócrata con una posición de privilegio en la corte de Arkanar, un prohombre cuya compañía es tan codiciada como su alcoba y de quien se cuentan hazañas milagrosas. Pero mientras que se desenvuelve con soltura entre duelos e intrigas palaciegas, se siente impotente a la hora de entender los mecanismos de represión que embrutecen el reino. Y su tragedia personal es que, como observador, sabe que no puede ni debe influir en el curso de los acontecimientos.

Disfrazada con desfachatez de novela de intriga y aventuras, y tan ágil como chispeante en ese sentido, Qué difícil es ser dios (1964) se abre ante el lector como una muñeca rusa, revelando capas y más capas de sugerencias y connotaciones que la han convertido en una de las cumbres de la literatura soviética. Ofrece un análisis certero sobre el totalitarismo y, a la vez, una reflexión vívida e incisiva sobre el papel que, como su personaje, se veían obligados a representar los propios autores para sortear la censura. Un clásico complejo y apasionante que presentamos en todo su esplendor en su primera traducción directa del ruso al castellano.

Es difícil no enamorarse de los libros de Arkadi y Boris Strugatski. En lo que a ciencia ficción rusa, hardcore, son mi fetiche favorito. Qué difícil es ser Dios supone un nuevo giro de tuerca a la moraleja del Gran Hermano, de la quema de libros de Fahrenheit, un vistazo a una sociedad que critica a los estados totalitarios (sobre todo de izquierdas), aunque lo hace desde la seguridad y la lejanía de una sociedad medieval. No cae, como no caen nunca estos dos genios, en la moralina vacía.

Qué difícil es ser Dios tiene su mérito en la imaginación, claro, pero también en la técnica. Es una obra llena de humor; humor descabellado, deslenguado, cínico, pero también llena de una tragedia imposible de medir. Huye de la descripción pormenorizada de la parte fantástica y se disfraza de novela de capa y espada, aunque más bien de la novela de intriga palaciega, para ir desgranándose poco a poco en un absurdo, un esperpento ruso, que pone el foco de atención en la cuestión de la inacción. ¿Hasta que punto hay que dejar inmolarse a la civilización? ¿Hasta que punto la superioridad moral o intelectual debería justificar la dictadura? No hay que ser historiador (y menos viajar a otro planeta) para comprender sobre qué quieren reflexionar estos hermanos.

A nivel literario, lo hacen con soltura, con una narración ligera, algo menos gris que la citada Stalker (mi favorita) y más cercana a ese humor decadente que destila la Rusa soviética de la Guerra Fría (fue escrita en plenos años 60, la carrera espacial y la lucha ideológica contra los Estados Unidos se encontraba en su apogeo), pero incido en el hecho del humor. No es que se trate de una novela con la que reír a carcajadas, pero maneja muy bien un tipo de comicidad cercana a Valle-Inclán, en que lo absurdo de la situación vivida, las respuestas de los personajes y la tremenda sensación de que abandonar toda esperanza (como diría Dante) es la única manera de salir de una pieza nos dibujan una sonrisa involuntaria.

La edición llega en la colección breve de Gigamesh, en tapa dura y formato bolsillo, con una letra sorprendentemente grande y cómoda de leer, nueva ilustración para la cubierta obra de Alejandro Terán y nueva traducción directa del ruso de Justo E. Vasco y Raquel Marqués. Una excusa perfecta para volver sobre esta genial obra si ya se conoce o para descubrirla, como ha sido mi caso. Una lectura inteligente y divertida que ha gozado de una adaptación a la pantalla grande obra de Aleksei German:

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