Es probable que China se ponga al mando de la inteligencia artificial mundial en pocos años. La soberanía de los Estados Unidos de América de últimas siete décadas puede estar llegando a su fin. Con esta premisa Kai-Fu Lee, empresario y escritor taiwanés y uno de los mayores expertos en inteligencia artificial a nivel mundial, inicia ‘Superpotencias de la inteligencia artificial’.
Habiéndose criado tanto en China como en los EEUU, el “maestro Kai-Fu”, como le llaman algunos jóvenes, ha logrado a lo largo de décadas una perspectiva única de las dos potencias en el campo de juego con más futuro de nuestra generación. En una carrera que evita comparar con la Guerra Fría, y en la que “no habrá perdedores o ganadores”, se juega el futuro de la tecnología.
La mentalidad china del trabajo
“¡Nos comen los chinos!”, el desafortunado monólogo de Julián López en 2012 que tanto molestó a la comunidad china, encierra un importante mensaje acerca de las diferencias entre nuestra mentalidad y la china. Dicen que los estadounidenses tienen ideas, los europeos las regulamos y los chinos las fabrican. Pero de aquel equilibrio mundial ha pasado un tiempo.
Ahora China es una potencia mundial con decenas si no cientos de silicon valleys. Durante años han levantado de la nada grandes espacios donde las empresas compiten sin cuartel, dejando de lado una ética occidental que no logran entender, y trabajando de forma tan competitiva que ni siquiera somos capaces de comprender sus motivos.
Para explicarlo, Kai-Fu se remonta a los orígenes de su generación, un entorno pobre y rural que ha estallado con fuerza gracias al trabajo, y una cultura que no ve nada indigno en imitar al de al lado si a este le va bien. El método de copia creó un entorno tan concurrido de adversarios, con miles de empresas abordando a la vez la misma idea, que hoy China es rica en empresarios.
La riqueza de los datos
También es rica en datos, uno de los cuatro pilares básicos para hacer uso de la inteligencia artificial. El otro son procesadores, ingenieros y algoritmos. Hace un tiempo Merkel pidió a Europa aumentar su producción de datos, una petición que muchos no llegaron a entender.
China no solo es el país del mundo que más dinero invierte en inteligencia artificial. También es el país que más datos produce. Es como si durante el siglo XVIII Inglaterra hubiese descubierto cómo hacer para que sus ciudadanos excretasen el mineral del carbón.
Los chinos están generando tanto valor asociado a la minería de datos que es como si toda su cultura se hubiese sentado encima de una mina y la estuviese llenando por el mero hecho de existir. Lejos está quedando EEUU, y más lejos aún Europa. El resto de países o conjuntos ni siquiera aparecen en la lista.
¿Y si las máquinas hacen todo el trabajo?
Hace unos siete años, mucho antes de recibir el nombre de “maestro”, a Kai-Fu le detectaron un linfoma en fase 4. Resulta más que interesante que un libro sobre el futuro de la tecnología IA tenga cerca de un 20% de su contenido orientado al impacto de la enfermedad en las personas.
Antes de aquello, el autor se identificaba como un algoritmo de maximización del tiempo. Tras la experiencia, cambió el chip. Lo siento, maestro, pero el mensaje es demasiado importante como para no hacer spam: “Lo cierto es que no existe un algoritmo que pueda reemplazar el papel de mi familia en mi proceso de sanación”, admite hacia el final del libro.
Y es que la inteligencia artificial cambiará nuestras vidas, hará añicos algunos empleos, creará otros y reformulará el mundo tal y como ya hiciera el carbón, la electricidad o internet. Pero no cambiará aquello que tiene valor.
Si en algún momento las máquinas automatizan un número suficiente de tareas, los humanos podremos dedicarnos a aquello que se nos da mejor: escuchar, dar conversación, hacer compañía, ayudar a otros, estar ahí.
Es fascinante pensar en un mundo donde las máquinas hagan todo el trabajo que no nos gusta. Me parece un arma de doble filo aunque, como es obvio, este es un avance inevitable en el que habrá que enfocarse desde el lado positivo.
Excelente recomendación de lectura, siempre me ha fascinado el nivel de China en cuanto a sus avances tecnológicos, aunque como bien mencionas, tienen un método de trabajo muy distinto a la ética occidental que es preocupante, sobretodo si vemos la explotación laboral a la que se ven sometidas muchas personas.
Sin duda compraré el libro.