
Jorge Luis Borges (Fuente).
El mundo de la literatura tiene dos vertientes: la del escritor y la de lector. Es necesaria la convergencia de ambas para completar su cometido. Se sabe de escritores que dedicaron cinco, ocho y hasta diez años elaborando una novela y de lectores, que por su abundancia de lecturas tardan años igualmente en leer y analizar un texto literario. El laureado escritor argentino Jorge Luis Borges resumió la sintonía de ambas vertientes así: “No sé si soy buen escritor; creo ser un excelente lector o, en todo caso un sensible y agradecido lector”. Con esto entendemos la densidad y complejidad del quehacer literario. Lo pensamos por la simplicidad y poca seriedad con que a veces se trata esta materia. En efecto, vemos el desdén y la desconfianza con que se trata a la literatura frente a otras disciplinas tecnológicas, sobretodo en la comparación por logros económicos materializados en el ingreso monetario y la subsecuente posición social.
El escritor español Eduardo Mendoza, premio Cervantes 2016, ha criticado que siempre haya que justificar la presencia de la literatura en los planes de estudio y ha reclamado a los profesores que la traten con la misma seriedad que enseñan las matemáticas o las ciencias (www.elpais.com. 21/04/2017).
También es importante destacar que desde nuestra juventud, y en épocas recientes, cuando damos a relucir nuestra vocación de estudio, es frecuente el rechazo cuando la inclinación es hacia alguna disciplina relacionada con la literatura y las humanidades. Siempre se replica a favor de una profesión de tendencia tecnológica o técnica. Sin embargo este ataque a la literatura no es nuevo, tiene antecedentes en la historia y es de vieja data. Basta revisar algunos casos de eminentes escritores, cuya vocación fue fuertemente rechazada por sus progenitores y no obstante llegaron a ser los más conspicuos representantes de la literatura universal. Se trata de Pablo Neruda, quien para seguir su vocación de escritor perdió su identidad y de Marcel Proust, quien también libró una fuerte batalla con su padre para consagrar sus aspiraciones literarias.

Pablo Neruda (Fuente).
El caso de Pablo Neruda y Marcel Proust es emblemático de la relación literatura y sociedad. Emir Rodríguez Monegal en su texto Neruda viajero inmóvil, nos relata un testimonio contundente: <<la negativa de su padre a tener un hijo poeta dejó muy honda huella. Neruda debió aprender muy duramente lo que cuesta ser poeta en un medio puramente natural y ahistórico como el de su infancia. . […] a pesar de la hostilidad paterna perseveró en la profesión poética. Pero para poder seguir publicando sin dejar su hogar, asumió un seudónimo que al cabo terminó convirtiéndose en nombre propio>> (1967: 17).
Coincidencialmente en Marcel Proust la controversia fue con su padre y está narrada en el segundo tomo de su obra, titulada A la sombra de las muchachas en flor, así: […] <<mi padre se opuso constantemente a que me consagrara a la carrera de las letras, que él consideraba muy inferior a la diplomática, sin querer siquiera darle el nombre de carrera, hasta el día que el señor de Norpois, no muy aficionado a los agentes diplomáticos de las nuevas hornadas, le aseguró que como escritor podía uno ganarse tanta consideración y tanta influencia como las embajadas y aun ser más independiente>>(1975: 19).
El eminente escritor Alejo Carpentier estuvo varios años residente en Venezuela, donde escribió varias de sus obras y vivió momentos cruciales de su vida. A propósito de uno de éstos nos relata: <<Esto me hizo penetrar más hondo en la vida venezolana, donde pude admirarme de que más de un millonario se enorgulleciera de que sus hijos fuesen a la Universidad, estudiasen materias difíciles, o se inscribiesen en las facultades de filosofía y letras, cosa jamás vista en mi mundo-gran mundo, donde eso de <<filosofía y letras>> era sinónimo de perder el tiempo>>(Cfr. La Consagración de la primavera. 1979: 515).
Ana Teresa Torres una escritora venezolana cultora del oficio de la memoria, escribió un vibrante relato (El exilio en el tiempo), una saga familiar en la que se refleja su país, a lo largo de varias décadas, entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, sus cambios políticos y sus transformaciones sociales, en el cual, a través de uno de sus personajes, nos dice: <<Pedro quiso inscribirse en la Sorbona para seguir sus estudios de letras, Ernesto y Cristina formaron un zaperoco y se negaron totalmente, opinan que es una carrera absurda para un hombre y que lo adecuado es que se vaya a Oxford para estudiar economía, de modo que cuando regresemos a Venezuela sepa como ocuparse de la administración de los bienes de su familia>> (1991: 112).
El laureado escritor Honorato de Balzac, destaca la prioridad, la preferencia y la confianza que brinda los editores y empresarios a la labor periodística contra la actividad poética por la mayor lucratividad de aquella. Al efecto uno de los personajes de su novela Ilusiones perdidas comenta: <<Será delicioso periodista y tiene sobrado talento para engolfarse en los versitos. Podrá ganar treinta mil francos anuales en los periódicos, y no los cambiaria por los tres mil que le darían, difícilmente sus hemistiquios y estrofas>> (Obras Inmortales. EDAF. 1970: 535)
La escritora Anais Nin, dueña de una gran vocación literaria, sostiene en su Diario I, que <<El fluir de la vida y el de la literatura deben ser simultáneos para que puedan alimentarse mutuamente>>(1987:355) Llega a sostener también que: <<los hombres pueden enamorarse de figuras literarias, de figuras poéticas y mitológicas>> (Ibid.p.309) y en efecto, tenemos el caso del conocido escritor Mario Vargas Llosa, dueño de una abundante producción literaria, en su experiencia de lector insomne de la novela Madame Bovary de Gustav Flaubert, comenta <<Cuando desperté para retomar la lectura, es imposible que no haya tenido dos certidumbres como dos relámpagos: que sabía que escritor me hubiera gustado ser y que desde entonces y hasta la muerte viviría enamorado de Madam Bovary>> (La orgia perpetua.1975:18). Precisamente este escritor es uno de los más destacados defensores de la literatura como vocación, cuando proclama que la vocación literaria no es un pasatiempo, un deporte, un juego refinado que se practica en los ratos de ocio. Es una dedicación exclusiva y excluyente, una prioridad a la que nada puede anteponerse, una servidumbre libremente elegida que hace de sus víctimas (de sus dichosas victimas) unos esclavos. (1997: 19). Su novela, La tía julia y el escribidor está dedicada, casi en su totalidad a desarrollar este aserto. En efecto, dicha obra ataca los estereotipos, las simplificaciones y lugares comunes propios de la cotidianidad, como eso de llamar intelectual a quien ha publicado un cuento en un periódico dominical (Ibid: p.17), ya que la única manera de ser escritor era entregarse a la literatura en cuerpo y alma.(Ibid: p.56).
En efecto, la literatura se supera a sí misma cuando los grandes personajes de ficción como Don Quijote pasan a ser personajes del mundo y la realidad. Se convierten entonces en una persona completamente independiente, cuya grandeza, inteligencia y genio sobrepasa ampliamente las supuestas intenciones de Cervantes (Cfr. Marthe Robert. 1975: 24) Igual al caso de Santa Teresa, quien de una manera quijotesca, <<salió un día para pasar de la literatura a la acción y poner en práctica, no ya las verdades caballerescas, sino la vida y hecho de los santos, tal como se encuentran novelados en los cuentos de la Leyenda Dorada>> (Ibíd.: p. 73).
Ramón Urdaneta, en sus notas al Canto a España de Andrés Eloy Blanco, acota que <<El Quijote es bandera intelectual en toda ocasión. El descubrimiento de América y el descorrer posterior, fue obra del quijotismo hispano>> (1998: 55).
Un caso interesante de la fuerza transformadora de la literatura lo relata el escritor chileno Jorge Edwards, en su novela El inútil de la familia, en la cual, comenta el caso de la novela La dama de las camelias, de Alejandro Dumas hijo, donde prueba que la imaginación literaria es capaz de crear personajes mejores que sus autores (2004: 134), por la convergencia de varios factores, a saber:
-Además de la imaginación, el amor
-El hecho de publicar dos ediciones. Una en 1848 y otra en 1872
-La mediocridad del escritor
Una frase infeliz, por obvia y por que suprime parte del misterio, agregada a la edición de 1872 y un dialogo de Margarita Gautier con Armando Duval (2004. 136), hundió a Dumas hijo en la mediocridad, quien ya la exhibía frente a los grandes escritores de su época (Baudelaire, Flaubert, Rimbaud) y engrandeció a Margarita, quien, difunta, inventada, inexistente, lo superaba sin discusión posible (Ibid).
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