Principal preocupación social derivada del estado de alarma: La pandemia del aburrimiento.

Tan sólo un día después de decretarse públicamente el estado de alarma debido al coronavirus, observo brotar un fenómeno de lo más curioso: La intensa preocupación acerca de  qué hacer en casa durante estos días para no aburrirnos.

Miro el teléfono y veo que tengo montones de wasap. En un principio, pienso que es información sobre el coronavirus, tal y como venía sucediendo los días previos. Empiezo a ojear los mensajes, y me sorprende encontrarme con montones de propuestas de ocio para saber qué hacer en casa durante estos días de “encierro preventivo”. No llego a mirarlas todas, ya que hay tantas que puedo gastar toda esta temporada simplemente mirando propuestas anti-aburrimiento, y aun así no creo que me diese tiempo a leerlas: Youtubers que aprovechan el tirón ofreciendo miles de tutoriales de todo tipo; revistas que ofrecen publicaciones on-line gratuitas; cientos (no exagero) cientos de propuestas de juegos/actividades para realizar en casa con niños, etc.

Una de las propuestas, (que merece la pena ser mencionada dado que fue especialmente agradecida por el público) se trata de un horario indicando que hacer hora por hora con los niños desde que te levantas hasta que te acuestas.

Y es que el grueso de este fenómeno que no sé cómo llamar, en mi caso se ha dado en los grupos de los que formo parte en cuanto a maternidad/crianza. Por lo visto las familias con hijos pequeños, son un colectivo cuya principal preocupación durante esta pandemia es que los niños no se aburran. Cierto es, que cuando los niños se aburren se ponen muy pesados, mucho. Pero igual de cierto es, que esto ocurre más ahora que nunca por un motivo:

Estamos criando una generación de niños hiperestimulados, a los que no dejamos aburrirse.

Y aquí atentos al “no dejamos”, ya que es así, no dejar es no permitir. No estamos permitiendo a los niños que se aburran, de este modo les estamos transmitiendo sin darnos cuenta que el aburrimiento es un gran mal, y hay que evitarlo a toda costa.

Es curioso como la mayoría de los títulos de las propuestas recibidas para niños, incluían las palabras “ideas creativas” (para no aburrirse). El mensaje indirecto aquí es:

Aburrimiento versus creatividad, como si de “estados” antagónicos se tratase. Cuando la realidad es que la creatividad, nace, entre otras semillas (aunque principalmente) del aburrimiento y la necesidad.

Tras tan solo cuatro días de cómoda clausura en el hogar con nuestros hijos, empieza a cambiar el cariz de los mensajes. Se siguen enviando propuestas de actividades, pero pocas, ya que todos acumulamos unos dos millones y ya parece ser suficiente.  Ahora nos proponen pintar arcoíris en sábanas blancas que colgaremos de los balcones para que los niños no se sientan solos. También vamos a salir todos al balcón a las dos de la tarde, y con música infantil  de fondo y globos en mano,  vamos a dar un gran aplauso como homenaje a los niños por lo bien que lo están haciendo en su titánica batalla contra el enemigo del momento: el aburrimiento. A mí, en el momento que leí esta sugerencia se me ocurrió otro homenaje que podríamos hacer a los niños: Cada vez que compremos patatas en el super, vamos a pararnos frente a esa bolsa de patatas y a aplaudir, daremos un fuerte aplauso en homenaje a ese niño o niña que se levanta a las seis de la mañana a miles de quilómetros de nosotros para trabajar en el campo, niños y niñas para los que el aburrimiento es un sueño inalcanzable.

 ¿Qué tipo de adultos serán el producto de niños educados en la sobre-estimulación? ¿En la negación del aburrimiento como algo horrible? ¿En el premio y la gratificación gratuitas?

Ya que hay cosas, que es muy poco probable que ocurran cuando estos niños sean adultos, y más si tenemos en cuenta que el mercado laboral es cada vez más difícil, bastante más difícil, que hace años cuando nuestros mayores eran educados en la disciplina y el respeto.

Es muy poco probable, que cuando consigan un empleo sus jefes y compañeros se acerquen al fichero a aplaudirles cada vez que lleguen a trabajar a su hora, en homenaje a su esfuerzo.

Tampoco es probable, que si se aburren en sus largas horas de jornada frente al ordenador el jefe les ponga acceso a Netflix o les descargue el candy crush para que estén entretenidos.

Y con esto quiero decir, que es muy poco probable que el mundo  en un futuro vaya en la misma dirección en la que están yendo algunas formas de educar, y lo que se producirá probablemente sea un enorme choque con la realidad.

Tampoco abogo por la educación a la antigua usanza como mejor que la que se ejerce ahora, en absoluto, afortunadamente ya no es regla normal educar a los niños con amenazas sin dejar ningún espacio a su libertad individual.  Lo que ocurre es que, el camino del medio, es el más complicado de alcanzar. Y especialmente en la educación, como suele suceder, nos hemos ido de un extremo al otro.

Si los niños tienen edad suficiente para comprenderlo, les podemos explicar que en esta pandemia, los verdaderos protagonistas son los mayores, que nos tenemos que quedar en casa para protegerlos, ya que es importante pensar en los demás. Podemos usar esta situación para enseñarles que es la empatía; el fin y significado del esfuerzo que se hace no para uno mismo, si no para los demás; el provecho que se puede sacar del aburrimiento, el lujo de tener tiempo para no hacer nada, o crear lo que quieras.

Nos podemos parar un momento a observarnos y observarlos. Nosotros, que siempre nos estamos quejando de tener tantísimo que hacer y no disponer de tiempo para nada. Ahora que nos obligan a parar ¿qué pasa? ¿La queja es sincera o en realidad nos gusta esa forma de vida automática en la que no tenemos tiempo de nada?

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