En una ocasión una colega, de quien fui su profesor y director de tesis, deslizó que el alcohol y el tango tienen un inocultable y estrecho vínculo. Como mi colega no ignoraba mi condición de tanguero, me sentí interpelado. Eso me llevó a repasar las letras de algunos tangos célebres, para constatar qué de cierto había en su afirmación.
Para empezar, tenemos el caso de “Mi noche triste”, composición de Pascual Contursi que inaugura el tango-canción, sub-género dedicado fundamentalmente a contar una historia. La letra de ese tango dice que el protagonista se embriaga para olvidar un amor, aunque más adelante afirma que acude a tomar mate a la misma habitación que compartiera con el amor perdido.
De “La copa del olvido”, tenemos una recordada interpretación de Carlos Gardel con guitarras de José Ricardo y Guillermo Barbieri. Según su letra, el cantor entra en un estado de shock a causa de un desengaño amoroso, y piensa en matar a la responsable del mismo, pero consigue dominarse y dirigirse hacia un bar. Allí encuentra a “los hombres sabios” quienes le proporcionan consuelo y orientación. Finalmente, el cantor intentará superar la conmoción a través de la bebida. Una versión muy bailable de este tango es la que hizo Alberto Castillo con la orquesta de Ricardo Tanturi.
En “Tomo y obligo”, título que alude a un convite que no debía despreciarse, el cantor también bebe para sobrellevar un desengaño amoroso. Propone no enamorarse, pues todas las mujeres “dan muy mal pago”. La versión canónica de este tango quizá sea la de Carlos Gardel acompañado por el célebre trío de guitarras que formaron Guillermo Barbieri, Ángel Riverol y Julio Vivas.
En “Tabernero”, el bebedor le pide al cantinero que continúe llenándole la copa de un brebaje al que sin embargo maldice, comparándolo con un fuego venenoso. La comparación induce a pensar que se trata de alguna clase de aguardiente de baja calidad. El bebedor también pide compasión y entendimiento para los borrachos pues no siempre pueden conocerse los motivos que lo han empujado a beber. Quizá la versión más conocida de este tango sea la de Francisco Fiorentino con la orquesta de Aníbal Troilo.
En “La última copa”, de Francisco Canaro y Juan Andrés Caruso, asistimos a una triste despedida, en la que el silencio de los amigos es la mejor compañía. “Es la última farra de mi vida / de mi vida, muchachos, que se va”, dice el cantor, mientras lamenta haber desperdiciado su existencia junto a quien no supo valorarlo. Además de la versión de Carlos Gardel con Guillermo Barbieri y José Ricardo, se destaca la de Alberto Castillo con Ricardo Tanturi.
“La última curda”, escrito por Cátulo Castillo y musicalizado por Aníbal Troilo, tiene la particularidad de cederle el protagonismo al ron. El bandoneón se vuelve confidente de un letrista apesadumbrado que considera absurda y fugaz su existencia. El mismo Troilo grabó dos versiones de este tango, una con Edmundo Rivero y otra con Roberto Goyeneche.
En “Los mareados”, célebre creación de Juan Carlos Cobián y Enrique Cadícamo, un hombre y una mujer beben para despedirse, constatando lo que ha quedado del amor que se tuvieron. El letrista declara tener el alma herida de amor, pesar y dolor, aunque encuentra a la mujer “linda y fatal”.
En “Destellos”, el cantor bebe champagne, intentando también olvidar un amor. Sin embargo, el cristal de la copa le recuerda la boca que había besado. La letra alude a “hondas penas que matan y que no se van.” La versión más conocida de este tango quizá sea la de Ángel Vargas con la orquesta de Ángel D´Agostino.
En “Copas, amigas y besos” tenemos a un cantor que se arrepiente de haber abandonado a quien le dio tibieza cuando era pobre y padecía frío. Dos recordadas versiones de este tango son las que grabaron, respectivamente, Alberto Marino con Aníbal Troilo y Jorge Ortiz con Ricardo Biagi.
Otras circunstancias son las que rodean la ingesta de vino tinto en “Pucherito de gallina”, tango que popularizara el cantor Edmundo Rivero. En este caso, la bebida acompaña el almuerzo. Casi como si fuera un menú, la letra dice: “pucherito de gallina, con vino viejo carlón”.
Y para el final dejamos a “Whisky”, un tango cuya letra y música pertenecen a Héctor Marcó, pero cuya versión más conocida es la que logró Jorge Durán con la orquesta de Carlos Di Sarli. En este caso, el cantor intenta darle ánimos a un amigo, al que acusa de andar penando innecesariamente por un amor. Para olvidar a la señorita de la historia, le sugiere que beba, precisamente, whisky.
Como se ve, el alcohol es protagonista de no pocas letras de tango.
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