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Finlandia, a menudo considerada la nación que más ha revolucionado su enseñanza en los comienzos del siglo XXI, ha eliminado la obligatoriedad de la escritura a mano caligráfica en sus escuelas.1 Según los pedagogos de las nuevas tecnologías, pronto las pantallas desplazarán a los cuadernos escolares en los que ensayábamos palotes y círculos en los comienzos de nuestra escuela primaria. Pero desconocer las ventajas de la escritura manuscrita constituye una ramplonería.
Suele pensarse que la escritura es una simple herramienta que permite la expresión de un pensamiento preexistente, pero no es así. Es precisamente la escritura lo que nos permite darle forma a nuestros pensamientos. Escribir equivale a pensar más profundamente.
La escritura a mano conjunta varias tareas simultáneas: sostener adecuadamente el bolígrafo, acomodar el papel y desarrollar una cadencia de movimientos con la mano y el brazo, por ejemplo. Escribir a mano nos obliga entonces a concentrarnos y mantener nuestra atención en lo que estamos haciendo.
Los ritmos productivos que impone una cultura del vértigo y la inmediatez no resultan compatibles con una actividad que requiere concentración como la escritura a mano. El procesador informático de textos, que nos permite escribir más rápidamente, nos empuja al mismo tiempo a razonar con menor profundidad.
La escritura a mano tiene la ventaja de combatir las distracciones. Sólo tenemos el papel o cuaderno y el bolígrafo o lapicera. En cambio, si escribimos únicamente con un procesador de textos, estamos expuestos a tentarnos con la navegación por internet, a menos que utilicemos un ordenador que carezca de conexión a esa red.
Además con la escritura a mano revisamos ortografía y gramática mientras escribimos. Por el contrario, cuando lo hacemos en procesadores de textos confiamos en las herramientas de autocorrección de esos programas. El teclado acaba independizándonos de lo que escribimos.
Si la caligrafía puede revelar rasgos de nuestra personalidad, tal como ocurre en las pericias caligráficas judiciales, es porque escribir a mano es una de las formas expresivas más personales e individualizadoras. Guillermo Jaim Etcheverry apunta: “si bien ya resulta claro que las computadoras son un apéndice de nuestro ser, hay que advertir que favorecen un pensamiento binario, mientras que la escritura a mano es rica, diversa, individual, y nos diferencia a unos de otros.”2
La historia nos muestra el lugar que ha ocupado la escritura manuscrita en la vida de los seres humanos. Para la cultura china antigua, escribir a mano resultaba terapéutico, por cuanto tranquilizaba la psiquis. En el siglo XIX las señoritas alfabetizadas escribieron de su puño y letra diarios íntimos en los que volcaron confesiones y reflexiones sobre sus vidas, mientras viajeros, aventureros y exploradores apuntaban en sus cuadernos las impresiones de sus viajes. Antes de que se inventaran los grabadores de cinta magnetofónica, los cronistas garrapateaban sus notas en libretas de mano.
La literatura también nos da pistas similares. En Miguel Strogoff, de Jules Verne, el correo que protagoniza la novela lleva una carta manuscrita que el emperador de Rusia dirige a su hermano. En las novelas de Georges Simenon, el comisario Jules Maigret solía entrar a un estanco a pedir papel para enviar un recado a alguno de sus inspectores del Quai des Orfevres.
En cuanto a la psicología del aprendizaje, existen investigaciones realizadas en Estados Unidos que demuestran que aquellos estudiantes que toman sus apuntes de clase a mano desarrollan mejores aptitudes para comprender y reelaborar conceptos que aquellos que lo hacen en computadoras portátiles.3 Otra investigación encontró que aquellos niños que aprendían a escribir a mano mostraban patrones de actividad cerebral similares a los de una persona alfabetizada, mientras que los que aprendían a escribir con un teclado y una pantalla no lograban el mismo nivel de actividad neuronal.4 Todo esto indicaría que la introducción de computadoras en la enseñanza no debería hacerse a edades tempranas.
Ni siquiera los estudiantes universitarios deberían prescindir del papel y los bolígrafos, en tanto escuchar una exposición del docente y tomar nota en sus cuadernos constituye una óptima estrategia para reformular ideas y así entenderlas mejor. Obligar a los estudiantes a escribir en un ordenador portátil no parece ningún avance pedagógico.
Los adoradores de las tecnologías, sin embargo, están lejos de rendirse. Ya se han desarrollado aplicaciones y procesadores de texto que ofrecen la posibilidad de escribir a mano alzada. Pero haga el lector la prueba de escribir con esos artilugios y encontrará que le resulta más sencillo y menos frustrante hacerlo con un bolígrafo en un cuaderno.
Los seres humanos no escribimos solamente para preservar nuestros conocimientos, sino que lo hacemos porque renunciar a la palabra es renunciar a la vida misma. Dejar de escribir a mano sería entonces empobrecer nuestra existencia.
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[…] que los pedagogos consideran que dispositivos digitales están desplazando el papel. Si disfruté un artículo que elaboraba una defensa apasionada ensalzando las capacidades desarrolladas y la expr…, a mí me preocupó el aumento de dependencia de los dispositivos electrónicos y la acentuación […]