Vincent Van Gogh (Fuente).

Aquellos que aman la obra de Vincent Van Gogh saben que el artista holandés no solo destaca por sus pinturas sino también por su correspondencia. «El tono personal, el estilo evocador y la viveza de su lenguaje», escribió el Museo Van Gogh, «hizo que algunas personas estimaran que la correspondencia del pintor pudiera alcanzar el estatus de literatura». Es el caso del poema W.H. Auden, que en el prólogo de una antología de la correspondencia de Van Gogh escribió que no había no una sola carta que no encontrara fascinante.

Y no iba mal encaminado Auden, aunque no fuera experto en Van Gogh. Para Jefrrey Herlihy Mera, profesor de la Universidad de Puerto Rico, en cuanto el día estaba demasiado oscuro para pintar, el artista devoraba libros con avidez y también dedicaba gran parte de su tiempo a su correspondencia personal. Una parte considerable de esa escritura, sobre todo las cartas que iban dirigidas a su hermano Theo, estaba en francés, un idioma que Van Gogh aprendió en su adolescencia y que habló en Bélgica, París y Arlés. Sin embargo, gran parte del dominio de esa lengua Van Gogh lo consiguió leyendo a Victor Hugo, a Guy de Maupassant o a Émile Zola.

A Vincent le encantaba leer. Según el Museo Van Gogh, «los libros que leía eran un reflejo de lo que estaba pasando en su propia vida». Por ejemplo, cuando quería seguir los pasos de su padre y convertirse en reverendo de la iglesia protestante, leía libros de temática religiosa. En cambio, cuando comenzó a considerar mudarse a la capital francesa empezó a devorar novelas parisinas. El naturalismo de Zola le ofreció una descripción honesta de la realidad que había a su alrededor: ancianos y mujeres abatidos, trabajadores del campo, gente pasó por enormes privaciones y penurias. El Tartarín de Tarascón de Alphonse Daudet le satisfizo su necesidad de humor y sátira (a pesar de ser considerado un artista torturado, sus cartas revelan su constante buen humor). En El amor, del historiador francés Jules Michelet, encontró un poso de sabiduría que pudo aplicar a su tumultuosa vida amorosa. A lo largo de su vida, volvió una y otra vez a las obras de Charles Dickens.

La lectura, en definitiva, fue para el pintor una forma de volcar sus valores y sus deseos. Es por eso que conocer y leer esos libros es una forma única de acercarse al mundo interior del artista. Por suerte, el Museo Van Gogh ha compartido una lista de esos libros con todos los amantes del pintor. Aquí, algunos de los libros favoritos de Vincent Van Gogh.

La Biblia

Imitación de Cristo de Thomas Kempis

Macbeth de Shakespeare

Rey Lear de Shakespeare

Cándido de Voltaire

La víspera de Santa Inés de John Keats

Papá Goriot de Honoré de Balzac

Cuento de Navidad de Charles Dickens

Tiempos difíciles de Charles Dickens

Escenas de la vida parroquial de George Eliot

La cabaña del tío Tom de Harriet Beecher Stowe

El amor de Jules Michelet

Lo que vio la luna de Hans Christian Andersen

Los miserables de Victor Hugo

Nana de Émile Zola

La alegría de vivir de Émile Zola

Trabajo de Émile Zola

Tartarín de Tarascón de Alphonse Daudet

Las obras poéticas de Henry Wadsworth Longfellow

Chérie de Edmond de Goncourt

Bel-Ami de Guy de Maupassant

Madame Chrysanthème de Pierre Loti

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