Sísifo es la imagen occidental del trabajo infructuoso. Su condena le es adjudicada, más que por rebeldía –nos dice Camus– por un acto de ligereza para con los dioses. En su ensayo “El mito de Sísifo” Camus se da a la tarea de observar cómo se crean ciertos vasos comunicantes entre lo que es la vida de los dioses y la vida de los mortales, todo lo que circunda al ensayo es una cuestión meramente existencial y filosófica sobre si vale o no la pena vivir la vida. ¿Cómo se llega a una conclusión acerca de esto? La forma que este encuentra es estableciendo un puente entre su filosofía y la imagen del mito.
Al principio se nos habla de Sísifo y cómo es que se convirtió en el trabajador inútil del infierno; esta es, en primera estancia, una forma muy familiar de demostrarnos que, así como el condenado, nosotros somos igual de proclives de cometer ligerezas contra las divinidades. Esto nos habla de empatía, pues logramos imaginar a Sísifo empujando y empujando una pesada roca hasta la cima de una montaña puesta en donde el tiempo no tiene profundidad para, luego, contemplarla caer al abismo de donde Sísifo deber volver a buscarla y reanudar la tarea de subirla nuevamente a lo último de la montaña.
Camus toma a Sísifo para hablarnos de su condena, al inicio le dedica ciertas alabanzas a su astucia y luego trae su historia a la actualidad para reflejarnos cómo Sísifo, como nosotros, paga su condena más por sus pasiones como por sus pecados: ama demasiado la vida y huye de la muerte aun cuando esta ya lo ha alcanzado a él. La filosofía del suicidio y de si esta vida vale o no la pena de vivirla se ve mezclada con la imagen del esfuerzo infructuoso y del gusto por plañir que muchas veces tomamos los hombres. No es gratuito, sin duda, ese fragmento donde afirma “La inmensa angustia es demasiado pesada para sobrellevarla. Son nuestras noches de Getsemaní.” (Camus, 60), podríamos ver cómo la imagen del llanto inútil de Jesús llega a nuestros días, un llanto de temor y angustia que, finalmente, no cambia absolutamente nada su destino. El ensayo “El mito de Sísifo” invita a la reflexión para visualizarnos el cómo somos víctimas de la ansiedad y la angustia (sobre todo de nuestras pasiones): repitiendo sin cesar la misma rutina sin motivo ni fin aparente. Parece que persiguiéramos algo, sumergidos en esa ansiedad pensando de qué forma podemos ganarle a la muerte, imaginando qué podríamos hacer para que nuestro nombre sobreviva al aplastante tiempo sin profundidad de los abismos.
Camus acaba por aclamar a un Sísifo dichoso, porque mientras baja la montaña en busca de su roca se da una oportunidad que nosotros nos negamos: tomar conciencia. Y este es un punto central en el ensayo: imaginar a Sísifo dichoso pudiese darnos el valor suficiente para enfrentar nuestro destino y tomar conciencia sobre el único e irrepetible universo que es el propio y compartirlo con el de los otros.
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Consecuente con la idea de si esta vida está realmente fundada en el hecho de que estamos en este mundo sin fin aparente más que para morir, sin negarla, Camus nos habla de una sociedad sumida en una modernidad, en horarios. No acabamos de hacer alguna cosa cuando ya debemos comenzar con otra. Todos nuestros tormentos se agolpan y no tenemos un momento para comprender qué hacemos aquí. Con la ayuda de otras historias, personajes como Kirilov y Edipo refuerzan el suelo en el que están puestas sus afirmaciones; nos habla de fuerzas superiores que intervienen en la vida mortal y que, por ende, debemos librarnos de ellas y resolver nuestros tormentos reconociéndonos unos a otros, entre hombres.
Bibliografía
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Camus, Albert. “El mito de Sísifo” en: El mito de Sísifo. Madrid: Alianza Editorial, 1985
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